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En busca del Óscar

En busca del Óscar
2018 España
Documental, Intervenciones de: Óscar Peyrou
5,8
135
Documental Óscar Peyrou es el Presidente de la Asociación Española de la Prensa Cinematográfica y delegado de FIPRESCI en Madrid. Hace dos años murió su esposa y madre de sus hijos, aunque no compartían hogar ya que él la había abandonado un año antes por una mujer más joven. Ahora vive solo en un pequeño apartamento de Madrid. Jubilado, los festivales de cine son el motor de su vida. Sin embargo, lo que hace famoso a Óscar es su peculiar método ... [+]
Crítica sin sentido crítico
Pongamos que una pintura paisajística rompe la armonía natural retratada con la reproducción de un agujero causado por una llamarada. Un espacio en blanco que aterroriza porque devora ríos, árboles y montañas... pero que al mismo tiempo consuela, porque no oculta su carácter artificioso. Es un engaño; una provocación plantada ahí, a lo mejor, para que reflexionemos.

Lo sublime se rompe por el vacío. Del mismo modo, algunos de los festivales cinematográficos más prestigiosos del mundo (ahí donde supuestamente se celebra la excelencia artística) aplauden alegremente la degeneración de un crítico tan de vuelta de todo, que ha decidido ejercer su labor sin ver películas. San Sebastián, 64ª edición de Zinemaldia: en una rueda de prensa, Óscar Peyrou pregunta a Ewan McGregor sobre el póster de ‘American Pastoral’, su debut como director.



“¿Usted cree que se podría hacer una crítica de cine solo mirando el póster?” Tal cual. Este momento estelar de la humanidad queda reflejado-en (y seguramente está alimentado-por) el nuevo documental de Octavio Guerra. ‘En busca del Óscar’, sigue (¿y dirige?) las andanzas de una vieja gloria del análisis fílmico. El artista Óscar Peyrou hace su particular tour mundial en calidad de Presidente de la Federación de Críticos Cinematográficos de España. Así, el hombre va fichando en los certámenes de Santo Domingo, Chicago, Valladolid o Valencia. Paseándose por sus bellos paisajes con la misma ligereza de espíritu de quien escapa de la rutina del día a día yéndose de excursión.

Por supuesto, sentarse en una sala de cine no entra en el programa de ninguna de estas visitas. Entonces, ¿cómo cumple con los compromisos del trabajo? Pues con las apariencias, o sea, maquillando la decrepitud con genialidad vacua. Analizando los colores y las texturas empleadas en los pósters, o la prosodia (sic.) del reparto de actores. Elementos superficiales que a lo mejor no alcanzan para incidir en el espíritu de los films no-vistos, pero desde luego bastan para justificar, al menos de cara a la galería, una vida a cuerpo de rey, costeada ésta por la complicidad de una industria que, como tal, nos prefiere sedados y cebados, antes que hambrientos y descontentos.



Volvemos a aquel cuadro. A aquel artificio que exponía aquel vacío. Volvemos, de paso, a la sociedad que estableció Casey Affleck con Joaquin Phoenix en ‘I’m Still Here’, y también a la de Carlo Padial con Wismichu en ‘Vosotros sois mi película’. El experimento se reproduce aquí para seguir arremetiendo contra el falso prestigio de un mundo que vive precisamente de esto. La crisis de confianza que surge de dicho envite es en un principio cómica, por la iconoclastia desmitificadora del propio gesto anti-glamouroso, pero cuando alcanza el reposo, la combinación rasca como el trago más desolador.

Es la comedia de lo serio. Una especie de calumnia que, analizada con la debida (e interesadísima) perspectiva, puede llegar a “elogio negativo”. Óscar Peyrou se mira en el espejo, y debido al vaho que emana de la ducha, no encuentra su reflejo. Se ha evaporizado, literalmente. El hombre mobiliario está terriblemente solo, y delibera sin deliberar, y es también un vampiro; un parásito de un sistema igualmente parasitario. Ocatvio Guerra ejecuta así una carambola magistral, que consigue hacer mella en aquello que, por inaccesible, parecía inexpugnable.



Filmando los privilegios de quien opina sin haber visto, el director filma en realidad los efectos nocivos de uno de los grandes males de nuestros tiempos: el hablar sin saber. El mayor mérito de ‘En busca del Óscar’ es, quizás, conseguir reivindicar al cine como barómetro infalible de la realidad, incluso desde los cerradísimos y fantasiosos ecosistemas de la burbuja festivalera. Puro alegato político. A la mirada perdida de Peyrou, Guerra contesta con tomas fijas que no perdonan, pero también con silencios que convierten sus ecos dialécticos en caja de resonancia de una existencia vacía. Inmisericorde retrato de una vejez cuya decadencia se explica con la auto-indulgencia.

La deriva de ciertos certámenes, en los que el cine ha pasado a un -preocupante- segundo plano (véase, de nuevo, el último trabajo de Carlo Padial), es la deriva de un mundo que ha renunciado al sentido crítico. El antaño revolucionario, ahora irremediable miope, se ha convertido en cómplice necesario de un mal que avanza de forma imparable. De fondo, la radio habla de los ataques terroristas en la sala Bataclan, del éxito refrendado del Brexit y de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Sendos anuncios de un Apocalipsis que parece muy lejano desde las alturas de la torre de marfil... pero que se acerca, en parte, por la negligencia fiestera de las supuestas élites intelectuales.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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