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The Laundromat: Dinero sucio

Intriga. Thriller. Comedia Una viuda (Meryl Streep) investiga un fraude al seguro. Todas las pistas conducen a dos abogados de Ciudad de Panamá (Gary Oldman y Antonio Banderas) que se benefician de las lagunas del sistema financiero mundial.... Película sobre los llamados "papeles de Panamá", investigación periodística del 2017 en la que tras un filtración de un despacho de abogados se desveló que importantes personalidad mundiales tenían patrimonio no declarado ... [+]
Mi asquerosa lavandería
En el desierto de Nevada, asistimos a una función singular. Dos hombres, disfrazados con unos trajes cuyo coste bien podría duplicar mis ingresos anuales, están impartiendo una clase de economía para dummies. Pura propaganda, vaya. La arrogancia y prepotencia de sus andares, gestos corporales y sonrisas, les delata como esos supuestos maestros del universo, garantes de la buena salud de ese combustible que, en teoría, alimenta al mundo en el que vivimos. Tanto el uno como el otro, salta a la vista, viven por y para el dinero, esa promesa de bienestar que en realidad no es más que ruina humana.

Y ahí que van, mirando a cámara sin ningún atisbo de pudor, clavando sus ojos en la pobre ignorancia de un rebaño (nosotros) que debe ser evangelizando. Iluminado (hasta cegarlo) en la fe de este dios de infinitos nombres. Unos lo llaman Dollar, otros Euro, otros Yen y otros Yuan. Todos coinciden, esto sí, en este deseo incontrolable e insaciable de manosearlo, amasarlo... o en su defecto, de controlar su flujo a través de enrevesadísimos algoritmos. Sigue la exposición, y se aguanta un plano que no se cortará hasta que no haya terminado la secuencia.



Una carta de presentación que nos lleva desde la aridez de la intemperie al lujo desbordante y hortera de un club nocturno. Por el camino, esa tan reverenciada divinidad, ha pasado del papel al digital, confirmándose así como la entidad espiritual que, seguramente, siempre fue. Así arranca ‘The Laundromat: Dinero sucio’, deliciosa asociación de Steven Soderbergh con las fuerzas del mal. Esta producción de Netflix, al fin y al cabo, pretende dar voz a las caras visibles de uno de los escándalos desgraciadamente más definitorios de nuestros tiempos.

Los dos cretinos de la apertura, por cierto, eran ni más ni menos que las representaciones de Jürgen Mossack y Ramón Fonseca Mora, ilustres abogados (por ejemplo) detrás de los “Papeles de Panamá”, esa bomba periodística que ahora vuelve a estallar en forma de inspiradísimo dispositivo cinematográfico. Manejando los hilos está, al fin y al cabo, uno de los maestros de la era digital. De esas imágenes cuya naturaleza intangible nos obliga, por lo menos, a replantearnos la veracidad de todo lo que vemos y, ya puestos, oímos. Traducido al caso que ahora mismo nos ocupa, aquellos triunfadores que tenían que mostrarnos el camino al éxito, no son más que un atajo de charlatanes. Unos estafadores, vaya.



Soderbergh, tan amigo y conocedor de las mentiras, busca siempre su compañía, pero no para darles la razón, sino al contrario, para exponer y reírse de sus miserias (morales). Tomando su palabra, compra la idea de que el dinero es, en efecto, ese ser supremo que nos emparenta a todos. O si se prefiere, ese virus de cuyo contagio nadie está a salvo. Así empieza a correr, como la pólvora, una historia de historias que, tomando la referencia de la muy pertinente teoría del caos, se comporta, si se me permite, como un “efecto moneyposa”.

En una tranquila localidad costera, una pareja de ancianos se dispone a hacer una travesía en ferry. La pequeña embarcación se pone en marcha, y su capitán se entretiene repasando la célebre historia de naufragios de la costa por la que están navegando... Hasta que irónicamente, una ola impacta en el lateral del barco. Con tan mala suerte, que éste vuelca, causando la muerte de uno de los ancianos. Un accidente; un suceso imprevisible de una providencia que, esto sí, tiene muy claro hacia dónde se dirige.



A partir de ahí, la anciana superviviente decide tirar del hilo, y claro, el castillo de naipes empieza a derrumbarse. En un abrir y cerrar de ojos, se levanta un torbellino incontenible de cláusulas en unas pólizas cuyo ininteligible redactado (algo en lo que el director de ‘¡El soplón!’ o ‘High Flying Bird’, tiene que sentirse muy a gusto) esconde una verdad insostenible. Intolerable. Soderbergh, siempre clarividente, la detecta entre tanto humo, y la desenmascara. Lo hace siguiendo, por todo el mundo, el rastro pestilente de un dinero que de ninguna manera puede limpiarse del todo. Porque sucias están las manos que lo han tocado, y aún más sucios son los principios que rigen sus patéticas existencias.

Visto el páramo ético por el que se mueve, ‘The Laundromat: Dinero sucio’ se ve a sí misma con la superioridad necesaria para juzgar a sus personajes. Lo mejor es que se trata de una película claramente empeñada en hacernos partícipes de dicho proceso. Los actores, plenamente conscientes de la simulación en la que andan metidos, dan la vuelta al engaño y lo usan para librarnos de la ignorancia (o peor, del olvido). Siguen las miradas a cámara, pero ahora para increparnos. Para que despertemos a golpe de carcajada, y para que después, reavivemos esa indignación sin la cual no se puede poner a freno a este grotesco desenfreno.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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