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Star Wars: El ascenso de Skywalker

Ciencia ficción. Aventuras. Fantástico. Acción Un año después de los eventos de "Los últimos Jedi", los restos de la Resistencia se enfrentarán una vez más a la Primera Orden, involucrando conflictos del pasado y del presente. Mientras tanto, el antiguo conflicto entre los Jedi y los Sith llegará a su clímax, lo que llevará a la saga de los Skywalker a un final definitivo. Final de la trilogía iniciada con "El despertar de la Fuerza". (FILMAFFINITY)
El digno adiós
Mantener al "fandom" contento es una tarea casi imposible. Y no parece que las cosas vayan a cambiar ante la despedida de "Star Wars". La polémica está casi en su esencia desde su resurrección por parte de George Lucas en 1999, 16 años después de "El retorno del Jedi". Los episodios I, II y III revolucionaron a los fans y acumularon unos cuantos aciertos y muchos disparates. Desde la creación de ese mal sueño llamado Jar Jar Binks o la insensatez de mostrar al maestro Yoda luchando con una espada láser hasta el memorable y negrísimo momento del nacimiento de Darth Vader, Lucas agitó hasta el paroxismo a los seguidores de la franquicia.

Y en esas estábamos cuando llegó JJ Abrams para alborotar un poco más la cosa con "El despertar de la Fuerza", una película que enarbolaba el placer del reconocimiento y que se aferraba al lampedusiano "que todo cambie para que todo siga igual". El "fandom" se enterneció y se irritó a partes iguales. Pero Rian Johnson zarandeó aún más la coctelera con "Los últimos Jedi", una película febril y apasionada que parecía más un punto culminante que la parte central de una trilogía, más una obra de autor que un calculado 'blockbuster', más una oda a la ingenuidad de las primeras entregas que una convulsión posmoderna.



Pues bien. JJ Abrams retoma el mando, como director y guionista, de la última entrega de la franquicia. Difícil lo tenía, desde luego. Y ha salido airoso del reto, vaya por delante. ¿Ha arriesgado Abrams? Poco. ¿Ha afianzado aciertos y eliminado errores? Sí. Entre los aciertos, destaca la ligera pérdida de protagonismo de John Boyega frente a Oscar Isaac, la firmeza de un guion que, guste más o menos, sabe a conciencia hacia donde se dirige y no se desvía de su camino, el entusiasmo narrativo que muestra Abrams en las secuencias íntimas situadas fuera de las batallas galácticas… Y la dominante presencia de Daisy Ridley que, ahora sí, se aferra al personaje de Rey para otorgarle una apostura y una solidez extraordinarias. Y no anda muy lejos Adam Driver, capaz de mostrar la intimidad de Kylo Ren con una mirada, con un gesto.

Abrams ama a la franquicia, de eso no cabe duda. Por descontado, es un director imprevisible, errático en muchas ocasiones, y con dificultades a la hora de marcar el tempo de la acción, de manejar los acelerones y las demoras que requiere una trama como esta, desgajada en varias acciones paralelas que han de unirse en el tramo final. Bien, eso es más que sabido. Pero también es un cineasta apasionado, visceral. Y más allá de sus debilidades, "El ascenso de Skywalker", gracias a la apuesta de Abrams, se rodea de un cierto aire clásico, de una cierta idea de regreso a un terreno que nunca se debió abandonar. Se percibe en la elegancia y la precisión de sus imágenes y en la delicadeza con la que se muestra el retorno de algunos antiguos personajes (alguno de ellos, imprevisible).

Desde los gloriosos días de "La guerra de las galaxias" no se veía un "Star Wars" tan empapado de emotividad. El último tercio de “El ascenso de Skywalker” enternecerá al más reacio y Abrams se entrega a una vuelta a los orígenes sin engolar la voz, sin un solo aspaviento, con la alegría de un fan que puede jugar con sus personajes e iconos favoritos y que se puede permitir que regrese la legendaria nave Ala-Y de Luke Skywalker o realizar una excursión hasta las mismas entrañas de la Estrella de la Muerte (el duelo con espadas láser que mantienen en sus desvencijados restos Rey y Kyro se convierte en una de las mejores secuencias de las nueve entregas. Y su culminación, uno de los instantes más turbadores del cine reciente).



Gracias a un McGuffin en toda regla (la piedra que guarda la ruta que ha de conducir a Rey hasta el planeta Exogol, la tierra de los Sith, donde se intuye que se tendrá lugar la batalla final), la obra mueve a los personajes de astro en astro y acumula peripecias, casi en secuencias desligadas unas de otras, como si se tratase de "minipelículas" dentro del relato, que funcionan con vida propia gracias al dinamismo y al sentido de la síntesis expresiva que acierta a exhibir Abrams (habitualmente más dado a las digresiones que a lo sintético). También es cierto que a la película le cuesta respirar entre sus escenas de acción, como si no confiase demasiado en la enjundia de sus personajes, y hace bien en algunos casos, ya que no pasan de ser meras marionetas, pero se echa de menos una mayor presencia de diálogos entre Rey Y Kyro, más aún cuando se anuncias algunas posibles grietas en la personalidad de Rey que pasan a mejor vida con demasiada comodidad).

Dicho todo esto, Star Wars", al menos tras el batiburrillo creado en la segunda trilogía (la primera según la cronología interna) y después de los bandazos dados entre Abrams y Johnson, sin decidirse por ninguna línea, tiene el cierre más épico, lírico y expresivo al que puede aspirar. El respeto hacia los personajes queda patente, así como, quizás demasiado, la intención de reconciliarse con los seguidores más aguerridos. Si en la idea original de Lucas estaba presente la apuesta por la aventura, la fantasía y el cine como "fábrica de sueños", su sustancia está acatada en un desenlace que quiere manejarse entre lo sentido y lo deferente. Y también lo místico: no otra cosa representan los Jedi.



42 años después de "La guerra de las galaxias", esa película que muchos vimos como tal, para descubrir después que era un "Episodio IV" al que se le añadía la coletilla de "Una nueva esperanza", ningún espectador es el mismo. Ya no estamos en aquella galaxia muy, muy lejana. Ya no soñamos como soñábamos antes. Ni siquiera lo harán quienes se engancharon al asunto en 1999. Y tampoco es el mismo el propio cine. De modo que no conviene juzgar las cosas con la mirada de entonces. Y casi, ni siquiera con la de ahora, sino con una suerte de inspección global que pueda analizar una serie de películas con más de 40 años de vida, pero con 19 años de silencio entre medias. Y que empezó con un autor y termina con otro, ambos con ideas cinematográficas de lo más dispares. Una mirada que podrá ser más o menos generosa, pero que debe dividirse entre lo emocional y lo crematístico, entre la tolerancia y la exigencia.

Y atención al último minuto de "El ascenso de Skywalker", un momento de absoluta inspiración, de arrebatada emotividad, pero de asumida calma, que exprimirá el corazón de los espectadores adolescentes que, en un lejano 1977, abrieron los ojos ante una pantalla desde la que lanzaba una aventura sin límites…
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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