Una vez más los Hnos Dardenne fieles a si mismos, con sus técnicas de rodaje, casting y guión pulidas y perfeccionadas hasta la extenuación, para que la diferencia entre ficción y realidad sea inapreciable. Naturalismo cinematográfico obsesivo, sin artificio alguno y con una inquietante sinceridad que, como siempre que aparece, hace huir a la comercialidad por la ventana.

El rápido crecimiento de la semilla del radicalismo islámico instalada en el cerebro de un niño musulmán y belga, que está a punto de traspasar la raya sin retorno de la adolescencia, da para un estudio antropológico sobre las causas y razones (mejor sinrazones) de que una criatura que hace dos meses solo tenía en la cabeza tácticas de vídeo juego y despreocupación absoluta, hoy tenga el cerebro carcomido por versos coránicos, afanes imparables de lavar con sangre de infieles los pecados propios y por un rápido sumario de méritos que le trasladen a la puerta del martirologio.

Por suerte, a pesar de lo delicado del asunto los hay que siguen intentando que la cordura prevalezca y que venzan los valores de la libertad y el amor a los fríos dogmas y a las interpretaciones religiosas interesadas. Jean-Pierre y Luc muestran algunos seres nobles en su film, ellos deben incluirse.