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Voto de Endik Larsson:
8
7,2
1.862
Thriller. Drama. Romance
México, 1949. Coral Fabre, una enfermera de pacientes terminales que lucha por sacar adelante a sus dos hijos, sueña con la imagen de Charles Boyer. En el consultorio del corazón de una de las revistas que acostumbra a leer, encuentra un anuncio de un tal Nicolás Estrella que presume de su parecido con el popular actor francés y que se presenta como un "Caballero español en busca de relación sentimental". Coral decide escribirle... ... [+]
19 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Profundo Carmesí" es una patética historia de amor entre dos personajes patéticos y llenos de miedo, entre dos monstruos psicológicos que encontrarán el uno en el otro a su media naranja grotesca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Los personajes de PROFUNDO CARMESÍ son personajes enfermizos y patéticos, llenos de prejuicios e inseguridades en sí mismos. Coral es una mujer fea, obesa, celosa hasta el punto de no dudar en matar a cuantas posibles rivales se le aparezcan por el camino, o necesitada de un amor y un cariño hasta el extremo de abandonar a sus dos hijos por estar con su amado.
Nicolás es un estafador de poca monta, un perdedor; un hombre atacado por migrañas que no son más que una exteriorización de la repulsión que siente por él mismo. Un ser humano que se siente un mono sin su peluquín pues “vivo de mi cara” como él mismo dice (sic). Nicolás encontrará en Coral a la mujer perfecta, una relación basada en el autocompadecimiento de su monstruosidad psicológica.
La única manera de relacionarse con el resto del mundo es a base de engaños, de ocultamiento constante de su verdadera identidad y sobre todo, a base de violencia.
El título PROFUNDO CARMESÍ ya deja entrever que el color rojo de la sangre será de vital importancia en el devenir de la película. Los personajes se mueven por unos paisajes que van evolucionando de más civilizados a más desérticos y apartados, a medida que su viaje físico y mental va entrando cada vez más en un punto sin retorno, apoyado por una fotografía terrosa y seca de Guillermo Granillo, desgastada como la vida de ambos personajes.
El patetismo de los dos personajes viene muy bien definido desde el principio por la puesta en escena de Arturo Ripstein a través de apuntes no exentos de cierta ironía malévola: Coral se pinta el nombre de Charles Boyer en su pecho al inicio del film con un pintalabios de color rojo, y quiere que uno de los vecinos a los que ofrece sus inyecciones le lama ese mismo pecho; cuando éste se niega, Coral comienza a darle la inyección de manera violenta (anticipando el carácter violento de la mujer cuando se siente rechazada/apartada). De este mismo sentido irónicamente malévolo, son las dos secuencias a mí entender más logradas del film: la de la primera víctima Juanita Norton, cuyo encuentro se produce en un local de carretera, solitario, en el que sólo están los tres personajes más una camarera siempre en sombras, mientras bailan tangos y dialogan de sus penas y miserias (Juanita Norton acabará siendo asesinada por Coral con matarratas); y sobre todo la secuencia con Irene Gallardo (genial Marisa Paredes), que se casará con Nicolás bajo el rito de emergencia ni más ni menos que en un cementerio (sic), anticipando su final, una mujer profundamente religiosa, que acabará siendo asesinada por Coral a golpes usando una estatua de yeso de la virgen María.
Son también asimismo notables algunos apuntes de uso de luz que apoyan los miedos de los personajes: Juanita Norton cubre la luz con un fular porque resalta la vejez de su edad, a pesar de que intenta con su comportamiento parecer vivaz y juvenil. O Coral que hace lo mismo antes de ahogar a la niña en la bañera poco antes del final, diciendo “qué luz tan fea”. A los personajes les gustaría vivir en la oscuridad para que nadie pudiera descubrir lo grotesco de su fisicidad ni de sus actos.
Arturo Ripstein nos lleva en este homenaje al cine noir a través de las desérticas carreteras de México de la mano de Coral y Nicolás utilizando a menudo planos secuencia larguísimos, en una road movie de sangre y celos hacia un destino marcado: Coral y Nicolás serán ejecutados por la policía en un paraje inhóspito, y permanecerán unidos para siempre por la sangre.
Nicolás es un estafador de poca monta, un perdedor; un hombre atacado por migrañas que no son más que una exteriorización de la repulsión que siente por él mismo. Un ser humano que se siente un mono sin su peluquín pues “vivo de mi cara” como él mismo dice (sic). Nicolás encontrará en Coral a la mujer perfecta, una relación basada en el autocompadecimiento de su monstruosidad psicológica.
La única manera de relacionarse con el resto del mundo es a base de engaños, de ocultamiento constante de su verdadera identidad y sobre todo, a base de violencia.
El título PROFUNDO CARMESÍ ya deja entrever que el color rojo de la sangre será de vital importancia en el devenir de la película. Los personajes se mueven por unos paisajes que van evolucionando de más civilizados a más desérticos y apartados, a medida que su viaje físico y mental va entrando cada vez más en un punto sin retorno, apoyado por una fotografía terrosa y seca de Guillermo Granillo, desgastada como la vida de ambos personajes.
El patetismo de los dos personajes viene muy bien definido desde el principio por la puesta en escena de Arturo Ripstein a través de apuntes no exentos de cierta ironía malévola: Coral se pinta el nombre de Charles Boyer en su pecho al inicio del film con un pintalabios de color rojo, y quiere que uno de los vecinos a los que ofrece sus inyecciones le lama ese mismo pecho; cuando éste se niega, Coral comienza a darle la inyección de manera violenta (anticipando el carácter violento de la mujer cuando se siente rechazada/apartada). De este mismo sentido irónicamente malévolo, son las dos secuencias a mí entender más logradas del film: la de la primera víctima Juanita Norton, cuyo encuentro se produce en un local de carretera, solitario, en el que sólo están los tres personajes más una camarera siempre en sombras, mientras bailan tangos y dialogan de sus penas y miserias (Juanita Norton acabará siendo asesinada por Coral con matarratas); y sobre todo la secuencia con Irene Gallardo (genial Marisa Paredes), que se casará con Nicolás bajo el rito de emergencia ni más ni menos que en un cementerio (sic), anticipando su final, una mujer profundamente religiosa, que acabará siendo asesinada por Coral a golpes usando una estatua de yeso de la virgen María.
Son también asimismo notables algunos apuntes de uso de luz que apoyan los miedos de los personajes: Juanita Norton cubre la luz con un fular porque resalta la vejez de su edad, a pesar de que intenta con su comportamiento parecer vivaz y juvenil. O Coral que hace lo mismo antes de ahogar a la niña en la bañera poco antes del final, diciendo “qué luz tan fea”. A los personajes les gustaría vivir en la oscuridad para que nadie pudiera descubrir lo grotesco de su fisicidad ni de sus actos.
Arturo Ripstein nos lleva en este homenaje al cine noir a través de las desérticas carreteras de México de la mano de Coral y Nicolás utilizando a menudo planos secuencia larguísimos, en una road movie de sangre y celos hacia un destino marcado: Coral y Nicolás serán ejecutados por la policía en un paraje inhóspito, y permanecerán unidos para siempre por la sangre.