17 de noviembre de 2017
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“El último rey de Escocia” viene marcada y limitada por una serie de elementos de partida: un director que no destacó especialmente por su capacidad narrativa, que la película gira en torno a la figura de Forest Whitaker hasta olvidar el eje cronístico, y que ofrece una supuesta historia que cuesta creer que esté basada en hechos reales tal y como se exponen. Con estos ingredientes asistimos a un film que por momentos se olvida de hacer cine, aunque resulta tan ameno como aparentemente alejado de la concepción inicial del mismo.
Si la cinta tiene un nivel aceptable de entretenimiento es gracias al esquema simplista del que parte. Con una estructura lineal, que no juega a inmiscuirse en la profundidad del asunto, logra adoptar una visión tranquila de los acontecimientos, de ligero resultado. No cabe duda de que Forest Whitaker está inconmensurable, pero carga demasiado con el peso de una obra que navega a medio camino de la comedia y el drama sin llegar a tomarse demasiado en serio. Si Macdonald quiso realizar una cinta política, se olvidó de comentar las causas, las consecuencias, así como el entorno social y económico en el que se enmarca. Una lástima, si tenemos en cuenta de lo que pudo resultar y lo que ha terminado siendo.
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