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Voto de Donald Rumsfeld:
6
2008
Vince Gilligan (Creador), Michelle MacLaren ...
8.8
104,479
Serie de TV. Thriller. Drama
Serie de TV (2008-2013). 5 temporadas. 62 episodios. Tras cumplir 50 años, Walter White (Bryan Cranston), un profesor de química de un instituto de Albuquerque, Nuevo México, se entera de que tiene un cáncer de pulmón incurable. Casado con Skyler (Anna Gunn) y con un hijo discapacitado (RJ Mitte), la brutal noticia lo impulsa a dar un drástico cambio a su vida: decide, con la ayuda de un antiguo alumno (Aaron Paul), fabricar anfetaminas ... [+]
13 de marzo de 2015
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Breaking Bad tiene un punto de partida y un desarrollo posterior extraordinariamente similar al de Lost o al de la mayor parte del cine mainstream; no es tanto una cuestión argumental como una cuestión formal: ambas series han sido -diseñadas- con un objetivo en mente, el más habitual: captar al mayor número posible de telespectadores, sin importar sexo, nivel cultural (no mucho), estado civil o nacionalidad, y "engancharlos" a cualquier precio. Y, por eso mismo, ambas son "series para las masas" que raramente se atreven a desafiar al espectador en terrenos morales, argumentales o formales; lo cual las diferencia radicalmente de otras como The Wire, The Sopranos o Deadwood (quizás la serie mas brutalmente anticomercial filmada por una gran productora en los EUA).
Ya desde el primer capítulo queda claro que el mecanismo fundamental para "enganchar" al espectador será el más accesible de cuantos hay: la empatía (o su ausencia) hacia los diferentes personajes que la irán poblando. Por si quedaran dudas se nos cuenta que el personaje principal es un profesor, alguien con quien el espectador/consumidor se puede identificar de entrada, que, además, tiene una enfermedad grave y muy común. La premisa es la siguiente: un tipo normal, alguien de la "clase media" atrapado en una situación de alto voltaje emocional que promueve la identificación con él desde el primer minuto, mediante una estructura de thriller dramático con, inevitablemente, altas dosis de manipulación emocional. Resumiendo: suspense más empatía; thriller más identificación. Nada nuevo bajo el sol.
Lo novedoso de la serie, su gran logro, ay, apenas explotado, es que ese personaje de "clase media" en realidad no es tal. A la hora de la verdad, pese a todo el poderío tecnológico-militar estadounidense (vive al lado de Los Álamos...), cuando llega la enfermedad no puede costarse el tratamiento, quedando así manifiesto el abandono, la vulnerabilidad y la desprotección de los individuos estadounidenses (que no ciudadanos...) ante sucesos elementales (llámese Katrina o Cáncer) de "fácil" tratamiento. Por momentos la serie muestra clara y repetidamente que la "clase media" ha desparecido -si es que alguna vez existió como tal y no como simple negación de la propia lucha de clases. Y afirma implícitamente que si no lo puedes pagar, aunque hayas sacrificado noblemente tu talento en aras de llevar la educación, ¿y qué puede haber más noble?, al pueblo, por lo demás tampoco muy interesado, te mures y punto. Es decir, si no tienes dinero, aunque existan los medios, te jodes y agonizas. Lo mismo da si eres estadounidense que bosquimano. Si no tienes dinero, no existes.
Poseo luego existo. Domino luego soy. Conocer es dominar. Conocer es poder. Todos los personajes relevantes de la serie, incluido el protagonista, viven atrapados explícitamente bajo este absurda concepción del ser como tener y el conocimiento como dominación. Una vez curado, el profesor sigue en el negocio porque descubre que así sí es alguien, que así sí se le respeta (obviamente aquí el motor implícito es la necesidad de autoaprobación de aquel que a pesar de estar desamparado ha sido convertido en el responsable de su destino...) Ni el profesor ni ninguno de los protagonistas de "clase media" (la serie, dado que funciona mediante la identificación, tampoco) atisban a ver que lo realmente pernicioso no es el hecho de fabricar drogas o consumirlas, si no los mecanismos que nos pueden empujar a ello, lo permiten y lo fomentan. Oh, Álvaro Uribe. Oh, El pentágono. Oh, The Wire...
Así la serie queda lastrada en este punto por su escrupulosa moral de "clase media", y, como consecuencia, frecuentemente personajes y situaciones rozan el ridículo más hollywoodiense. Las drogas son malas porque sí. Las fuerzas de seguridad, personificadas en el absolutamente inverosímil e incorruptible concuñado (más propio de una novela de Victor Hugo que del siglo XXI), se encargan, estos sí, de "protegernos" noblemente, y de esto sí, de semejantes "perversiones". La propia familia del protagonista se niega en redondo a aceptar la actuación de él. Lo malo es aquí un absoluto sin el más rudimentario gris. Oh, The Sopranos. Oh, The Wire...
Ya desde el primer capítulo queda claro que el mecanismo fundamental para "enganchar" al espectador será el más accesible de cuantos hay: la empatía (o su ausencia) hacia los diferentes personajes que la irán poblando. Por si quedaran dudas se nos cuenta que el personaje principal es un profesor, alguien con quien el espectador/consumidor se puede identificar de entrada, que, además, tiene una enfermedad grave y muy común. La premisa es la siguiente: un tipo normal, alguien de la "clase media" atrapado en una situación de alto voltaje emocional que promueve la identificación con él desde el primer minuto, mediante una estructura de thriller dramático con, inevitablemente, altas dosis de manipulación emocional. Resumiendo: suspense más empatía; thriller más identificación. Nada nuevo bajo el sol.
Lo novedoso de la serie, su gran logro, ay, apenas explotado, es que ese personaje de "clase media" en realidad no es tal. A la hora de la verdad, pese a todo el poderío tecnológico-militar estadounidense (vive al lado de Los Álamos...), cuando llega la enfermedad no puede costarse el tratamiento, quedando así manifiesto el abandono, la vulnerabilidad y la desprotección de los individuos estadounidenses (que no ciudadanos...) ante sucesos elementales (llámese Katrina o Cáncer) de "fácil" tratamiento. Por momentos la serie muestra clara y repetidamente que la "clase media" ha desparecido -si es que alguna vez existió como tal y no como simple negación de la propia lucha de clases. Y afirma implícitamente que si no lo puedes pagar, aunque hayas sacrificado noblemente tu talento en aras de llevar la educación, ¿y qué puede haber más noble?, al pueblo, por lo demás tampoco muy interesado, te mures y punto. Es decir, si no tienes dinero, aunque existan los medios, te jodes y agonizas. Lo mismo da si eres estadounidense que bosquimano. Si no tienes dinero, no existes.
Poseo luego existo. Domino luego soy. Conocer es dominar. Conocer es poder. Todos los personajes relevantes de la serie, incluido el protagonista, viven atrapados explícitamente bajo este absurda concepción del ser como tener y el conocimiento como dominación. Una vez curado, el profesor sigue en el negocio porque descubre que así sí es alguien, que así sí se le respeta (obviamente aquí el motor implícito es la necesidad de autoaprobación de aquel que a pesar de estar desamparado ha sido convertido en el responsable de su destino...) Ni el profesor ni ninguno de los protagonistas de "clase media" (la serie, dado que funciona mediante la identificación, tampoco) atisban a ver que lo realmente pernicioso no es el hecho de fabricar drogas o consumirlas, si no los mecanismos que nos pueden empujar a ello, lo permiten y lo fomentan. Oh, Álvaro Uribe. Oh, El pentágono. Oh, The Wire...
Así la serie queda lastrada en este punto por su escrupulosa moral de "clase media", y, como consecuencia, frecuentemente personajes y situaciones rozan el ridículo más hollywoodiense. Las drogas son malas porque sí. Las fuerzas de seguridad, personificadas en el absolutamente inverosímil e incorruptible concuñado (más propio de una novela de Victor Hugo que del siglo XXI), se encargan, estos sí, de "protegernos" noblemente, y de esto sí, de semejantes "perversiones". La propia familia del protagonista se niega en redondo a aceptar la actuación de él. Lo malo es aquí un absoluto sin el más rudimentario gris. Oh, The Sopranos. Oh, The Wire...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ridículo Hollywoodiense evidenciado por el propio proceso de identificación, proceso que no existe en, por ejemplo, The Sopranos, dado que pese a su simpatía Tony es siempre y ante todo un auténtico cabronazo sin escrúpulos (oh, Gandolfini); por las situaciones sacadas del cine de acción más convencional -ejemplo: el asalto del profesor con explosivos a la guarida de del traficante hacia el final de la primera temporada, los cristales reventando, el previsible "diálogo"- o el interminable elenco de mediocres personajes incapaces de entender lo que tienen frente a sí. Respecto al propio personaje central, a pesar de que se nos insiste en su genialidad, lo cierto es que salvo en los momentos tipo MacGyver (artefactos incluidos) tampoco parece muy avispado, es... artificialmente inteligente: un estereotipo de inteligencia que la "clase media" puede reconocer automáticamente como -joder que tío más listo-, pero no lo suficientemente inteligente como para que sus motivos se le escapen a nadie... lo cual da lugar a diálogos supuestamente reveladores que en verdad no son más que la confirmación de lo que todo espectador ya sabía de antemano, por lo que los espectadores sólo esperan la gratificante confirmación de lo que ya se sabía para poder jactarse de lo listos que son ellos a su vez.
Claro que al lado de su adlátere, un wasp entre cuyas aficiones destacan los videojuegos tipo shooter y el hip-hop y cuyo mayor activo frente al espectador es ser guapito de cara y tener "buen corazón": es decir, que a pesar de fabricar metanfetamina para un Cartel internacional siente muchos remordimientos porque un día asesinan un niño frente a él. Él nunca lo haría así, a sangre fría, prefiere métodos más lentos y dolorosos... Sí, frente a él o su concuñado o su mujer o qué decir de su hijo, cuya felicidad consiste en tener un coche potente (como resultado tanto del intensivo condicionamiento social, el cual es aplaudido por la serie -la razón para devolverlo es que puede delatarles...- como de un mecanismo para sobrecompensar su minusvalía), en efecto, frente a todos ellos es jodidamente inteligente.
En los apartados técnicos e interpretativos la serie tiene cierto nivel, extraordinario en los casos del profesor, el abogado y en determinados capítulos; y ciertos descensos abruptos como los de, por ejemplo y sobre todo, Aaron Paul, el cual, aún teniendo en cuenta que su guión no es ningún caramelo -consiste en una sucesión de idas y vueltas intrascendentes en su relación con el personaje de Cranston -aunque seguramente esto se hubiera podido defender mejor si el bueno de Aaron tuviera algún talento interpretativo--, algo en plan melodrama rollo padre e hijo -su hijo natural en la serie es tan vulgar e idiota que hace esto inviable-, hace un interpretación exenta del más mínimo matiz o profundidad.
Quizá la mediocridad metanarrativa de la serie en ninguna parte se evidencia mejor que en su desenlace, en donde en vez de dejar morir dignamente al personaje en su soledad e incomprensión (esta hubiera sido la única salida auténtica y coherente con respecto a lo planteado) le tienen que convertir en un héroe-mártir y justificarlo ante el público.
Claro que al lado de su adlátere, un wasp entre cuyas aficiones destacan los videojuegos tipo shooter y el hip-hop y cuyo mayor activo frente al espectador es ser guapito de cara y tener "buen corazón": es decir, que a pesar de fabricar metanfetamina para un Cartel internacional siente muchos remordimientos porque un día asesinan un niño frente a él. Él nunca lo haría así, a sangre fría, prefiere métodos más lentos y dolorosos... Sí, frente a él o su concuñado o su mujer o qué decir de su hijo, cuya felicidad consiste en tener un coche potente (como resultado tanto del intensivo condicionamiento social, el cual es aplaudido por la serie -la razón para devolverlo es que puede delatarles...- como de un mecanismo para sobrecompensar su minusvalía), en efecto, frente a todos ellos es jodidamente inteligente.
En los apartados técnicos e interpretativos la serie tiene cierto nivel, extraordinario en los casos del profesor, el abogado y en determinados capítulos; y ciertos descensos abruptos como los de, por ejemplo y sobre todo, Aaron Paul, el cual, aún teniendo en cuenta que su guión no es ningún caramelo -consiste en una sucesión de idas y vueltas intrascendentes en su relación con el personaje de Cranston -aunque seguramente esto se hubiera podido defender mejor si el bueno de Aaron tuviera algún talento interpretativo--, algo en plan melodrama rollo padre e hijo -su hijo natural en la serie es tan vulgar e idiota que hace esto inviable-, hace un interpretación exenta del más mínimo matiz o profundidad.
Quizá la mediocridad metanarrativa de la serie en ninguna parte se evidencia mejor que en su desenlace, en donde en vez de dejar morir dignamente al personaje en su soledad e incomprensión (esta hubiera sido la única salida auténtica y coherente con respecto a lo planteado) le tienen que convertir en un héroe-mártir y justificarlo ante el público.