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Voto de Bolseiro:
7
29 de enero de 2019
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Vemos un poema hecho verso. Cada estrofa se cimienta en un concepto demoledor que se arraiga a cada secuencia. Cada rima es delimitada por esa cadencia visual llevada a cabo por la unión de planos y movimiento de cámara expresamente temporizados. Ese ritmo que imprime la secuenciación añade el toque de calidad al que Barry Jenkins nos tiene acostumbrados. Además, cada diálogo, bello e intenso, no deja de diversificar las sensaciones y sentimientos de sus personajes. Su error es haber nacido en esa época y en esas calles... Calles que le imprimen un Sino a sus habitantes y que con pesadumbrosa cadencia aguantan sobre sus hombros.
Sus protagonistas mezclan en sus distintas fases el horror, la esperanza y la sabiduría del que sufre. Con mayor o menor equidistancia, sus personajes transmiten toda esa fuerza, ese tesón e intensidad a un espectador deturpado por sus obligaciones impuestas. No por llevar al extremo la vivencia deja el sufrimiento de lado.
Además vivimos impávidos a un recital de belleza fotográfica y calidad formal en sus escenografías. Lo que hacen que la musicalidad pase de la partitura a la imagen y vuelva a la banda sonora reforzada.
Sus protagonistas mezclan en sus distintas fases el horror, la esperanza y la sabiduría del que sufre. Con mayor o menor equidistancia, sus personajes transmiten toda esa fuerza, ese tesón e intensidad a un espectador deturpado por sus obligaciones impuestas. No por llevar al extremo la vivencia deja el sufrimiento de lado.
Además vivimos impávidos a un recital de belleza fotográfica y calidad formal en sus escenografías. Lo que hacen que la musicalidad pase de la partitura a la imagen y vuelva a la banda sonora reforzada.