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Voto de Ferdydurke:
10
7.4
3,523
Romance. Drama
Stéphane y Maxime fabrican y reparan violines y otros instrumentos de cuerda. Un día Maxime le confiesa a su amigo que se ha enamorado de Camille, una joven y bella violinista. Los primeros encuentros entre Camille y Stéphane son fríos, pero poco a poco ella empieza a sentirse atraída por el frío e imperturbable socio de su novio. (FILMAFFINITY)
13 de octubre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Spoiler por falta de espacio más abajo)
Una presión.
Qué cabronada. Qué gozada. (Salvaje) Coitus interruptus. Perversidad en elegancia. Un muerto y un vivo contra la mujer. Cafés, violines y (¿no?) deseo a espuertas. Algunos diálogos son asombrosos y la malicia está presente todo el rato. Por otro lado, la creación de un cadáver como personaje no tiene precio, se ha canibalizado (a sí mismo), un diablo que ha venido desde el infierno (ángel frío del limbo) y que recuerda lo que era un ser humano y que quiere (¿volver a?) probar eso, pero no puede porque ya no siente ni padece, es una piedra, un témpano, hielo, un samurái, perfecto, el mejor Don Juan o Casanova que la (re)baja a ella, a la diosa (de la música y de la belleza), al amor como idea, la tira del pedestal, el mayor poder es el del no, el de la contención, el de la independencia, el de la indiferencia o falta de interés, algo parecido al desprecio, esa pereza o apatía, indolencia, preferiría no hacerlo, los muertos solo necesitan soledad, descanso, sosiego, el resto les es más o menos ajeno. Sobriedad, austeridad. Es un castrado, manso (esto no es cine español, no es Resines) por dentro, marcado/mancado, destruido, una silla, un helecho, un santo, un vampiro, sepulcro blanqueado, un vacío, un agujero, sediento de experiencias, pero desde lejos, solo como tanteo, ateo. El extranjero de Camus y El túnel de Sabato, Tántalo (Ghost. Más allá del amor, El fantasma y la señora Muir). Por eso es tan atrayente para ella, porque nada le importa (De Niro y Shepherd), porque por ella no mueve un dedo, porque no la necesita, solo juega, porque en ese sentido (la blanca nada sobre el horrible estrépito chisporroteo absurdo, ese afán inútil, gesto hueco, pose fútil) es el más fuerte, es la ventaja que tiene el no (ser) sobre el sí (a ver). Es fascinante el in crescendo amoroso, el cerco, cómo la doma o rinde somete, ese proceso implacable (de demolición, le quita toda la tontería, la pone firme, la enseña, se acabó la fiesta, la edad de la inocencia). Y está llena de pequeños detalles maravillosos, las apenas sonrisas de ella, sus miradas, su belleza arrebatadora, las de él, su atractivo gélido, ausente, pavorosamente hierático, la agente, la amiga (literatura, que no falte), el amigo borrachuzo moribundo (la charla que tienen al principio en casa de este también es magnífica; cómo ella le reta o desafía por primera vez -para que él reaccione, lo mide, lo sopesa, quiere ver de cerca el alcance de su posible grandeza o de su debilidad si la hubiera, y no puede lograrlo- y él, el que avisa no es traidor, se niega, se planta, no opina, no se moja, a la par que están hablando, sin decirlo tal cual, como si nada, de pasada, de puntillas, de lo divino y de lo humano, del posmodernismo que todo lo relativiza y desvalora o iguala, a ras de suelo, frente al clasicismo que pondera o clasifica, jerarquiza, canoniza, discrimina -Harold Bloom como Quijote/Ignatius Reilly luchando contra los elementos, contra la actualidad, los molinos de viento, las gigantes universidades americanas con sus estudios de género, raciales, coloniales, toda la lista de la compra, hasta el infinito y más allá, etcétera-, de la democracia o el antiguo régimen, de la cultura popular o las élites, todo eso en un liviano luminoso periquete), el chaval casadero meritorio..., el cine francés, altura de miras, rigorista, esa pretensión/ambición intelectual/humana llena de ligereza, sencillez, facilidad, hasta casi tal cual costumbrismo ralo.
Hay dos partes instantes alucinantes; cuando ella empieza a ver las orejas del lobo en la conversación en la que él niega la mayor, la amistad con Maxime (los sentimientos de ese tipo, palabras son solo para él, carcasas vacías, humo, vaho, fachada, estafa, no le dicen nada, engañosos términos) y, claro, cuando él la rechaza, en ese rato se cagan en todo el cine, toda su historia, yanqui (y casi mundial) en lo que al amor se refiere (semen retentum, venenum est, pobre espectador, cuánto sadismo, enorme gatillazo cinematográfico), le dan la vuelta, no me interesa, no puedo, no quiero, no vivo, estoy muerto, yo no soy tu lobo, ahí te dejo.
Y qué final, la muerte administrando muerte, no hay otra, y esa coraza/carcasa, la buena educación, las mejores formas hay que mantenerlas, la compostura, siempre, cuando coinciden los tres y son tan civilizados, pero ella está/sigue rota, no se ha recuperado (lo intenta, pero no puede, se refugia en su arte para olvidarse, pero es inútil, la herida -Herida de Louis Malle, otra película que tal baila, francesa, Francia, Descartes y Sade, Maldoror y Sartre, Genet y Bergson, Racine y Gide, a la vez, por ahí se les encuentra/mezcla, rareza, antagonía diabólica loca, sexo/muerte, amargura, acojona, hermosa, por el lado de la vida, bestia- sigue abierta, el golpe ha sido demasiado fuerte, seco, un héroe de nuestro tiempo, Lermontov, Nabokov) o repuesto, lo anhela (lo que nunca ha ocurrido), lo que pudo haber sido y es imposible, no fue, no se puede amar/follar lo que no vive, un cuero sin espíritu, una tumba sin nombre.
La muerte y la doncella. ¿Por qué él es así? Porque está retrasado, exacto, se le fue el tren, la vida se fue corriendo como alma que lleva el diablo, por otro lado, está en otra parte, paradero desconocido, pasó de lejos, de largo, él va por la otra orilla, la laguna Estigia, y ya no hay marcha atrás, salida, no se puede detener la flecha, el ferrocarril en marcha, ya partió pasó, todo, hay que dejarlo estar, pero a veces sueña que está vivo y por eso se acerca a ella, reminiscencia (o no, o fueron solo Las amistades peligrosas, pura jodienda, vicio nefando, el único poder que tiene es el de destrucción, ángel exterminador, aniquilar lo que no puede tener, lo más deseado bello -pisotearlo- matarlo para que nadie lo disfrute, para que así se acerque a su mismo fantasmal/espectro estado, eso).
O quizás se ha (cerrado con candado) protegido por su demasiada sensibilidad y orgullo, afán de control,
Una presión.
Qué cabronada. Qué gozada. (Salvaje) Coitus interruptus. Perversidad en elegancia. Un muerto y un vivo contra la mujer. Cafés, violines y (¿no?) deseo a espuertas. Algunos diálogos son asombrosos y la malicia está presente todo el rato. Por otro lado, la creación de un cadáver como personaje no tiene precio, se ha canibalizado (a sí mismo), un diablo que ha venido desde el infierno (ángel frío del limbo) y que recuerda lo que era un ser humano y que quiere (¿volver a?) probar eso, pero no puede porque ya no siente ni padece, es una piedra, un témpano, hielo, un samurái, perfecto, el mejor Don Juan o Casanova que la (re)baja a ella, a la diosa (de la música y de la belleza), al amor como idea, la tira del pedestal, el mayor poder es el del no, el de la contención, el de la independencia, el de la indiferencia o falta de interés, algo parecido al desprecio, esa pereza o apatía, indolencia, preferiría no hacerlo, los muertos solo necesitan soledad, descanso, sosiego, el resto les es más o menos ajeno. Sobriedad, austeridad. Es un castrado, manso (esto no es cine español, no es Resines) por dentro, marcado/mancado, destruido, una silla, un helecho, un santo, un vampiro, sepulcro blanqueado, un vacío, un agujero, sediento de experiencias, pero desde lejos, solo como tanteo, ateo. El extranjero de Camus y El túnel de Sabato, Tántalo (Ghost. Más allá del amor, El fantasma y la señora Muir). Por eso es tan atrayente para ella, porque nada le importa (De Niro y Shepherd), porque por ella no mueve un dedo, porque no la necesita, solo juega, porque en ese sentido (la blanca nada sobre el horrible estrépito chisporroteo absurdo, ese afán inútil, gesto hueco, pose fútil) es el más fuerte, es la ventaja que tiene el no (ser) sobre el sí (a ver). Es fascinante el in crescendo amoroso, el cerco, cómo la doma o rinde somete, ese proceso implacable (de demolición, le quita toda la tontería, la pone firme, la enseña, se acabó la fiesta, la edad de la inocencia). Y está llena de pequeños detalles maravillosos, las apenas sonrisas de ella, sus miradas, su belleza arrebatadora, las de él, su atractivo gélido, ausente, pavorosamente hierático, la agente, la amiga (literatura, que no falte), el amigo borrachuzo moribundo (la charla que tienen al principio en casa de este también es magnífica; cómo ella le reta o desafía por primera vez -para que él reaccione, lo mide, lo sopesa, quiere ver de cerca el alcance de su posible grandeza o de su debilidad si la hubiera, y no puede lograrlo- y él, el que avisa no es traidor, se niega, se planta, no opina, no se moja, a la par que están hablando, sin decirlo tal cual, como si nada, de pasada, de puntillas, de lo divino y de lo humano, del posmodernismo que todo lo relativiza y desvalora o iguala, a ras de suelo, frente al clasicismo que pondera o clasifica, jerarquiza, canoniza, discrimina -Harold Bloom como Quijote/Ignatius Reilly luchando contra los elementos, contra la actualidad, los molinos de viento, las gigantes universidades americanas con sus estudios de género, raciales, coloniales, toda la lista de la compra, hasta el infinito y más allá, etcétera-, de la democracia o el antiguo régimen, de la cultura popular o las élites, todo eso en un liviano luminoso periquete), el chaval casadero meritorio..., el cine francés, altura de miras, rigorista, esa pretensión/ambición intelectual/humana llena de ligereza, sencillez, facilidad, hasta casi tal cual costumbrismo ralo.
Hay dos partes instantes alucinantes; cuando ella empieza a ver las orejas del lobo en la conversación en la que él niega la mayor, la amistad con Maxime (los sentimientos de ese tipo, palabras son solo para él, carcasas vacías, humo, vaho, fachada, estafa, no le dicen nada, engañosos términos) y, claro, cuando él la rechaza, en ese rato se cagan en todo el cine, toda su historia, yanqui (y casi mundial) en lo que al amor se refiere (semen retentum, venenum est, pobre espectador, cuánto sadismo, enorme gatillazo cinematográfico), le dan la vuelta, no me interesa, no puedo, no quiero, no vivo, estoy muerto, yo no soy tu lobo, ahí te dejo.
Y qué final, la muerte administrando muerte, no hay otra, y esa coraza/carcasa, la buena educación, las mejores formas hay que mantenerlas, la compostura, siempre, cuando coinciden los tres y son tan civilizados, pero ella está/sigue rota, no se ha recuperado (lo intenta, pero no puede, se refugia en su arte para olvidarse, pero es inútil, la herida -Herida de Louis Malle, otra película que tal baila, francesa, Francia, Descartes y Sade, Maldoror y Sartre, Genet y Bergson, Racine y Gide, a la vez, por ahí se les encuentra/mezcla, rareza, antagonía diabólica loca, sexo/muerte, amargura, acojona, hermosa, por el lado de la vida, bestia- sigue abierta, el golpe ha sido demasiado fuerte, seco, un héroe de nuestro tiempo, Lermontov, Nabokov) o repuesto, lo anhela (lo que nunca ha ocurrido), lo que pudo haber sido y es imposible, no fue, no se puede amar/follar lo que no vive, un cuero sin espíritu, una tumba sin nombre.
La muerte y la doncella. ¿Por qué él es así? Porque está retrasado, exacto, se le fue el tren, la vida se fue corriendo como alma que lleva el diablo, por otro lado, está en otra parte, paradero desconocido, pasó de lejos, de largo, él va por la otra orilla, la laguna Estigia, y ya no hay marcha atrás, salida, no se puede detener la flecha, el ferrocarril en marcha, ya partió pasó, todo, hay que dejarlo estar, pero a veces sueña que está vivo y por eso se acerca a ella, reminiscencia (o no, o fueron solo Las amistades peligrosas, pura jodienda, vicio nefando, el único poder que tiene es el de destrucción, ángel exterminador, aniquilar lo que no puede tener, lo más deseado bello -pisotearlo- matarlo para que nadie lo disfrute, para que así se acerque a su mismo fantasmal/espectro estado, eso).
O quizás se ha (cerrado con candado) protegido por su demasiada sensibilidad y orgullo, afán de control,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... por fragilidad y soberbia, por incapacidad y torpeza, delicadeza, para diferenciarse de los demás, por miedo al mundo, a la vulgaridad, a la disolución en los otros, a la dislocación de la identidad, al dolor, como un niño pequeño refugiado en su cascarón (en su trabajo especialmente, un gran profesional tan alejado de la mediocridad y el barullo, por encima del trajín del resto, de la cháchara/necedad tan habituales, ese ruido de fondo constante del que él se refugia huye en su arte pequeño, en su oficio preciso, un maestro en lo suyo, eficaz, productivo, pertinente, que produce un efecto, consigue, mejora la vida de los otros, motivo principal por el que ella se enamora tan definitivamente, por ser tan bueno en lo que hace, por tener un carácter tan único, especial y valioso, tan acerado y seguro, brillante, aparentemente poderoso, aquí no resulta difícil encontrarle un parentesco de ficción en el Daniel Day-Lewis de El hilo invisible, otro ser extraño y torturado, exquisito, aislado, la otra cara de la moneda del comercial banal inteligente Maxime, bon vivant, acompañante, relaciones públicas, sustituible, que no produce nada, solo cuenta, arregla, fontanería, es apariencia, superchería, frivolidad, todo encaja).
Una mujer no retrocede, eso, cuando cree/siente que esa pieza/amor es suya, que le corresponde, saca las garras (de astracán) de tigresa, no se frena ni se detiene, arremete, embiste, se pierde, ya que normalmente está a la espera y caza piezas menores, por eso la expectativa de una caza mayor -de una pieza de real valor- la descuajeringa, la vuelve loca -yo esto normalmente no lo hago, le dice, te deseo- provoca que todo su ser se levante en armas, se erice/excite, remueva, enerva, por las paredes se sube, gata hambrienta en busca del absoluto en forma de amor, de hombre, de todo, seguramente un polvo, o dos, la hubiera calmado saciado en buena medida, la hubiera puesto los pies en la tierra; el dolor es, en casos como este, directamente proporcional a la falta de concreción, a la inacción, cruel abstinencia, mono, no consumación (toda la película es, en verdad, un acto fallido, pérfido, el propio de un gran calientabragas, la escena de Willem Dafoe en Corazón, sí, será por corazones, salvaje, cuando excita a Laura Dern hasta que ella dice que sí y él la deja en la estacada muerta de deseo y de rabia, encendida para nada, humillada y ofendida, degradada, al suelo tirada; Lynch y Sautet o de cómo de dos maneras completamente opuestas, no pueden serlo más -uno es popero psicótico sarcástico zarrapastroso como de cómic ácido lisérgico, suburbial, subnormal, anormal, paranormal, andurrial, iluminado, cafre, loco, místico; el otro es materialista, racionalista, analítico, psicológico, elevado, culto, fino, burgúes clase media ilustrada con ínfulas, David es expresionista, Claude es naturalista, uno dibuja a chorros los colores, el otro tira líneas maestras, algunas más curvas, el primero espuma por la boca, carcajada esquizofrénica, burra, el otro severidad sibilina taimada sutil irónica, antimoral o amoral- se acaba o llega al mismo lugar, parada de monstruos, afinidades electivas, igual hoyo, agujero de conejo), acostumbrada como estaba a estar en el otro lugar, a satisfacer sus apetencias, a rechazar a su antojo, la única forma de evitar o vencer a la tentación es caer de bruces en ella.
Hay un momento mágico en el que ella, de repente, cambia el tono de su voz (genial interpretación), es más ronca, está quebrada (ya no es la que era, tan arrogante, tan superior, la cosa no es como ella creía, no entiende las reglas del juego, a la deriva) y ya, sin necesidad de que diga nada, te das cuenta de que está irremisiblemente arrojada a su suerte, está a expensas de él y además no (le) entiende (por qué), fiebre, no puede parar, la bola de nieve, el alud, la bala ya salió.
Es una película de súper(anti)héroes, esta contada desde la grandeza, esto mismo podría ser mirado por un Azcona y no pasa nada.
Una mujer no retrocede, eso, cuando cree/siente que esa pieza/amor es suya, que le corresponde, saca las garras (de astracán) de tigresa, no se frena ni se detiene, arremete, embiste, se pierde, ya que normalmente está a la espera y caza piezas menores, por eso la expectativa de una caza mayor -de una pieza de real valor- la descuajeringa, la vuelve loca -yo esto normalmente no lo hago, le dice, te deseo- provoca que todo su ser se levante en armas, se erice/excite, remueva, enerva, por las paredes se sube, gata hambrienta en busca del absoluto en forma de amor, de hombre, de todo, seguramente un polvo, o dos, la hubiera calmado saciado en buena medida, la hubiera puesto los pies en la tierra; el dolor es, en casos como este, directamente proporcional a la falta de concreción, a la inacción, cruel abstinencia, mono, no consumación (toda la película es, en verdad, un acto fallido, pérfido, el propio de un gran calientabragas, la escena de Willem Dafoe en Corazón, sí, será por corazones, salvaje, cuando excita a Laura Dern hasta que ella dice que sí y él la deja en la estacada muerta de deseo y de rabia, encendida para nada, humillada y ofendida, degradada, al suelo tirada; Lynch y Sautet o de cómo de dos maneras completamente opuestas, no pueden serlo más -uno es popero psicótico sarcástico zarrapastroso como de cómic ácido lisérgico, suburbial, subnormal, anormal, paranormal, andurrial, iluminado, cafre, loco, místico; el otro es materialista, racionalista, analítico, psicológico, elevado, culto, fino, burgúes clase media ilustrada con ínfulas, David es expresionista, Claude es naturalista, uno dibuja a chorros los colores, el otro tira líneas maestras, algunas más curvas, el primero espuma por la boca, carcajada esquizofrénica, burra, el otro severidad sibilina taimada sutil irónica, antimoral o amoral- se acaba o llega al mismo lugar, parada de monstruos, afinidades electivas, igual hoyo, agujero de conejo), acostumbrada como estaba a estar en el otro lugar, a satisfacer sus apetencias, a rechazar a su antojo, la única forma de evitar o vencer a la tentación es caer de bruces en ella.
Hay un momento mágico en el que ella, de repente, cambia el tono de su voz (genial interpretación), es más ronca, está quebrada (ya no es la que era, tan arrogante, tan superior, la cosa no es como ella creía, no entiende las reglas del juego, a la deriva) y ya, sin necesidad de que diga nada, te das cuenta de que está irremisiblemente arrojada a su suerte, está a expensas de él y además no (le) entiende (por qué), fiebre, no puede parar, la bola de nieve, el alud, la bala ya salió.
Es una película de súper(anti)héroes, esta contada desde la grandeza, esto mismo podría ser mirado por un Azcona y no pasa nada.