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Voto de Ferdydurke:
8
7.7
8,244
Western. Romance. Comedia
Terminada la Guerra de Secesión (1861-1865), el general Owen Thursday, tras ser degradado, es enviado a Fort Apache en calidad de coronel para hacerse cargo del mando. El fuerte, situado en medio del desierto de Arizona, es un puesto militar fronterizo cuyos soldados están curtidos en la lucha contra los apaches mescaleros. (FILMAFFINITY)
22 de agosto de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Autopsia. Un suicidio. Difunto de cuerpo presente. Crónica del infierno en la tierra.
La rigidez extrema que intenta delimitar, poner barreras a un gran vacío/fracaso, la ambición que la vida entera se apuesta a todo o nada, gloria o tumba. Frente al hombre pragmático a ras de suelo que solo cree en los compañeros, en hacer el mayor bien y el menor mal posible, sin grandes pretensiones ni alharacas. Como Willem Dafoe versus Tom Berenger en Platoon. Dureza asesina contra flexibilidad humana. Vanidad egocéntrica delirante ante humildad generosa consciente.
Ajedrez. La película mueve sus fichas como en el baile de marras, de forma precisa o matemática, las relaciones, los intereses, las jerarquías, los amores y muertes. Hasta es exacta en el intercambio/alternancia del humor y la tragedia, tan bien dosificadas, ambas.
Circunloquios, ceremonias, rituales, hasta para cagar aquí hay reglas, la única forma de que aquello no estalle por los aires a la vez que es lo que provoca en cierto modo la mayoría de las tensiones, esa panoplia de ordenamientos absurdos algunos o muchos de ellos, lo privado y lo público que se mezcla al mismo tiempo que la jerarquía y la amistad o el odio, lo familiar y lo profesional, la pasión y el deber, la lealtad y la individualidad.
Magnífica. Quizás me sobre un poco el epílogo, pese a su sarcasmo implícito, ponen por las nubes a un necio psicópata, a un criminal de guerra, a un negligente, a un idiota, a un loco, a un peligro público número uno capaz de llevar a la muerte abyecta a ciento y la madre.
Otra nota discordante o tal vez tan significativa se produce cuando la hija explica todo lo que le han dado para poner en su casa, hace ese inventario o recuento doméstico y cierra la enumeración diciendo que Francisco también les ha dado a Guadalupe, la cocinera, sillón más, sillón menos.
Muy buena pese a la sempiterna sensación de superficialidad que acarrea el cine de Ford.
La rigidez extrema que intenta delimitar, poner barreras a un gran vacío/fracaso, la ambición que la vida entera se apuesta a todo o nada, gloria o tumba. Frente al hombre pragmático a ras de suelo que solo cree en los compañeros, en hacer el mayor bien y el menor mal posible, sin grandes pretensiones ni alharacas. Como Willem Dafoe versus Tom Berenger en Platoon. Dureza asesina contra flexibilidad humana. Vanidad egocéntrica delirante ante humildad generosa consciente.
Ajedrez. La película mueve sus fichas como en el baile de marras, de forma precisa o matemática, las relaciones, los intereses, las jerarquías, los amores y muertes. Hasta es exacta en el intercambio/alternancia del humor y la tragedia, tan bien dosificadas, ambas.
Circunloquios, ceremonias, rituales, hasta para cagar aquí hay reglas, la única forma de que aquello no estalle por los aires a la vez que es lo que provoca en cierto modo la mayoría de las tensiones, esa panoplia de ordenamientos absurdos algunos o muchos de ellos, lo privado y lo público que se mezcla al mismo tiempo que la jerarquía y la amistad o el odio, lo familiar y lo profesional, la pasión y el deber, la lealtad y la individualidad.
Magnífica. Quizás me sobre un poco el epílogo, pese a su sarcasmo implícito, ponen por las nubes a un necio psicópata, a un criminal de guerra, a un negligente, a un idiota, a un loco, a un peligro público número uno capaz de llevar a la muerte abyecta a ciento y la madre.
Otra nota discordante o tal vez tan significativa se produce cuando la hija explica todo lo que le han dado para poner en su casa, hace ese inventario o recuento doméstico y cierra la enumeración diciendo que Francisco también les ha dado a Guadalupe, la cocinera, sillón más, sillón menos.
Muy buena pese a la sempiterna sensación de superficialidad que acarrea el cine de Ford.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El final o cierre perfecto, maravilloso, increíble, hubiera sido tras el alejamiento de los indios con la nube de polvo sobre/cubriendo a John Wayne o si no, justo un poco más adelante, tras la rechifla periodista que sustituye a la realidad por el bulo, la famosa leyenda que se come a los hechos, tan tercos ellos, la historia como un invento grosero o pantomima para lerdos, la versión oficial que queda en los libros y que todo el mundo asume/conoce acepta/traga sin rechistar y que nada o poco tiene que ver con lo que pasó realmente. El último hurra o soflama castrense me sobra, es innecesaria, cargante y redundante, más de lo mismo, como si en el último suspiro, a la desesperada, quisieran poner/correr un tupido velo sobre el bochornoso comportamiento del regimiento a las órdenes del majadero Fonda, arreglar el desaguisado, desdecirse un poco, lavar algo o mucho la tan manchada imagen.
Un momento. Cuando la mujer puede salvar a su hombre de una posible muerte y no lo hace. Elige el no. No está dispuesta a aceptar el papel de esposa empequeñecida por la no participación de su marido en la contienda, o tal vez se niega a impedirlo porque cree que a él no le gustaría, pero ni siquiera le da la opción de elegir a él su destino, cuando así debería haber sido, avisado y que él decidiera si seguir o volver.
Enamorados los dos pipiolos, vale, aunque más bien es una historia de escandaloso acoso y derribo por parte de ella, pero claro, hay también tensión social, lucha de clases soterrada, el sexo y el dinero en juego, el futuro, el mundo, no son solo dos lelos.
La película está a favor de Wayne, de su visión del mundo, tanto como de la de los apaches, por eso se identifican tanto y se entienden tan bien, hay respeto y hasta admiración mutua entre John y Cochise, se les pone en igualdad de condiciones, el primero considera justa la lucha del segundo y ensalza su inteligencia, grandeza y valentía, su honor y palabra, su entereza.
Por lo tanto, la tesis sería que más allá de banderas, naciones o grandes poderes, lo que cuenta o manda es el sentido común, el buen juicio, el equilibrio, la contención, el término medio sin tratar de aprovecharse del otro ni de sacar ventaja ni de intentar llegar demasiado alto, una convivencia pactada a través de acuerdos tibios convenientes y llenos de cesiones ventajosas para todos, un pacto de no agresión, ya que, como dice el jefe indio, la perpetuación de la guerra no le favorece a nadie. Todo lo que se opone a la pulsión de muerte de Fonda, de odio a la vida, torturada hecatombe, personaje que llega allí degradado más o menos sutilmente y que además comete el pecado de la soberbia racista al despreciar al enemigo, ese desprecio que proviene de la ignorancia, de lo que no se conoce, pero también personaje lo suficientemente complejo como para resultar interesante, casi dostoievskiano por momentos, como por ejemplo cuando salva a sabiendas al futuro marido de su hija y a Wayne, de la tan probable escabechina, o cómo en todo momento intenta estar a la altura de lo que exige a los demás, ay las ordenanzas, de hecho, su propia muerte así lo demuestra fehacientemente, en ese sentido el militarote es coherente, oh Shirley Temple, igual o todavía más que se opone a la figura inicua corruptora/corrupta del mercachifle comerciante, ese tahúr, mentiroso, estafador, el que envenena y alcoholiza y con armas trafica, una forma de flexibilidad perversa, la política traicionera hipócrita, la contraria a la de Wayne, la que supone falta de moral, de creencias (o solo una, la del dinero), de respeto al otro, solo caradura y oportunismo.
Un momento. Cuando la mujer puede salvar a su hombre de una posible muerte y no lo hace. Elige el no. No está dispuesta a aceptar el papel de esposa empequeñecida por la no participación de su marido en la contienda, o tal vez se niega a impedirlo porque cree que a él no le gustaría, pero ni siquiera le da la opción de elegir a él su destino, cuando así debería haber sido, avisado y que él decidiera si seguir o volver.
Enamorados los dos pipiolos, vale, aunque más bien es una historia de escandaloso acoso y derribo por parte de ella, pero claro, hay también tensión social, lucha de clases soterrada, el sexo y el dinero en juego, el futuro, el mundo, no son solo dos lelos.
La película está a favor de Wayne, de su visión del mundo, tanto como de la de los apaches, por eso se identifican tanto y se entienden tan bien, hay respeto y hasta admiración mutua entre John y Cochise, se les pone en igualdad de condiciones, el primero considera justa la lucha del segundo y ensalza su inteligencia, grandeza y valentía, su honor y palabra, su entereza.
Por lo tanto, la tesis sería que más allá de banderas, naciones o grandes poderes, lo que cuenta o manda es el sentido común, el buen juicio, el equilibrio, la contención, el término medio sin tratar de aprovecharse del otro ni de sacar ventaja ni de intentar llegar demasiado alto, una convivencia pactada a través de acuerdos tibios convenientes y llenos de cesiones ventajosas para todos, un pacto de no agresión, ya que, como dice el jefe indio, la perpetuación de la guerra no le favorece a nadie. Todo lo que se opone a la pulsión de muerte de Fonda, de odio a la vida, torturada hecatombe, personaje que llega allí degradado más o menos sutilmente y que además comete el pecado de la soberbia racista al despreciar al enemigo, ese desprecio que proviene de la ignorancia, de lo que no se conoce, pero también personaje lo suficientemente complejo como para resultar interesante, casi dostoievskiano por momentos, como por ejemplo cuando salva a sabiendas al futuro marido de su hija y a Wayne, de la tan probable escabechina, o cómo en todo momento intenta estar a la altura de lo que exige a los demás, ay las ordenanzas, de hecho, su propia muerte así lo demuestra fehacientemente, en ese sentido el militarote es coherente, oh Shirley Temple, igual o todavía más que se opone a la figura inicua corruptora/corrupta del mercachifle comerciante, ese tahúr, mentiroso, estafador, el que envenena y alcoholiza y con armas trafica, una forma de flexibilidad perversa, la política traicionera hipócrita, la contraria a la de Wayne, la que supone falta de moral, de creencias (o solo una, la del dinero), de respeto al otro, solo caradura y oportunismo.