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Voto de Ferdydurke:
7
8.1
30,160
Drama
Johnny Friendly (Lee J Cobb), el jefe del sindicato portuario, utiliza métodos mafiosos para controlar y explotar a los estibadores de los muelles neoyorquinos. Terry Malloy (Marlon Brando), un boxeador fracasado que trabaja para él, se ha visto involuntariamente implicado en uno de sus crímenes. Cuando Malloy conoce a Edie Doyle (Eva Marie Saint), la hermana de la víctima, se produce en él una profunda transformación moral que lo lleva ... [+]
2 de enero de 2023
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una obra huracanada que despliega todas sus armas o poderes con rotunda saturada belleza, la banda sonora, los actores, los encuadres, el hermoso blanco y negro, el tema, expresionismo (la escena de la confesión entre el ruido del tren por ejemplo) bestia que retumba y que alterna una prosa machacona que domina el tempo con una tierna lira que le da el feliz contrapunto necesario a tanta enormidad tremebunda y desafuero atormentado, la primera sirve de denuncia bruta salvaje de los mecanismos fechorías del poder, pleonasmo o sinónimo, en miniatura o como metáfora de todos los demás, halcones y palomas, control, jerarquías y miedo que desembocan en el dios dinero que mueve todos los hilos, abre todas las puertas, cierra todas las bocas, destroza cuerpos y se lleva por delante cualquier alma que encuentra, la segunda habla de la redención, de la toma de conciencia, de la liberación de las cadenas, de la esperanza y la rebeldía, fuerzas todas ellas que estallan gracias al amor (algo en sus ojos) entre un pobre hombre (Rocky copiaría con acierto más tarde ese golpeado arquetipo) que pudo reinar y quedó en na, Hook, el capitán garfio, las babas del diablo, y una mujer, las relaciones peligrosas, que sale al mundo realmente por primera vez (¿Ida la polaca?) y se asusta espanta ante lo que ve, el espectáculo del mundo en carne viva.
El vertiginoso talento formal, todo nervio y garra, cojones, a tumba abierta, preciso a la vez que enloquecido del director se une a la maestría arriesgada de Bernstein y a la genialidad ensimismada vanidosa de Brando (ay ese guante blanco) o a la grandeza de Malden, Cobb, Steiger o Saint para componer una sinfonía que arrasa vorazmente a su paso, que te eleva, golpea y anonada y que es muy compleja a pesar, o con más motivo, de su sencillez esquemática aplastante, y cuando digo compleja me refiero a que todos los elementos en juego se necesitan y retroalimentan, se relacionan o riman matemáticamente, de forma revirada o fatalista, son peones ciegos en un tablero de ajedrez endemoniado que les supera, tango feroz, y en el que se afanan torpe y forzosamente.
Un cura obrero como motor inmóvil de esta obra, de la revolución, a falta de Marx, bien vale una misa o un Jesucristo superstar redivivo y unas cuantas crucifixiones o por lo menos un buen hombre que traiga la palabra del señor en páramo desolado, un profeta, y que ponga el camino de piedras amarillas al nuevo hijo de dios que deberá pasar un calvario abismal, martirologio, antes de encontrar abrazar la verdad, la luz. Aquí lo tenemos todo, Virgen, padre, hijo y espíritu santo, además de fariseos, pueblo, carne, diablo y mundo, un retablo religioso o auto sacramental de primer orden y alto copete, humano, demasiado humano.
No hay ninguna o poca sutileza en la exposición cruda de las ideas o la plasmación tremenda de los hechos, es más bien una bella algarada, un poema bélico, una llama que arde agónica terriblemente en la noche más oscura.
Hasta en ese final tan estrepitoso, se mantiene el pulso que permite que la historia no desbarre o se les vaya de las manos ya que se cuidan siempre los detalles, tanto los psicológicos como los más sociales ambientales.
La lucha de clases versión bajos fondos, el comunismo había revuelto el mundo y sus ondas concéntricas llegaban o llegaron a todo el mundo, hasta a los Estados Unidos nada menos, incluso hasta las puertas o moradas del mismo Hollywood, acabáramos, no somos nada, nadie estaba a salvo de ese virus nefando o maná caído no tan del cielo, tú eliges, viento fugaz, efímero por aquellos lares,
El vertiginoso talento formal, todo nervio y garra, cojones, a tumba abierta, preciso a la vez que enloquecido del director se une a la maestría arriesgada de Bernstein y a la genialidad ensimismada vanidosa de Brando (ay ese guante blanco) o a la grandeza de Malden, Cobb, Steiger o Saint para componer una sinfonía que arrasa vorazmente a su paso, que te eleva, golpea y anonada y que es muy compleja a pesar, o con más motivo, de su sencillez esquemática aplastante, y cuando digo compleja me refiero a que todos los elementos en juego se necesitan y retroalimentan, se relacionan o riman matemáticamente, de forma revirada o fatalista, son peones ciegos en un tablero de ajedrez endemoniado que les supera, tango feroz, y en el que se afanan torpe y forzosamente.
Un cura obrero como motor inmóvil de esta obra, de la revolución, a falta de Marx, bien vale una misa o un Jesucristo superstar redivivo y unas cuantas crucifixiones o por lo menos un buen hombre que traiga la palabra del señor en páramo desolado, un profeta, y que ponga el camino de piedras amarillas al nuevo hijo de dios que deberá pasar un calvario abismal, martirologio, antes de encontrar abrazar la verdad, la luz. Aquí lo tenemos todo, Virgen, padre, hijo y espíritu santo, además de fariseos, pueblo, carne, diablo y mundo, un retablo religioso o auto sacramental de primer orden y alto copete, humano, demasiado humano.
No hay ninguna o poca sutileza en la exposición cruda de las ideas o la plasmación tremenda de los hechos, es más bien una bella algarada, un poema bélico, una llama que arde agónica terriblemente en la noche más oscura.
Hasta en ese final tan estrepitoso, se mantiene el pulso que permite que la historia no desbarre o se les vaya de las manos ya que se cuidan siempre los detalles, tanto los psicológicos como los más sociales ambientales.
La lucha de clases versión bajos fondos, el comunismo había revuelto el mundo y sus ondas concéntricas llegaban o llegaron a todo el mundo, hasta a los Estados Unidos nada menos, incluso hasta las puertas o moradas del mismo Hollywood, acabáramos, no somos nada, nadie estaba a salvo de ese virus nefando o maná caído no tan del cielo, tú eliges, viento fugaz, efímero por aquellos lares,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
hoy día ya no queda ni rastro de todo eso, ni las cenizas, en las películas yanquis actuales solo hay una clase social indefinida, vaga, indeterminada, una especie de término medio o clase difusa cajón de sastre en la que cabe todo dios, cualquier profesional (desde un humilde camarero hasta un rimbombante arquitecto), y en la que todos son iguales, visten igual, comparten gustos, conocimientos y aspiraciones, y tienen los mismos casoplones y/o (no, ninguno) problemones, hablan y piensan igual, en ese esperanto o lengua franca del cine comercial americano (que es el del todo el mundo, el que ve e imita cualquier desgraciado ciudadano de cualquier país), esa mezcla triste de escatología y sentimentalismo, de humor zafio y sensibilidad a flor de piel, de chabacanería y humor vulgar, de nadería inofensiva y tontorrona, de amoralidad bonachona, de cinismo blando, a la par que les adorna una tranquilidad de conciencia que para sí quisiera cualquier gerifalte de los nuestros tan abyectos. Allí ahora las preocupaciones morales son otras o no se corresponden con las injusticias originadas por el dinero (la presidente y su criada tienen mucho más que ver entre sí que esta última con su marido o su hijo de los que es lamentable víctima, per se, como premisa y acabose, principio y fin, la Botina tiene más que ver, en su condición de mujer, con la cajera del Mercadona que con el presidente del BBVA, Michael Jordan es más parecido, en su condición de afroamericano, a un negro que fuma crack tirado en la calle que a Larry Bird, así estamos, que lo tiramos), esa fruslería pasada de moda, ese atraso atávico, esa ordinariez de tan mal gusto, de hecho, la ciencia avanza que es una barbaridad, puede estar mucho más oprimida una persona increíblemente rica o millonaria que un mendigo si el primero tiene o tuvo la desgracia a la hora de nacer de haberse equivocado de sexo o de color de piel, así como el segundo, a pesar de vivir en la calle y ya no tener ni dientes para comer o morder, estará pisando alevosamente al otro o primero debido al azar de tener o heredar unos genes que le proporcionan todos los privilegios que tanto él no nota, eso es cierto, disimulan mucho los cabrones, ahí andan metidos dentro, de su piel, de su alma, de su esencia, los tiene, son evidentes, saltan a la vista, razón por la cual casi la totalidad de la humanidad, lógicamente, se dedica, noche y día, con todas sus fuerzas a luchar para que el primero pueda llegar algún día a lograr el estatus del segundo sin perder nada de lo que ya tiene ahora, más es más, suma y sigue, ese intento desesperado por conseguir los mismos derechos y oportunidades que en este mismo momento, cuando escribo estas líneas, desgraciadamente no disfrutan, sigue habiendo una gran brecha entre ellos, una abismal horrorosa diferencia entre el sufridor y malhadado al fin y al cabo rico, recemos por él un poco, y el suertudo y caradura pobre, por eso es tan necesario que se siga hablando de ello, que se creen más asociaciones, instituciones, fundaciones y políticos dedicados en cuerpo y alma casi por nada a arreglarlo, sin ánimo de lucro, vocación de ayudar, deseo de servir y el universo mejorar.
Ah, por cierto, si nos atenemos a lo que vemos en la película, Kazan (Brando finalmente, el cura, ella) se pone de parte claramente de los humillados y ofendidos frente a los explotadores, vade retro, no se puede ser más rojo en este caso, si fuera esta su tan cacareada ignominiosa justificación de su anticomunista delación, sería completamente absurda, sería como el que para tratar de decir que robar es malo y que hay que delatar a los ladrones, hiciera una película en la que estos fueran el ejemplo a seguir, el modelo ideal de comportamiento, claro, así las cosas fueron y seguirán siendo.
Ah, por cierto, si nos atenemos a lo que vemos en la película, Kazan (Brando finalmente, el cura, ella) se pone de parte claramente de los humillados y ofendidos frente a los explotadores, vade retro, no se puede ser más rojo en este caso, si fuera esta su tan cacareada ignominiosa justificación de su anticomunista delación, sería completamente absurda, sería como el que para tratar de decir que robar es malo y que hay que delatar a los ladrones, hiciera una película en la que estos fueran el ejemplo a seguir, el modelo ideal de comportamiento, claro, así las cosas fueron y seguirán siendo.