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Voto de Fernando Polanco:
7
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Western. Aventuras
Dos viejos amigos se asocian para escoltar un cargamento de oro desde las minas de Alta Sierra hasta un banco. Uno de ellos (Joel McCrea) es un hombre honrado que sólo se propone hacer bien su trabajo; el otro (Randolph Scott), en cambio, carece de escrúpulos y proyecta robar la valiosa mercancía. (FILMAFFINITY)
21 de enero de 2009
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para muchas generaciones un recuerdo de infancia, para otras plena actualidad y, para el resto, pura nostalgia. El “western” vio su nacimiento casi en sincronía con el cine, y desde entonces su evolución ha sido tan irregular como una montaña rusa.
Prostitutas, sombreros y placas de sheriff; áridos desiertos, montañas y caballos; el bien, el mal y el que está por encima de ambos. Son diversas las características que distinguen al “western”, y en relación con “Ride the high country” se agrupan para clasificarla como “western crepuscular”: situado en una civilización más avanzada, en la que los antiguos aventureros buscan lo salvaje de la naturaleza en territorios más sureños, personajes de gloria caducada cabalgan con dirección a la redención y el reconocimientos de sus antiguas habilidades y valores.
La película comienza con un gran tortazo en forma de falacia para el personaje principal. Como si de una celebridad se tratara, entra en un pueblo en el que se disputa una carrera por sus calles. Todos aplauden y miran expectantes, Randolph Scott se quita el sombrero como seña de agradecimiento. Y, de repente, un policía le ordena unirse a la masa silbándole violentamente. Quizá en esta primera escena esté la síntesis del mensaje por transmitir en el resto del metraje. El mal trato a las viejas glorias, el rechazo, la poca gratitud. Y es que los ejes centrales de reflexión de este “oeste tardío” son la discordia entre la juventud y la madurez y los rifirrafes de la amistad.
Prostitutas, sombreros y placas de sheriff; áridos desiertos, montañas y caballos; el bien, el mal y el que está por encima de ambos. Son diversas las características que distinguen al “western”, y en relación con “Ride the high country” se agrupan para clasificarla como “western crepuscular”: situado en una civilización más avanzada, en la que los antiguos aventureros buscan lo salvaje de la naturaleza en territorios más sureños, personajes de gloria caducada cabalgan con dirección a la redención y el reconocimientos de sus antiguas habilidades y valores.
La película comienza con un gran tortazo en forma de falacia para el personaje principal. Como si de una celebridad se tratara, entra en un pueblo en el que se disputa una carrera por sus calles. Todos aplauden y miran expectantes, Randolph Scott se quita el sombrero como seña de agradecimiento. Y, de repente, un policía le ordena unirse a la masa silbándole violentamente. Quizá en esta primera escena esté la síntesis del mensaje por transmitir en el resto del metraje. El mal trato a las viejas glorias, el rechazo, la poca gratitud. Y es que los ejes centrales de reflexión de este “oeste tardío” son la discordia entre la juventud y la madurez y los rifirrafes de la amistad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Randolph Scott es la tradición, la justicia popular, la sabiduría en las frases hechas, el respeto por la naturaleza, el conocimiento antes que el oro, la religión práctica, la nostalgia por el futuro que podría haber sido y no es. Y su contrapunto, el joven aprendiz: enamoradizo, corruptible, salvaje, irresponsable, sin capacidad de compromiso, y con un código moral en construcción intoxicado en la búsqueda de distinción entre el bien y el mal. Para él, el viejo es vulnerable y no merece sus respetos. Pero a lo largo del filme descubrirá, golpe a golpe, que tiene mucho que aprender de ese anciano de voz rota. Así, descubriremos que el ciclo de aprendizaje se produce en el joven como en su momento se produjo en el viejo, tras temporadas de ambigüedad moral, de noches carcelarias, se forja un código interno, superior al de la sociedad, capaz de abolir el mundo entero a favor de la individualidad.
Y es que la justicia es otro de los temas retratados en este clima de sociedad decadente. El juez del pueblo, figura representativa del sistema del orden, un borracho arquetípico que se pasa el día en un “bar de chicas” sobre el que gira la industria del emplazamiento minero. Esta es la sociedad corrupta de la que nos quiere hablar Sam Peckinpah.
Claro está, también hay una trama amorosa, más superficial, para los que buscan el azúcar de los “westerns”. El joven se enamora de una muchacha con un padre aferrado fanáticamente a La Biblia. La chica se escapara de casa para casarse con un minero, en el camino se enamorará de su acompañante y al llegar al pueblo comenzarán los problemas para esta futura pareja que desembocará en el áspero tiroteo final. Y es que Peckinpah habla de los extremos, pero también el gris tiene cabida en el comportamiento de sus personajes: la ambigüedad del protagonistay la de su “fiel” compañero del pasado que regresa, esa traición latente que acompaña en el viaje, el arrepentimiento y la redención final.
Sin duda estamos ante un “western” de primera categoría con una profundidad superior al resto. Un pequeño ensayo de una sociedad y sus individuos con complejo detallismo en lo que parece un tiempo de salvajismo y oscuridad.
Y es que la justicia es otro de los temas retratados en este clima de sociedad decadente. El juez del pueblo, figura representativa del sistema del orden, un borracho arquetípico que se pasa el día en un “bar de chicas” sobre el que gira la industria del emplazamiento minero. Esta es la sociedad corrupta de la que nos quiere hablar Sam Peckinpah.
Claro está, también hay una trama amorosa, más superficial, para los que buscan el azúcar de los “westerns”. El joven se enamora de una muchacha con un padre aferrado fanáticamente a La Biblia. La chica se escapara de casa para casarse con un minero, en el camino se enamorará de su acompañante y al llegar al pueblo comenzarán los problemas para esta futura pareja que desembocará en el áspero tiroteo final. Y es que Peckinpah habla de los extremos, pero también el gris tiene cabida en el comportamiento de sus personajes: la ambigüedad del protagonistay la de su “fiel” compañero del pasado que regresa, esa traición latente que acompaña en el viaje, el arrepentimiento y la redención final.
Sin duda estamos ante un “western” de primera categoría con una profundidad superior al resto. Un pequeño ensayo de una sociedad y sus individuos con complejo detallismo en lo que parece un tiempo de salvajismo y oscuridad.