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Voto de Rodión:
6
6,4
267
Drama
Argentina, años 60. Desde el accidente, Luisa no ha podido rearmar su vida. Pero cuando un misterioso y seductor desconocido entra en su vida y le propone con vehemencia volver a empezar, Luisa se enfrenta con el duelo que venía intentando evitar. (FILMAFFINITY)
3 de julio de 2023
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Una fotografía perfecta con un buen ambiente introspectivo que pierde fuerza a medida que el pretendiente de Luisa redobla su apuesta seductora rozando la obsesión.
El juego de luz/oscuridad que aportan los personajes principales me resultó interesante.
Sigo en spoiler.
El juego de luz/oscuridad que aportan los personajes principales me resultó interesante.
Sigo en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Si bien al principio el coraje y humor del pretendiente de Luisa lo pone en una situación simpática, la luz "incidente" que necesita Luisa en su oscura vida, tornando a la película con un aire a comedia romántica, pronto debido a las negativas de la depresión taciturniana de Luisa, el pretendiente entra en un espiral de insistencia que lo transforma en sospechoso, y digo sospechoso porque no sabemos a ciencia cierta que se trae entre manos, casi un potencial psicópata, proponiendo primero mudar a su casa a las hijas hijas de Luisa sin prácticamente haber besado a la novia.
En una novela decimonónica suele pasar esto, el pretendiente primero se casa y luego se acuesta con la esposa. Pero a mediados del siglo XX, en los años 60, esto no es así, menos con personas maduras y varias relaciones a su espalda.
Resulta descabellado que el pretendiente la sorprenda con un día de picnic en familia sin previo aviso tocando la puerta luego de la primera cita, un anillo de casamiento sin tener una relación formal, una propuesta de pasar su apellido a las hijas sin siquiera convivir con las hijas, una propuesta de convivencia sin besarla, regalos a las hijas sin conocerlas, una declaración de "proveedor" sin que nadie se lo pida y un concepto de hombre útil-necesario antes que un hombre deseado. Todo esto dicho de forma explícita, sin timidez.
A mí entender cualquier mujer ante un pretendiente así, se asusta, y un hombre ante tal nivel de arrastre y apuesta para que le den el sí, pierde toda dignidad. Un seductor que a los cinco minutos entrega su vida y corazón en bandeja, deja muy poco sabor a seducción, ¿Qué queda por entregar la próxima semana?. Eso es una declaración de sometimiento más que de amor.
Si bien se intenta en todo momento mostrar una presión familiar y social sobre Luisa, que indirectamente le hacen notar que necesita un hombre en su vida y sobretodo un proveedor, la pobre, con dos hijos a cuesta, no le queda otra que aceptar al primero que toca su puerta. Más aún porque se enfatiza que no sirve más que para cuidar hijos: no trabaja, vivía del esposo muerto, no se le conoce ninguna habilidad o profesión, no limpia ni cocina (para eso tiene mucama) y para el resto, tiene la cuenta bancaria de la madre que está encima todo el día. Bueno, tampoco el pretendiente se saca la lotería con Luisa.
Ante este panorama, no es de extrañar la escena final, donde una Luisa ensimismada mira hacia abajo, desanimada, a pesar que tiene un viaje a Grecia todo pago con el nuevo esposo, y acepta con resignación la nueva vida que le toca, casi sin oponer resistencia.
Después de todo, es algo que puede pasar, la soledad hace disparates parece, y la película acierta en contar esta historia sin tomar partido.
En una novela decimonónica suele pasar esto, el pretendiente primero se casa y luego se acuesta con la esposa. Pero a mediados del siglo XX, en los años 60, esto no es así, menos con personas maduras y varias relaciones a su espalda.
Resulta descabellado que el pretendiente la sorprenda con un día de picnic en familia sin previo aviso tocando la puerta luego de la primera cita, un anillo de casamiento sin tener una relación formal, una propuesta de pasar su apellido a las hijas sin siquiera convivir con las hijas, una propuesta de convivencia sin besarla, regalos a las hijas sin conocerlas, una declaración de "proveedor" sin que nadie se lo pida y un concepto de hombre útil-necesario antes que un hombre deseado. Todo esto dicho de forma explícita, sin timidez.
A mí entender cualquier mujer ante un pretendiente así, se asusta, y un hombre ante tal nivel de arrastre y apuesta para que le den el sí, pierde toda dignidad. Un seductor que a los cinco minutos entrega su vida y corazón en bandeja, deja muy poco sabor a seducción, ¿Qué queda por entregar la próxima semana?. Eso es una declaración de sometimiento más que de amor.
Si bien se intenta en todo momento mostrar una presión familiar y social sobre Luisa, que indirectamente le hacen notar que necesita un hombre en su vida y sobretodo un proveedor, la pobre, con dos hijos a cuesta, no le queda otra que aceptar al primero que toca su puerta. Más aún porque se enfatiza que no sirve más que para cuidar hijos: no trabaja, vivía del esposo muerto, no se le conoce ninguna habilidad o profesión, no limpia ni cocina (para eso tiene mucama) y para el resto, tiene la cuenta bancaria de la madre que está encima todo el día. Bueno, tampoco el pretendiente se saca la lotería con Luisa.
Ante este panorama, no es de extrañar la escena final, donde una Luisa ensimismada mira hacia abajo, desanimada, a pesar que tiene un viaje a Grecia todo pago con el nuevo esposo, y acepta con resignación la nueva vida que le toca, casi sin oponer resistencia.
Después de todo, es algo que puede pasar, la soledad hace disparates parece, y la película acierta en contar esta historia sin tomar partido.