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Voto de Ferdydurke:
8
6,1
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Drama
Carmen, una mujer dedicada a la restauración de obras de arte, sufre un ataque sexual poco después de reencontrarse con su único hijo. Pero el trastorno psicológico que ella sufre no afecta al hombre con quien vive. Hondamente decepcionada, decide emprender por su cuenta un viaje al pasado. (FILMAFFINITY)
19 de noviembre de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alcaine, Pilar, Camus, Sampietro y Savall, quién da más, vaya quinteto, de la muerte.
Preciosa fotografía, el hipo quita, gran dirección, pulcra, minimalista, cuidada, muy buena escritura, preciosa, y delicada música y actriz sobria y altiva, en su línea, interpretación de altura, la pantalla llena como se decía, de qué te quejas si además apenas hablan, lo justo y necesario, y es un deleite para los agitados confusos sentidos, postal y maravilla, sorda algarabía, albricias.
La soledad es derrota y abandono, poder y fuerza, debilidad y dependencia, grandeza y agonía, es un vicio (nefando, todos lo son), adictiva, quiero más de eso, pero nunca es suficiente, la no soledad es carencia, inercia, tendencia, necesaria, te distrae y aburre, cansa y agota, enriquece y entontece, refuta, te llena y entristece, te abre las puertas y después de golpe te las cierra, te hace o vuelve más dependiente, la cola y la sardina, los dos extremos se tocan y potencian y todos queremos casi lo mismo, que nos quieran, que no nos molesten, que nos atiendan, que nos dejen tranquilos, máximo placer o bienestar a cambio del menor dolor o sufrimiento posibles, no me salen las cuentas, esa es la lucha, en eso consiste, en obtener todas las ventajas de la libertad solitaria sin perder ninguno de los privilegios de la compañía más o menos promiscua abigarrada, y todo no se puede, pero se intenta, no se ceja, más unos que otras y viceversa, ahí está la trampa, la pelea, la zanahoria, el malentendido, unos son más caraduras, otros más honestos, los que hay que incluso se hacen trampas al solitario, tan acostumbrados están a engañar al prójimo (el deporte más practicado), y muchos son tan egoístas, brutos o lerdos que no se enteran de que para sacar provecho del otro, hay que fijarse en él, de alguna manera quererlo, tener algún gesto, de lo contrario o tienes todo el poder o la cosa se complica, y también es cierto lo contrario, el timo de la estampita, que hay víctimas tan avariciosas, simples o burdas que facilitan al depredador con su contumaz estulticia la tarea, nada en exceso, cuestión de equilibrio(s), el infierno son los otros y uno mismo, el cielo siempre está a la espera, llamada perdida.
Todos los personajes y las situaciones se mueven en la más pura y absoluta ambigüedad, titubeo y duda, oscilan, se indeterminan, fluctúan, son cambiantes e inestables, desde el hijo que no se sabe si va o viene, si se queda o marcha, si pide dinero o permiso para con viento fresco marcharse lejos, hasta la mujer de este, gorrona o necesaria, madre o ausente, pasando por el ex Homar, esas buenas maneras tras las que se agazapan la tensión y la pena, el ex Dicenta, buena charla, buen actor, perrera, ella parece que escapó, di no a las amorosas cadenas, Sacristán que es su espejo, el gato y el ratón, al escondite o pilla pilla juegan, otro solitario desesperado y con el colmillo retorcido que a duras penas soporta la ansiada reclamada buscada soledad, parajoda, y finalmente ella, la reina de las nieves y de la fiesta y de la casa, tortuosa y torturada, sensible y magullada macanuda, orgullosa y muchas veces borde, atrapada en su propia tela de araña, vulnerable y libre, elevada y rota, fin o no de camino.
Es una de esas películas que intenta por todos los medios marcar paquete intelectual y lo bueno es que puede, se lo permite, se da (el) gusto, onanismo y sexo generoso, amor para todos, y además no resulta pedante, a lo sumo en ese aspecto inocente, cándida en su afán solemne con denuedo, y a pesar de su aparente aridez o frialdad es una obra muy cálida y cariñosa, enjundiosa, que comprende y (se/¿nos?) perdona, que le duele y (se) aguanta, no estalla, es pudorosa, tiene decoro, no monta escándalo ni hace pucheros o se vuelve mártir, sabe que todos pecan o yerran a mansalva y que nadie tiene derecho a juzgar a nadie, se hace lo que se puede y ni por esas.
Este cine ya no se hace, o es demasiado reducido, minoritario o festivalero, se perdió la posibilidad de unir lo culto y lo popular, ahora cunde más lo chabacano y el panfleto, no hay ganas de perder el tiempo, de ilustrar a nadie, mejor adoctrinarlo o sacarle los cuartos (lo cual viene a ser o concluir lo mismo), rápido. Esa es otra, aquí no hay moral reinante que valga la pena ni dirección ni sentido ni Dios ni rey ni patria ni género y hasta las obvias derivas pijo izquierdistas progre socialistas arribistas son cuestionadas, sino directamente ridiculizadas o en el mejor de los casos con cierta nostalgia en la picota puestas, pasados de fecha, caducados, amortizados, ya a esas alturas, hicieron cosas buenas, antes, al principio de todo, no ahora, eso dice ella, perdió la esperanza en sus compañeros de sueños o querencia.
Es un poco ¿o no? como el Fuego fatuo de Malle, cuando todos los caminos llevan a Roma, a la parca, la tumba.
Lo malo, ya puestos a huir hacia ninguna parte y no asumir la debacle, es no estar muerto, ole, bravo, perfecto cierre, la playa de los galgos, el ascetismo esencial un tanto pesimista del guionista Mario, su amor por la literatura, su escepticismo agrio y sabiduría recia, del mundanal ruido rechazo, de la mediocridad y el barullo, la vida entendida como un difícil accesis, más la mirada desgarrada de Pilar siempre herida, escindida entre su deseo de vivir/ser aparte, de imponerse o no plegarse (a todo, a las limitaciones de la vida, del cuerpo, de las ideas y las personas) y la necesidad insoslayable de tener a alguien, algo a lo que como un clavo ardiendo agarrarse mientras al vacío cae, tormento y gracia, un perro que la ladre, un bebé que la acompañe, tras el ruido está la luz, o la supervivencia, desnuda, despojada.
Baroja, cuadros, música barroca, González Ángel, silencios, sutileza, en ese sentido casi que desentona la violación masturbatoria cutre chunga y el viaje efímero a los bajos fondos, a los infiernos más o menos pavoroso descenso, ante un despliegue de tal exquisitez burguesa satisfecha bien pagada y alimentada, será por pasta.
Preciosa fotografía, el hipo quita, gran dirección, pulcra, minimalista, cuidada, muy buena escritura, preciosa, y delicada música y actriz sobria y altiva, en su línea, interpretación de altura, la pantalla llena como se decía, de qué te quejas si además apenas hablan, lo justo y necesario, y es un deleite para los agitados confusos sentidos, postal y maravilla, sorda algarabía, albricias.
La soledad es derrota y abandono, poder y fuerza, debilidad y dependencia, grandeza y agonía, es un vicio (nefando, todos lo son), adictiva, quiero más de eso, pero nunca es suficiente, la no soledad es carencia, inercia, tendencia, necesaria, te distrae y aburre, cansa y agota, enriquece y entontece, refuta, te llena y entristece, te abre las puertas y después de golpe te las cierra, te hace o vuelve más dependiente, la cola y la sardina, los dos extremos se tocan y potencian y todos queremos casi lo mismo, que nos quieran, que no nos molesten, que nos atiendan, que nos dejen tranquilos, máximo placer o bienestar a cambio del menor dolor o sufrimiento posibles, no me salen las cuentas, esa es la lucha, en eso consiste, en obtener todas las ventajas de la libertad solitaria sin perder ninguno de los privilegios de la compañía más o menos promiscua abigarrada, y todo no se puede, pero se intenta, no se ceja, más unos que otras y viceversa, ahí está la trampa, la pelea, la zanahoria, el malentendido, unos son más caraduras, otros más honestos, los que hay que incluso se hacen trampas al solitario, tan acostumbrados están a engañar al prójimo (el deporte más practicado), y muchos son tan egoístas, brutos o lerdos que no se enteran de que para sacar provecho del otro, hay que fijarse en él, de alguna manera quererlo, tener algún gesto, de lo contrario o tienes todo el poder o la cosa se complica, y también es cierto lo contrario, el timo de la estampita, que hay víctimas tan avariciosas, simples o burdas que facilitan al depredador con su contumaz estulticia la tarea, nada en exceso, cuestión de equilibrio(s), el infierno son los otros y uno mismo, el cielo siempre está a la espera, llamada perdida.
Todos los personajes y las situaciones se mueven en la más pura y absoluta ambigüedad, titubeo y duda, oscilan, se indeterminan, fluctúan, son cambiantes e inestables, desde el hijo que no se sabe si va o viene, si se queda o marcha, si pide dinero o permiso para con viento fresco marcharse lejos, hasta la mujer de este, gorrona o necesaria, madre o ausente, pasando por el ex Homar, esas buenas maneras tras las que se agazapan la tensión y la pena, el ex Dicenta, buena charla, buen actor, perrera, ella parece que escapó, di no a las amorosas cadenas, Sacristán que es su espejo, el gato y el ratón, al escondite o pilla pilla juegan, otro solitario desesperado y con el colmillo retorcido que a duras penas soporta la ansiada reclamada buscada soledad, parajoda, y finalmente ella, la reina de las nieves y de la fiesta y de la casa, tortuosa y torturada, sensible y magullada macanuda, orgullosa y muchas veces borde, atrapada en su propia tela de araña, vulnerable y libre, elevada y rota, fin o no de camino.
Es una de esas películas que intenta por todos los medios marcar paquete intelectual y lo bueno es que puede, se lo permite, se da (el) gusto, onanismo y sexo generoso, amor para todos, y además no resulta pedante, a lo sumo en ese aspecto inocente, cándida en su afán solemne con denuedo, y a pesar de su aparente aridez o frialdad es una obra muy cálida y cariñosa, enjundiosa, que comprende y (se/¿nos?) perdona, que le duele y (se) aguanta, no estalla, es pudorosa, tiene decoro, no monta escándalo ni hace pucheros o se vuelve mártir, sabe que todos pecan o yerran a mansalva y que nadie tiene derecho a juzgar a nadie, se hace lo que se puede y ni por esas.
Este cine ya no se hace, o es demasiado reducido, minoritario o festivalero, se perdió la posibilidad de unir lo culto y lo popular, ahora cunde más lo chabacano y el panfleto, no hay ganas de perder el tiempo, de ilustrar a nadie, mejor adoctrinarlo o sacarle los cuartos (lo cual viene a ser o concluir lo mismo), rápido. Esa es otra, aquí no hay moral reinante que valga la pena ni dirección ni sentido ni Dios ni rey ni patria ni género y hasta las obvias derivas pijo izquierdistas progre socialistas arribistas son cuestionadas, sino directamente ridiculizadas o en el mejor de los casos con cierta nostalgia en la picota puestas, pasados de fecha, caducados, amortizados, ya a esas alturas, hicieron cosas buenas, antes, al principio de todo, no ahora, eso dice ella, perdió la esperanza en sus compañeros de sueños o querencia.
Es un poco ¿o no? como el Fuego fatuo de Malle, cuando todos los caminos llevan a Roma, a la parca, la tumba.
Lo malo, ya puestos a huir hacia ninguna parte y no asumir la debacle, es no estar muerto, ole, bravo, perfecto cierre, la playa de los galgos, el ascetismo esencial un tanto pesimista del guionista Mario, su amor por la literatura, su escepticismo agrio y sabiduría recia, del mundanal ruido rechazo, de la mediocridad y el barullo, la vida entendida como un difícil accesis, más la mirada desgarrada de Pilar siempre herida, escindida entre su deseo de vivir/ser aparte, de imponerse o no plegarse (a todo, a las limitaciones de la vida, del cuerpo, de las ideas y las personas) y la necesidad insoslayable de tener a alguien, algo a lo que como un clavo ardiendo agarrarse mientras al vacío cae, tormento y gracia, un perro que la ladre, un bebé que la acompañe, tras el ruido está la luz, o la supervivencia, desnuda, despojada.
Baroja, cuadros, música barroca, González Ángel, silencios, sutileza, en ese sentido casi que desentona la violación masturbatoria cutre chunga y el viaje efímero a los bajos fondos, a los infiernos más o menos pavoroso descenso, ante un despliegue de tal exquisitez burguesa satisfecha bien pagada y alimentada, será por pasta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La España democrática, la que empezaba a ver las orejas del lobo tras la falsa bonanza hinchada hormonada viene la tormenta, te pasan con intereses la cuenta, los nuevos gerifaltes habían vendido su alma (y su cuerpo, dos en uno), y de paso la de su pueblo, al diablo yanqui europeo por un plato de lentejas, las propinas y los camareros, la que consideraba que había supuesto un gran avance que el dictador en su cama muriera, pero que empezaba a oler a podrido en su tierra, a chamusquina (Sacristán lamenta que no le llamaran de vuelta, que se tenga que quedar en América y hasta su padre comenta que la madre tiene razón en sus letanías sobre el estado de cosas Felipón, que ahora se pagan muchos más impuestos y se trabaja peor, que todo se ha degradado).
Una película muy bien hecha, con gusto y armonía, disfrutable audiovisualmente e interesante en su (falta de) mensaje, en sus devaneos y perreos, una vez que asumes que su pretenciosidad que se relame (cargante, nueva rica) no es en realidad algo malo, sino tal vez lo mejor, que no se corte, que se atreva, de veras, sin medias tintas.
Autocrítica sin monsergas que huye de oportunistas victimismos y no echa la culpa, milagro, a los demás (la moneda de uso más corriente) de sus desgracias, dolores y horrores (en ese sentido es admirable y, justo por ello, se le perdona que se mire el ombligo -sin que esto le impida observar a los demás perfectamente- desde un punto de vista tan rimbombante aunque por otro lado discreto, moderado, explicativo, somero, indagador, envolvente, que remueve), eso que ahora es bandera, se promueve y patrocina, se compra y vende, tráfico espurio, desde todos los ámbitos y estamentos, está tan en boga, la última ola, no reconocer ninguna responsabilidad, tratar de cargar el mochuelo al resto, convertir el mundo en una ridícula paranoia que todo te lo justifica.
Película contemplativa y bella, bonita y agradable, calculada y sabrosa, el volcán lo lleva dentro y al final, en los últimos versos se concreta, sale la lava, toda la rabia, la tristeza, la contenida perdida batalla de una guerra que nunca acaba. Está a nada de matarse de una vez por todas, pero apuesta, se agarra, toma de rehén al crío, se aferra, y acepta el perro, veremos, abran juego.
Cuando se va Aitana sobra que se la vea coger el coche, parte de la fuerza de esa escena tan compleja y un poco increíble piscológicamente (así tal cual está planteada, tan dramáticamente, al parecer casi que se despide para siempre, lo cual es excesivo, lo podrían haber mostrado como algo más pasajero y relajado, no tan agónico, falta humor) procedía de que eso no se viera, de que estuviera en off.
Es muy brillante, aunque parta de una confesión un tanto artificiosa (como si el padre al contarle ese secreto tan guardado se despidiera de ella definitivamente, no quisiera dejar ninguna mancha en su relación, nada turbio -por cierto, se entiende más bien con él que con la madre, lo mismo que no hace un canto a la homosexualidad o a lo hetero, todo cabe o vale, ni dogma de fe ni pancarta, crimen o revolución, tragedia, soflama, solo hay necesidad, lo digo por los que quieran ver sesgo de género/sexo en la mirada de Pilar, nada más alejado de ella que ese tipo de sectarismos, ella no veía la vida en blanco y negro, no era tan obtusa ni quería vender tanto la burra-, me refiero a cuando él le comenta que su novio de juventud sigue vivo, que se inventaron lo del accidente para que a ella menos le doliera la pérdida y no le buscara o insistiera, y ella, en un alarde metafórico, le contesta que de acuerdo, que entonces ahora sí que está realmente muerto, quiebro o recurso sofisticado, paradójico, perfecto, un retruécano preciso, inspirado, de lo mejor de esta gozosa obra un muy buen ejemplo.
Tira y afloja entre los personajes, pequeñas de ajedrez partidas, se tientan la ropa unos y otros, se miden y calibran, pecan (de egoísmo) y ceden, pactan o negocian, se tocan aman y rechazan distancian, juegos de amor y de guerra.
Una película muy bien hecha, con gusto y armonía, disfrutable audiovisualmente e interesante en su (falta de) mensaje, en sus devaneos y perreos, una vez que asumes que su pretenciosidad que se relame (cargante, nueva rica) no es en realidad algo malo, sino tal vez lo mejor, que no se corte, que se atreva, de veras, sin medias tintas.
Autocrítica sin monsergas que huye de oportunistas victimismos y no echa la culpa, milagro, a los demás (la moneda de uso más corriente) de sus desgracias, dolores y horrores (en ese sentido es admirable y, justo por ello, se le perdona que se mire el ombligo -sin que esto le impida observar a los demás perfectamente- desde un punto de vista tan rimbombante aunque por otro lado discreto, moderado, explicativo, somero, indagador, envolvente, que remueve), eso que ahora es bandera, se promueve y patrocina, se compra y vende, tráfico espurio, desde todos los ámbitos y estamentos, está tan en boga, la última ola, no reconocer ninguna responsabilidad, tratar de cargar el mochuelo al resto, convertir el mundo en una ridícula paranoia que todo te lo justifica.
Película contemplativa y bella, bonita y agradable, calculada y sabrosa, el volcán lo lleva dentro y al final, en los últimos versos se concreta, sale la lava, toda la rabia, la tristeza, la contenida perdida batalla de una guerra que nunca acaba. Está a nada de matarse de una vez por todas, pero apuesta, se agarra, toma de rehén al crío, se aferra, y acepta el perro, veremos, abran juego.
Cuando se va Aitana sobra que se la vea coger el coche, parte de la fuerza de esa escena tan compleja y un poco increíble piscológicamente (así tal cual está planteada, tan dramáticamente, al parecer casi que se despide para siempre, lo cual es excesivo, lo podrían haber mostrado como algo más pasajero y relajado, no tan agónico, falta humor) procedía de que eso no se viera, de que estuviera en off.
Es muy brillante, aunque parta de una confesión un tanto artificiosa (como si el padre al contarle ese secreto tan guardado se despidiera de ella definitivamente, no quisiera dejar ninguna mancha en su relación, nada turbio -por cierto, se entiende más bien con él que con la madre, lo mismo que no hace un canto a la homosexualidad o a lo hetero, todo cabe o vale, ni dogma de fe ni pancarta, crimen o revolución, tragedia, soflama, solo hay necesidad, lo digo por los que quieran ver sesgo de género/sexo en la mirada de Pilar, nada más alejado de ella que ese tipo de sectarismos, ella no veía la vida en blanco y negro, no era tan obtusa ni quería vender tanto la burra-, me refiero a cuando él le comenta que su novio de juventud sigue vivo, que se inventaron lo del accidente para que a ella menos le doliera la pérdida y no le buscara o insistiera, y ella, en un alarde metafórico, le contesta que de acuerdo, que entonces ahora sí que está realmente muerto, quiebro o recurso sofisticado, paradójico, perfecto, un retruécano preciso, inspirado, de lo mejor de esta gozosa obra un muy buen ejemplo.
Tira y afloja entre los personajes, pequeñas de ajedrez partidas, se tientan la ropa unos y otros, se miden y calibran, pecan (de egoísmo) y ceden, pactan o negocian, se tocan aman y rechazan distancian, juegos de amor y de guerra.