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Voto de Macarrones:
7
Drama. Romance Siglo XVIII. Una noche, un anciano médico le cuenta a un joven la historia del gran amor de su vida. En su juventud se había enamorado apasionadamente y en silencio de Matilde. Esa pasión, en realidad, había empezado en la infancia, cuando la caza desapareció misteriosamente de la región y aparecieron dos extraños personajes: el maestro de esgrima y su solitaria y ausente hija Valeria. (FILMAFFINITY)
6 de marzo de 2009
37 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta peli empieza con unas estampitas que le hacen a uno temer lo peor (verdes prados, nubes de postal en un cielo azul, unas granadas cayendo por unos escalones, siluetas de árboles copudos recortándose en el horizonte, todo tan pedante que me chirriaban los dientes como si estuviera mordiendo el terciopelo del telón del Cine Doré, que es donde vi ayer la peli). Luego aparecen unos títulos de crédito birriosos, como hechos con una máquina de escribir con las varillas medio rotas y los tipos saltados, y después la peli va avanzando como si la Coixet bailara la yenka con el guión, o sea, izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, un, dos, tres, tan pronto la historia está aquí como está allá, sale uno de viejo, izquierda, izquierda, sale la otra de niña, derecha, derecha, luego los mismos de jovenzuelos, delante, detrás, la hija, la hermana, el padre, un, dos, tres, así se baila la yenka, más nubes, la casa del jardín, hay qué fácil es la yenka, más prados, mira qué bien va la yenka, unos viejos comiendo sopa, y qué graciosa es la yenka con la Belucci haciendo esgrima. En fin, que todo avanza muy embarullado, y eso a David Lynch se lo perdonamos pero a Isabel Coixet todavía no (sobre todo porque no tenía ninguna necesidad de enredar la historia, mi teoría es que se la cayó el guión al suelo, se la desordenaron las escenas, recogió los papeles de cualquier manera y se los entregó así al montador porque ella tenía prisa por llegar a la óptica para cambiarse de gafas de pasta o algo igual de urgente).

Bueno, tampoco es que la peli sea difícil de comprender,(*) pero a mí me irritaba un poco el jueguecito temporal, las escenitas poetizantes ñoñas que se repiten una y otra vez, y las voces timbradas y tonantes con las que caracterizan al médico y su hermano de viejos, que hablan como si en vez de ser dos fulanos dieciochescos fueran locutores del NODO. «Esto va a ser un rollo», pensé, oliéndome lo peor. Mis primeras impresiones eran funestas y tenía la sensación de estar viendo una especie de versión pueblerina de Barry Lyndon. Pero...

Pero uno, poco a poco, va cogiendo gusto a los personajes y a la historia. Hay una estética pictórica generalmente lograda, un aire a ratos tenebrista, casi siempre neoclásico y a veces romántico, todo muy seductor, y un argumento que parece de Goethe o de alguno de sus contemporáneos. Cualquiera que sienta cierta afinidad por esos años finales del XVIII verá con simpatía esta historia de amores secretos, de sentimientos exaltados y morbosos, de romanticismo en su ingenuo primer esplendor. Al final ganan las virtudes plásticas y narrativas sobre los defectos y, aunque diste mucho de la perfección, la película de Coixet tiene clase, contención y dignidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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