Viendo “Loro” (una especie de biopic satírico sobre los excesos de Berlusconi), reconozco que no me ha tocado la “fibra” como otros trabajos de Sorrentino. Pero este director italiano, heredero de Fellini, me gusta lo suficiente como para reconocer un toque especial que consigue imprimir a todo.

Estéticamente lo que hace este hombre es brillante, exagerado, pretencioso y a la vez fascinante. Quizá el problema es que lo sabe… actúa como si estuviera convencido de que cada plano nos dejará exhaustos, y por momentos lo consigue. Aun cuando se recrea en el artificio me siento entregada a su delirio visual, a sus diálogos profundos y a veces pedantes que no dan puntada sin hilo, a sus obsesiones reincidentes que me resultan lugares comunes y por supuesto al conocimiento, que domina del “libre albedrío”.

Todo lo que cuenta Sorrentino son historias pasadas por su particular centrifugadora pero a la vez es una forma de introducirse en cada personaje y conseguir que observemos el argumento desde todos los puntos de vista. El de cada protagonista, que se mezcla con el nuestro… y termina por contrariarnos. Al finalizar siempre nos queda la duda de entender que nos han contado. La duda de qué es realmente lo que pensamos… sobre todas y cada una de las cuestiones a las que Sorrentino no para de dar vueltas en su universo.

Esa confusa forma de narrar y de retorcer nuestro esponjado cerebro me encanta… y por eso no recomiendo “Loro”… recomiendo toda la filmografía de Sorrentino. Y aun me queda algo por ver, del pasado… esperando con devoción su futuro.