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Voto de Chagolate con churros:
7
Drama Después de sufrir un grave accidente de coche, una mujer comienza a percibir la ciudad en que vive, Rávena, como un desierto tanto en el plano físico como en el de las relaciones personales. Las secuelas psicológicas le impiden llevar una vida normal y relacionarse con la gente que la rodea. (FILMAFFINITY)
1 de diciembre de 2010
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Destaca la historia, la importancia visceral del color; atribuyéndole, sonrojantes adjetivos y encontrando un poder mimetizante en el recurso. Los claroscuros usados por Antonioni en su etapa precolor reflejaban, en sus soleadas calles e inertes edificios; en los hirientes rostros de sus personajes y estáticos planos, más expresividad y mejor resultado que el loable color de “El desierto rojo.” Y eso que la película empieza de manera impecable: planos generales de la industrial Rávena (fondo de fábricas del extrarradio, ambiente gris y frío). Giuliana (Monica Vitti) pasea (con una chaqueta de pana verde) con su hijo por el extrarradio de una fábrica en huelga, y a continuación le compra el bocadillo a un obrero para devorarlo, literalmente, a escondidas. (Desde el inicio veremos siempre un color vivo entre tanto tono gris). A continuación, abre con contraplano de los desechos de las fábricas donde quiere empezar a abrir conciencia. Estamos en 1964, algo insólito pero que acaba por ser repetitivo durante el metraje.
Más que el color, yo destaco ciertos planos o escenas de puntual genialidad (como el momento donde Giuliana pierde la cabeza tras salir escopeteada de la cabaña tras izar una bandera amarilla (de nuevo el color en un momento donde la niebla gris tiñe toda la pantalla); o cuando Giuliana y Corrado Zeller (Richard Harris) salen de la tienda que está pintando Giuliana por las estrechas calles de Rávena y pasan al lado de un vendedor de ¿? y ella se sienta al lado del carro. Sea lo que fuera lo que vendía, todo era gris como la calle y el cielo.

Encuentro en este “producto” un sobre esfuerzo por parte del director de subrayar lo evidente y meter con calzador la ingenuidad de ciertos diálogos de sesgo filosófico: "se cree en la Humanidad, un poco menos en la justicia y más en el progreso".

La fábula que Giuliana cuenta sobre la niña en la playa solitaria de Cerdeña (como contrapunto al mundo gris que nos está mostrando) es interesante, pero como metáfora de la imposibilidad de escape de su personaje no funciona del todo. Mejor resulto está la posible polio del niño (desde el inicio Antonioni fotografía la habitación de Valerio con ausencia completa de calor humano).

El alejamiento por parte de Antonioni, de los sentimientos de sus personajes (incluso por medio de abruptos cortes en el montaje), es un riesgo importante que merece la pena valorar pero que convierte la película en huérfana de cariño, distanciada del espectador y muy esquematizada. La trama es nula y con ello el esfuerzo de quien la visiona debe ser máximo.
Chagolate con churros
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