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Voto de Fej Delvahe:
9
7,9
10.653
Documental
Documental que muestra la matanza de más de 23.000 delfines en una cala en Taiji, Wakayama (Japón). El filme fue dirigido por el antiguo fotógrafo de National Geographic Louis Psihoyos, y fue grabado secretamente durante 2007 empleando micrófonos submarinos y cámaras de alta definición camufladas. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2010
16 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buen documental, sin llegar a la excelencia, sobre la matanza de delfines y marsopas que llevan a cabo anualmente unos pocos japoneses, en una localidad llamada Taiji, en la costa de Japón.
Se pudo realizar gracias a la valentía, atrevimiento y lucha de activistas defensores de los delfines y otros cetáceos como Ric O´Barry (quien fuera entrenador del delfín Flipper de aquella serie de televisión en los años sesenta y más tarde convertido en antidelfinarios donde se exhiben a estos animales ante la gente, y en luchador contra la caza y matanza de delfines para mostrarlos en cautividad o convertirlos en alimento de seres humanos); Louis Psihoyos, ex fotógrafo de National Geographic y varios especialistas contratados para esta misión, entre los que cabe destacar a: Simon Hutchins (ex militar que se encargó de construir unas formas artificiales semejantes a rocas de mar donde esconder cámaras de alta definición e hidrófobos), Joe Chisholm (organizador de conciertos de rock, que se encargó de la logística, por ejemplo introduciendo en Japón cierto material imprescindible para rodar este documental, que de otro modo no habría podido cruzar fronteras) y Mandy-Rae Cruickshank y kira Krack, ambos submarinistas de gran experiencia en buceo de pulmón libre, de hecho Mandy Rae ha ganado 8 campeonatos del mundo en esta especialidad deportiva, marcando un record de 88 metros de profundidad en bajada con una sola inhalación.
Este equipo de osados, con algunos compañeros más, logran filmar lo que ocurre anualmente en una cala o caleta de una localidad de Japón llamada Taiji, que se ha hecho famosa en el mundo a partir de estas imágenes, debido a su manera tan bestial de matar a los delfines y otros cetáceos, cuando cada año durante la temporada de varios meses estos animales pasan a miles en migración por esas aguas.
El documental es bastante pesado, sobre todo por lo mucho que se adorna y retrasa en mostrarnos el meollo de la cuestión, todo con vista a ir dando cuerpo a la crucial, impactante y corta toma que se exhibe en los diez minutos finales; no obstante, es necesario verlo por su carácter concienciador. No es ya que contemplemos como los japoneses están exterminando a los delfines (pues son auténticos devoradores de todo lo que sale del mar); sino que además, este filme nos llevará a cuestionar cosa en las que nunca habíamos reparado. Sin ir más lejos, algunos de los productos que solemos hallar en los supermercados y que consumimos con gusto en realidad están hechos a base de carne de delfín. Por ejemplo, el atún en migas en muchas ocasiones está mezclado con carne desmenuzada de delfín, e igual pasa con los llamados palitos de mar (que nunca dicen las etiquetas de qué están hechos y es porque en parte se hacen también con carne de delfín), u otros productos donde sin saberlo nos meten carne de delfín en lugar de carne de ballena, de atún, de cangrejo, etc.
Se pudo realizar gracias a la valentía, atrevimiento y lucha de activistas defensores de los delfines y otros cetáceos como Ric O´Barry (quien fuera entrenador del delfín Flipper de aquella serie de televisión en los años sesenta y más tarde convertido en antidelfinarios donde se exhiben a estos animales ante la gente, y en luchador contra la caza y matanza de delfines para mostrarlos en cautividad o convertirlos en alimento de seres humanos); Louis Psihoyos, ex fotógrafo de National Geographic y varios especialistas contratados para esta misión, entre los que cabe destacar a: Simon Hutchins (ex militar que se encargó de construir unas formas artificiales semejantes a rocas de mar donde esconder cámaras de alta definición e hidrófobos), Joe Chisholm (organizador de conciertos de rock, que se encargó de la logística, por ejemplo introduciendo en Japón cierto material imprescindible para rodar este documental, que de otro modo no habría podido cruzar fronteras) y Mandy-Rae Cruickshank y kira Krack, ambos submarinistas de gran experiencia en buceo de pulmón libre, de hecho Mandy Rae ha ganado 8 campeonatos del mundo en esta especialidad deportiva, marcando un record de 88 metros de profundidad en bajada con una sola inhalación.
Este equipo de osados, con algunos compañeros más, logran filmar lo que ocurre anualmente en una cala o caleta de una localidad de Japón llamada Taiji, que se ha hecho famosa en el mundo a partir de estas imágenes, debido a su manera tan bestial de matar a los delfines y otros cetáceos, cuando cada año durante la temporada de varios meses estos animales pasan a miles en migración por esas aguas.
El documental es bastante pesado, sobre todo por lo mucho que se adorna y retrasa en mostrarnos el meollo de la cuestión, todo con vista a ir dando cuerpo a la crucial, impactante y corta toma que se exhibe en los diez minutos finales; no obstante, es necesario verlo por su carácter concienciador. No es ya que contemplemos como los japoneses están exterminando a los delfines (pues son auténticos devoradores de todo lo que sale del mar); sino que además, este filme nos llevará a cuestionar cosa en las que nunca habíamos reparado. Sin ir más lejos, algunos de los productos que solemos hallar en los supermercados y que consumimos con gusto en realidad están hechos a base de carne de delfín. Por ejemplo, el atún en migas en muchas ocasiones está mezclado con carne desmenuzada de delfín, e igual pasa con los llamados palitos de mar (que nunca dicen las etiquetas de qué están hechos y es porque en parte se hacen también con carne de delfín), u otros productos donde sin saberlo nos meten carne de delfín en lugar de carne de ballena, de atún, de cangrejo, etc.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Por último decirle a quien cometa el desvarío de asemejar estas matanzas de delfines con el sacrificio de toros en corridas, que hay comparaciones que pueden ser el producto calenturiento de mentes catalanosecesionistas, tan ansiosas de desacreditar todo lo que tenga un halo de hispano o de español que se apuntan a lo que sea, ya un bombardeo ya un animalismo, con tal de implantar como de hecho ya están llevando a cabo en Cataluña, un estalinismo de corte impositor, dictatorial y político-bellaco contra la mayoría del pueblo y de una de sus pruebas más veteranas, aguerridas y nobles del laberinto cultural mediterráneo: el toreo.
En primer lugar, los delfines son animales con una inteligencia demostrada y de las más próximas a la humana. En segundo lugar, los toros de lidia no están siendo exterminados por el ser humano, todo lo contrario si es una especie que no se ha extinguido es gracias a la fiesta taurina. En tercer lugar, mientras que las matanzas de delfines son ocultadas al pueblo japonés por lo indigno de las mismas, las corridas de toros no se ocultan al pueblo español, mexicano, colombiano, etc., sino que éstos participan como espectadores de las mismas por considerarlas una lucha respetable y digna entre hombre y animal. En cuarto lugar, mientras el delfín es un animal que no se defiende de los ataques del hombre, el toro sí que se defiende e incluso en muchos casos se cobra la vida de aquel que lo incordia o enfurece. Y en quinto lugar, por no extenderme más, que sepamos, un matador de toros nada tiene que ver con un matador de focas o delfines indefensos; los matadores de toros se enfrentan al animal que matan jugándose la vida en el lance, circunstancia en la que más de uno la ha perdido y la mayoría recibe serias heridas de los cuernos de estos animales; por el contrario los exterminadores de delfines, focas o pollos, no corren ningún riesgo de ser atacados por sus víctimas. Comparar las matanzas en masa de miles de delfines u otros cetáceos, elevadamente inteligentes, con la muerte de astados bravos y peligrosos en plazas de toros es como comparar un paquete de salchichas con una ristra de ajos, y cuando tal cosa se hace es tendenciosa y descabelladamente (nunca mejor dicho).
Fej Delvahe
En primer lugar, los delfines son animales con una inteligencia demostrada y de las más próximas a la humana. En segundo lugar, los toros de lidia no están siendo exterminados por el ser humano, todo lo contrario si es una especie que no se ha extinguido es gracias a la fiesta taurina. En tercer lugar, mientras que las matanzas de delfines son ocultadas al pueblo japonés por lo indigno de las mismas, las corridas de toros no se ocultan al pueblo español, mexicano, colombiano, etc., sino que éstos participan como espectadores de las mismas por considerarlas una lucha respetable y digna entre hombre y animal. En cuarto lugar, mientras el delfín es un animal que no se defiende de los ataques del hombre, el toro sí que se defiende e incluso en muchos casos se cobra la vida de aquel que lo incordia o enfurece. Y en quinto lugar, por no extenderme más, que sepamos, un matador de toros nada tiene que ver con un matador de focas o delfines indefensos; los matadores de toros se enfrentan al animal que matan jugándose la vida en el lance, circunstancia en la que más de uno la ha perdido y la mayoría recibe serias heridas de los cuernos de estos animales; por el contrario los exterminadores de delfines, focas o pollos, no corren ningún riesgo de ser atacados por sus víctimas. Comparar las matanzas en masa de miles de delfines u otros cetáceos, elevadamente inteligentes, con la muerte de astados bravos y peligrosos en plazas de toros es como comparar un paquete de salchichas con una ristra de ajos, y cuando tal cosa se hace es tendenciosa y descabelladamente (nunca mejor dicho).
Fej Delvahe