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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de urbana:
8
Drama Entre tres hermanos estalla un conflicto cuando su madre, albacea de la excepcional colección de arte del siglo XIX que perteneció a su tío, muere repentinamente. Sin embargo, no tendrán más remedio que limar asperezas y llegar a un acuerdo. Adrienne es una diseñadora de éxito en Nueva York, Frédéric es economista y profesor universitario en París, y Jérémie, un dinámico hombre de negocios asentado en China. Esta situación representa ... [+]
2 de enero de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno contempla un cuadro de Camille Corot experimenta serenidad, belleza, y una cierta melancolía. Aquellos lienzos luminosos y difusos nos transmiten una cierta sensación de caducidad del tiempo, ese fluir de sus arroyos, esas plumosas nubes pasajeras y aquellos pequeños seres que se divisan a la distancia como diminutos mortales.

Algo de aquella belleza pictórica me transmitió esta hermosa película, Las Horas del Verano, en sus escenas inicial y final que transcurren en una hermosa campiña de las afueras de París, bellamente retratada en este filme, y que nos habla precisamente del fluir, de la vida que transcurre, la vida que comienza, encarnada en los jóvenes, y la que termina.

Dentro de este escenario se nos presenta a esta familia burguesa, Hélene, una culta y elegante mujer de 75 años (Edith Scob) que habita aquella magnífica casa de campo repleta de tesoros –valiosas obras de arte y objetos de diseño que heredara de un prestigioso tío artista, Paul Berthier-. La visitan con motivo de su cumpleaños sus tres hijos adultos y nietos, quienes se encuentran algo distanciados y desapegados de la casa familiar y sus objetos, con excepción de uno de sus hijos (Charles Berling), el único de los tres que aún vive en Francia.

Hélene siente con algo de tristeza que ya va siendo hora de pensar en distribuir la herencia, y presiente que todo aquello que representa la historia familiar, la vieja casa de campo, los cuadros y objetos de arte amorosamente conservados, los dibujos inéditos del tío Paul Berthier –a quen ella adoraba apasionadamente-, todo terminará siendo vendido. Los secretos y el alma de la casa y sus cosas morirán inexorablemente con ella… aunque no descarta una pequeña esperanza de que algo pueda ser conservado, y con ello también parte de su propia memoria...

Los hijos de Hélene, en efecto, llevan cada uno su vida, pero se verán enfrentados al dilema de vender los tesoros familiares, o conservarlos… ¿qué se hace el legado familiar? ¿se lo conserva para los hijos, con orgullo, como un legado afectivo, intelectual? ¿O bien, poniéndonos en prácticos, nos deshacemos de todo seguros de que sólo se trata de objetos, y de que su verdadero provecho está en su valor monetario?

Estas son algunas de las cuestiones a las que nos enfrenta esta película. Los encuentros familiares, el desapego o apego a sus tradiciones, los secretos, la herencia material y espiritual, las diferencias generacionales, el amor por el arte… son tratados con sobriedad y sutileza, sin sentimentalismos, en este filme de exquisita elegancia y mesura.

Disfruté mucho de esta película. Hermoso cine francés. Tan bello como un cuadro de Corot.
urbana
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