Es bien sabido que cambiar el pasado es imposible, aunque la notable Efecto Mariposa diga lo contrario. Lo que no es imposible y depende de cada uno de nosotros es cambiar la mirada que tenemos de nuestro pasado, con todas las cargas emocionales que éste conlleva. Noviembre es una peli que no se la puede analizar desde lo concreto y palpable, porque exige una interpretación constante de una vida que se rearma pura y exclusivamente desde la mente atormentada de una mujer.

La culpa frente a la infidelidad no permite cerrar un viejo vínculo, una mancha negra que cobra fuerza desde un asalto con su correspondiente asesinato. Aquí es donde la trama se desestructura para volver a armarse, siempre buscando no un final felíz porque la tragedia ya se dió, pero sí una reconciliación que permita dormir en paz a su protagonista. La protagonista es uno de los problemas de esta peli, no logra transmitir su dolor interno. En una peli dividida en actos, la negación resulta más que convincente; la desesperación junto con los demás actos exigen de la protagonista una entrega emocional que parece nunca llegar, nunca ser tal y termina por teñir a la obra con una frialdad que le juega en contra. Por momentos el rompecabezas que se construye, se destruye y se reconstruye no resulta bien organizado: el espectador comprende que se intentó hacer pero el intento quedó como tal, un mero intento.

Original desde su planteo y aún más desde la reflexión que pretende disparar, Noviembre queda a mitad de camino entre la mejor de las ideas y una fallida puesta en tierra.