Ay, ay, ay, si la peli se hubiera quedado con esa prometedora parte inicial, que aún con sus fallos sabía prometer; si realmente no hubiera dado ese giro brusco estaríamos ante, por lo menos, una despedida un poco más discreta de la Murphy. La peli se desbarranca ante un guión cuasi pecaminoso.

Luego de una introducción en la que se nos sirve todo, innecesariamente, en bandeja (al estilo "siempre estaré contigo" y esas salsas) la obra adquiere un clima claustrofóbico bastante currado. Ella parece un cadáver viviente, avejentada y con ojeras hasta por las rodillas se nos presenta este personaje que todo lo que tenía de interesante el guión se encarga de destrozarlo en menos de diez minutos.
La situación se presentaba kafkiana: nos introducía en el climax inmediatamente mediante un control obsesivo y cerrado, un sistema a base de computadoras, cámaras de vigilancia, circuitos y más circuitos. Un clima frío y gris en donde la forma que tenían de tratar a la prota no podía menos que colocarnos de su lado. A saber que la atmósfera no se circunscribía al hospital: toda la ciudad parecía una enorme metrópolis de edificios gigantes, despersonalizados y distantes.

A mitad de la peli, la cuestión da su giro definitivo y allí pierde, se vuelve más terrenal, rebuscada y deja por el suelo todo vigor narrativo. Abandonada...