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Voto de Strhoeimniano:
10
Comedia Época de la Guerra Fría. C.R. MacNamara, representante de una multinacional de refrescos en Berlín Occidental, hace tiempo que proyecta introducir su marca en la URSS. Sin embargo, en contra de sus deseos, lo que su jefe le encarga es cuidar de su hija Scarlett, que está a punto de llegar a Berlín. Se trata de una díscola y alocada joven de dieciocho años, que ya ha estado prometida cuatro veces. Pero lo peor es que, eludiendo la ... [+]
25 de mayo de 2005
113 de 128 usuarios han encontrado esta crítica útil
Billy Wilder decía que sólo había dos clases de personas: las que hacían TODO por dinero y las que hacían CASI todo por dinero... “Uno, dos, tres” es la mejor reunión de estos especimenes en toda la filmografía del cáustico director. Sincopada, impetuosa, y descocada sátira política, que no deja títere con cabeza en esa “guerra fría” que caldeaba el mundo. Para eso se sirve de la memorable interpretación de James Cagney, enérgico y chillón, representante de ese capitalismo (es directivo de la Coca Cola) maquiavélico que escoltado por un catálogo de personajes inolvidables: desde una exuberante y explosiva secretaría llena de curvas y ritmo hasta un militarizado chofer de “dudoso” pasado nazi, a una esposa tan consentidora como irónica, va a cruzar hacia el Oeste en esa ciudad dividida que es Berlín. Este y Oeste se ven las caras, no de un modo dramático, sino a ritmo de unos diálogos endiabladamente rápidos y, quizás, más inspirados que nunca. Capitalistas y comunistas en un farsa punzante que se cose sin suturas a una historia de amor entre la hija del presidente de la Coca Cola, una encantadora y descerebrada Pamela Tiffin, y Otto, un comunista lleno de retórica y libros en permanente pulso con ese capitalismo que derrumbará todos los muros y terminará incluso por “ennoblecerlo”. La visión que ofrece Wilder no puede ser más vitriólica. En una de las sencuencias el camarada Otto se pregunta si no queda gente buena en todo el mundo; la respuesta del comisario comunista no puede ser más breve y feroz: “No sé. No conozco a todo el mundo”. Una delicia a disfrutar que va ganando con el paso de los años.
Strhoeimniano
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