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Drama. Fantástico
Nobuko trabaja en Nagasaki como comadrona. Su hijo murió tres años atrás a causa de la bomba atómica. En el aniversario de la misma, el día 9 de Agosto, su hijo se le aparece de nuevo. (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atrevido experimento donde lo fantástico y lo cotidiano, lo sobrenatural y sencillo, lo romántico y lo dramático… se dan cita. Es una historia lenta y un poco larga que sin necesidad de artificios cuenta lo que significa enfrentar los mayores dolores y seguir adelante sin traumas.
Los personajes principales la madre viuda, el hijo perdido el día del estallido que da título a la película y la prometida del hijo, son todos perfectamente humanos. Los secundarios son todos creíbles y ayudan a describir y contar esta encantadora historia.
Difícil encontrar cine de este nivel artístico. Opta por el encuadre, las tomas interiores, los diálogos chispeantes. Un tempo lento que ayuda a la reflexión. Todo nos habla de los bienes más altos a los que aspira el ser humano que no tienen que estar volando en las nubes, ni en la fantasía, ni en las hazañas heroicas, sino en el modo en que enfrentamos y vivimos el discurrir diario.
Hiroshima y Nagasaki sufrieron casi con toda seguridad el castigo colectivo más terrible que la humanidad recuerda. Ante un hecho tan terrible, injusto, doloroso, tremendo, absurdo… la respuesta de la película no se pierde en recriminaciones, análisis, odios, revanchas… sino que se apoya en lo único que puede ayudar: la esperanza, el perdón, la sencillez, la humildad, el respeto, el cariño. No puede haber una respuesta más humana, y, al mismo tiempo, más divina.
Deliciosa película para quien se atreva a verla.
Los personajes principales la madre viuda, el hijo perdido el día del estallido que da título a la película y la prometida del hijo, son todos perfectamente humanos. Los secundarios son todos creíbles y ayudan a describir y contar esta encantadora historia.
Difícil encontrar cine de este nivel artístico. Opta por el encuadre, las tomas interiores, los diálogos chispeantes. Un tempo lento que ayuda a la reflexión. Todo nos habla de los bienes más altos a los que aspira el ser humano que no tienen que estar volando en las nubes, ni en la fantasía, ni en las hazañas heroicas, sino en el modo en que enfrentamos y vivimos el discurrir diario.
Hiroshima y Nagasaki sufrieron casi con toda seguridad el castigo colectivo más terrible que la humanidad recuerda. Ante un hecho tan terrible, injusto, doloroso, tremendo, absurdo… la respuesta de la película no se pierde en recriminaciones, análisis, odios, revanchas… sino que se apoya en lo único que puede ayudar: la esperanza, el perdón, la sencillez, la humildad, el respeto, el cariño. No puede haber una respuesta más humana, y, al mismo tiempo, más divina.
Deliciosa película para quien se atreva a verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Evidentemente el trasfondo religioso no es accidental. Sin él las actitudes y reacciones de los personajes no tendrían sentido. Por eso, casi me atrevo a decir que sólo gustará a paladares que sintonicen al menos con el problema del drama de la existencia humana y, sobre todo, con sensibilidades cristianas, o abiertas a lo Sobrenatural.
Escenas aparentemente sencillas tienen un profundo y completo sentido cristiano. Véase, por ejemplo, cuando la profesora Machiko acompaña a su pequeña alumna a solicitar el lugar y circunstancias de la muerte de su padre… Toda una meditación cristiana del sentido de la “compasión”. Llorar cuando los demás no saben o no pueden hacerlo.
Además del sentido reparador y redentor de las lágrimas, muchísimos otros aspectos aparecen sutilmente, como el agradecimiento, la generosidad en medio de la escasez, la necesidad del sacrificio, la realidad del más allá...
Escenas aparentemente sencillas tienen un profundo y completo sentido cristiano. Véase, por ejemplo, cuando la profesora Machiko acompaña a su pequeña alumna a solicitar el lugar y circunstancias de la muerte de su padre… Toda una meditación cristiana del sentido de la “compasión”. Llorar cuando los demás no saben o no pueden hacerlo.
Además del sentido reparador y redentor de las lágrimas, muchísimos otros aspectos aparecen sutilmente, como el agradecimiento, la generosidad en medio de la escasez, la necesidad del sacrificio, la realidad del más allá...