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Voto de seagal4ever:
7
17 de diciembre de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Douglas Fairbanks. Uno de los grandes aventureros de la historia del cine, qué duda cabe. Y lo es precisamente gracias a obras tan emblemáticas y recordadas como ésta que nos ocupa. Con una pureza y una elegancia ya prácticamente olvidadas, "El pirata negro" consigue transmitir a la perfección esas elevadas dosis de aventura y galantería, tan necesarias y disfrutables que, aunque hoy en día ya prácticamente no las recordamos, no dejan de ser ciertamente estimulantes.
Fairbanks interpreta a un joven noble que se enrola en la tripulación de un barco pirata con el objetivo de vengar la muerte de su padre a manos de los bribones del mar. Para ello intentará ganarse primero su confianza, sin embargo, con lo que no contará el intrépido aventurero será con que durante uno de sus escarceos marítimos encontrará al amor de su vida: una joven y bella princesa a la que se verá obligado a proteger como si de su mayor tesoro se tratase.
Douglas Fairbanks se desenvuelve como auténtico pez en el agua dentro del marco que el filme nos ofrece. Con su impertérrita sonrisa, el bueno de Fairbanks deja clara su vocación por la acción y el movimiento en cada uno de los planos del metraje. Y valiéndose de unos escasos pero extraordinarios decorados, el director Albert Parker logra dar buena cuenta de sus aventuras con una fluidez y un ritmo narrativo envidiables. Las típicas acrobacias de Fairbanks quedan fielmente reflejadas por el buen saber hacer de los principales implicados, manifestándose así las escenas de acción como una de las razones de ser de la película, donde los abordajes y las peleas de sables están a la orden del día.
Fairbanks interpreta a un joven noble que se enrola en la tripulación de un barco pirata con el objetivo de vengar la muerte de su padre a manos de los bribones del mar. Para ello intentará ganarse primero su confianza, sin embargo, con lo que no contará el intrépido aventurero será con que durante uno de sus escarceos marítimos encontrará al amor de su vida: una joven y bella princesa a la que se verá obligado a proteger como si de su mayor tesoro se tratase.
Douglas Fairbanks se desenvuelve como auténtico pez en el agua dentro del marco que el filme nos ofrece. Con su impertérrita sonrisa, el bueno de Fairbanks deja clara su vocación por la acción y el movimiento en cada uno de los planos del metraje. Y valiéndose de unos escasos pero extraordinarios decorados, el director Albert Parker logra dar buena cuenta de sus aventuras con una fluidez y un ritmo narrativo envidiables. Las típicas acrobacias de Fairbanks quedan fielmente reflejadas por el buen saber hacer de los principales implicados, manifestándose así las escenas de acción como una de las razones de ser de la película, donde los abordajes y las peleas de sables están a la orden del día.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No puedo dejar de reseñar la dualidad conceptual que este filme me ha transmitido. Con un moralizante mensaje de fondo, en el que se destacan los valores de la justicia y la honradez, la obra atraviesa por momentos unos meandros un tanto retorcidos y realmente turbadores que, dicho sea de paso, logran elevar la categoría del filme notablemente. No puedo borrar de mi retina la escena del abordaje pirata de otro navío. Quedé literalmente sacudido cuando vi con qué naturalidad se mostraba cómo un montón de cadáveres eran amontonados sobre la superficie de la embarcación como si tal cosa.
Y no menos inquietante me resultó el momento en el que el capitán pirata, al ver cómo uno de los navegantes capturados se traga un anillo con el objetivo de ocultarlo, ordena a uno de sus secuaces que se lo traiga; el plano se queda estático en la figura del capitán mientras vemos desaparecer al pirata con un cuchillo en la mano, cuchillo con el cual vuelve unos segundos después, eso sí, impregnado y goteando sangre, al igual que sus manos. Digamos que toda la secuencia del abordaje es brutalmente explícita, y lo es precisamente por el aire de "normalidad" que rodea a todas las acciones de los piratas.
Obra clave y fundamental dentro del subgénero del cine de piratas, así como del de aventuras. Junto a las clásicas "Robin Hood" o "El ladrón de Bagdad", quizás una de las más redondas obras de Fairbanks, pese a no contar con la misma fama que éstos. Resulta tan estimulante y placentero enfrentarse a estos filmes mudos de Fairbanks que, todo sea dicho, uno no puede ser demasiado objetivo al respecto. Esas bandas sonoras tan pegadizas, esos diálogos tan concisos y elegantes, esas imágenes tan maltratadas por el tiempo pero tan puras y bellas como las mismas estrellas del firmamento. Lo que este tipo de cine logra transmitir, tan cercano de los orígenes del cine pero ya con una cierta base narrativa, es poesía pura, ni más ni menos.
Y no menos inquietante me resultó el momento en el que el capitán pirata, al ver cómo uno de los navegantes capturados se traga un anillo con el objetivo de ocultarlo, ordena a uno de sus secuaces que se lo traiga; el plano se queda estático en la figura del capitán mientras vemos desaparecer al pirata con un cuchillo en la mano, cuchillo con el cual vuelve unos segundos después, eso sí, impregnado y goteando sangre, al igual que sus manos. Digamos que toda la secuencia del abordaje es brutalmente explícita, y lo es precisamente por el aire de "normalidad" que rodea a todas las acciones de los piratas.
Obra clave y fundamental dentro del subgénero del cine de piratas, así como del de aventuras. Junto a las clásicas "Robin Hood" o "El ladrón de Bagdad", quizás una de las más redondas obras de Fairbanks, pese a no contar con la misma fama que éstos. Resulta tan estimulante y placentero enfrentarse a estos filmes mudos de Fairbanks que, todo sea dicho, uno no puede ser demasiado objetivo al respecto. Esas bandas sonoras tan pegadizas, esos diálogos tan concisos y elegantes, esas imágenes tan maltratadas por el tiempo pero tan puras y bellas como las mismas estrellas del firmamento. Lo que este tipo de cine logra transmitir, tan cercano de los orígenes del cine pero ya con una cierta base narrativa, es poesía pura, ni más ni menos.