A Hollywood no le gustan los personajes sino las caricaturas. No le gusta el drama sino las caricias. Hollywood convierte el cine en un salón de masaje para mentes perezosas que solo quieren ser complacidas en la mismidad de sus ideas bien asentadas, bien construidas. A Hollywood no le interesa generar ideas o emociones, sino reproducir las ya existentes de la manera más bonita, mas complaciente posible, para que todos puedan sentirse parte de ese gran espectáculo colectivo, de esa gran enseñanza moral (más que moral, moralina) que nos inculcan una otra vez. El cine de Hollywood no crea, reproduce en industria lo que el público quiere oír, lo que se dice un producto de consumo.

Soy consciente de que este corto no es de Hollywood, de hecho es húngaro, pero así es que ha sido premiada en esa orquesta de besugos onanista que son los Oscar, y así ha sido porque no hace sino reproducir paso por paso las técnicas para convertirse en un éxito de esa deleznable industria. La niña marginada (pero monísima) la fiel amiga (también monísima) que es cool pero que sin embargo apoya a la marginada, la profesora malvada y villana pero, cómo no, increíblemente atractiva, y toda una serie de movimientos y giros comunes que no se construyen por la inercia del propio movimiento de las cosas existentes en la película sino que todas se subsumen en el ideal por el que la película se construyó, y en cada elemento de la misma no somos capaces de ver ni un atisbo de humanidad, ni un atisbo de contradicción, ni un atisbo de particularidad de un elemento que se sustraiga al sistema, al discurso maniqueo con el que concluye el corto y que lo contamina de principio a fin. No hay más, el despliegue de la película es una redundancia masturbatoria de lo dicho en las últimas líneas de guión, pero eso sí, adornado con música y caras bonitas para que el público pueda sentir que aparte de soltarnos una chaoa moralista que a nadie le importa sobre la importancia del apoyo mutuo, le sea masajeada su sensibilidad más primitiva y poder así perpetuar su pobreza y mediocridad de espíritu.

En definitiva: un cortometraje absolutamente mediocre e innecesario, hasta tal punto que es inmoral por perpetuar un sistema cinmatográfico que promueve la pereza moral y espiritual

A la hoguera!