En el fondo no es más que una versión del típico: chico y chica se conocen y se enamoran perdidamente; chico acaba triunfando con la ayuda de una chica que renuncia a su ambición profesional por la estabilidad emocional de la pareja; al mismo tiempo que el chico pierde el interés por la chica mientras disfruta de su reciente y embriagador éxito profesional. Algo normal, como la vida misma.

Pero la película se centra fundamentalmente en la forma en la que el chico trata de recuperar a la chica, con la particularidad de que lo hace mediante el planteamiento de mundos paralelos. Nada del otro jueves, pero aún así la película está más cerca de un viernes que de un lunes, ya que posee cierta originalidad, es melodiosa, con un ritmo apacible pero ágil, con un elegante tono de comedia y con unos actores, sobre todo Josephine Japy, que brillan con luz propia. Todo con una estimable factura técnica.

Quizá su mejor acierto es que plantea el conflicto entre los protagonistas como algo corriente, incluso lógico. No hay ni buenos ni malos, por más que uno sea el que le ha fallado a la pareja, viniendo a reflejar que tenemos una vida de la misma manera que podríamos tener otra considerablemente distinta, pero tanto en una como en la otra tendremos cosas buenas y otras no tanto, Quizá se decanta por una de las dos caras de esa lucha interna tan actual hoy en día, vida personal versus vida profesional. O eso parece.