Basta echarle un vistazo al argumento para darse cuenta de la película es lamentable, se mire como se mire, y que el guión es más propio de un telefilm de sobremesa que de una comedia. Uno se pregunta en qué lugar deja a los espectadores de Estados Unidos, cuando esta película acabó siendo la comedia más taquillera del país en el año 1997. ¡Ni siquiera en un film Disney es tan previsible el modo en que se suceden los acontecimientos! ¿De verdad alguien duda de que el padre renunciará a su habitual conducta y acabará convertido en un amante esposo y un padre ejemplar? En fin, dejémoslo...

Más que por la historia en sí, que no merece mayor comentario, lo que me resulta indignante es la pueril construcción de los personajes, montados sobre unos estereotipos vergonzosos, y la (sobre)actuación de Jim Carrey, que supera todos los niveles de histrionismo registrados hasta la fecha. Sus gestitos y sus gracias se puede soportar 5 minutos, pero los 86 que dura la película es motivo suficiente (creo yo) para interponer una demanda multimillonaria contra los autores de esta basura superficial, artificiosa y falsamente bienintencionada.