Con ramalazos del David Lynch más bizarro y de los Monty Phyton más surrealistas, Stingray Sam es y fue una rara avis en el cine independiente. Una marcianada, como dice el autor de la anterior crítica, pero una marcianada sin ápice peyorativo, puesto que el film es una de esas joyas inclasificables que de vez en cuando aparecen y pasan sin darnos cuenta.

Película de episodios en los que siempre aparece un collage descacharrante con una voz en off que nos cuenta una historia imaginativa e inverosímil, una canción de letra tremendamente original y un argumento dentro de una sci-fi surrealista, mas propia de Jodorowsky que de Kubrick o Scott. El macguffin es lo de menos, ya que la historia es tan novedosa, la puesta en escena tan original y los personajes tan sorprendentes, que resistirse a no ver todos los episodios de tirón es imposible. Es rara, pero tiene ese algo que la hace única e irrepetible.