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Voto de Yanpol64:
8
7,5
3.564
Drama. Romance
Basada en tres cuentos de Chejov. El arquitecto Romano Patroni (Marcello Mastroianni), ahora venido a menos, ahora trabaja en el bar de un barco a vapor, y se dispone contarle a un incidental cliente ruso, llamado Pavel (Vsevolod Larionov), su historia de amor con una compatriota suya llamada Anna (Elena Safonova), la dama del perrito, mientras ambos estaban casados y huían de sus parejas. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2018
67 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me quedo bastante sorprendido al no leer ni una crítica que coincida con lo que yo he sentido claramente que nos descubre la película al final (supongo que será por prudencia y por no destripar su sentido). Y como revelar lo que para mí es evidente (desde que la vi de joven hace 30 años) supone desvelar el que me parece el auténtico significado de la película, lo hago en “spoiler” para no destripársela a los que aún no la han disfrutado.
Nikita Mikhalkov nos conduce por las sendas del recuerdo, la nostalgia y la melancolía con estupendos toques de humor. Una curiosa mezcla de bella morriña rusa y divertida ternura italiana. Una peculiar síntesis entre los cuentos del ruso Chéjov (se inspira en tres de ellos), la dirección de un realizador soviético, la producción italiana y la actuación magistral –premiada en Cannes- de Marcello Mastroianni. Y, en fin, todo el filme es un precioso flashback muy poético, romántico y tragicómico, con la delicada sensibilidad del autor ruso y las ensoñaciones de una especie de realismo mágico. Vale. Pero vayamos al spoiler y a esa verdad que se nos descubre al final y que ¡nadie cuenta por aquí!
Nikita Mikhalkov nos conduce por las sendas del recuerdo, la nostalgia y la melancolía con estupendos toques de humor. Una curiosa mezcla de bella morriña rusa y divertida ternura italiana. Una peculiar síntesis entre los cuentos del ruso Chéjov (se inspira en tres de ellos), la dirección de un realizador soviético, la producción italiana y la actuación magistral –premiada en Cannes- de Marcello Mastroianni. Y, en fin, todo el filme es un precioso flashback muy poético, romántico y tragicómico, con la delicada sensibilidad del autor ruso y las ensoñaciones de una especie de realismo mágico. Vale. Pero vayamos al spoiler y a esa verdad que se nos descubre al final y que ¡nadie cuenta por aquí!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Romano Patroni es un pobre camarero desgraciado e iluso que con casi total seguridad jamás habrá conocido el “dolce far niente”, que nunca habrá estudiado Arquitectura, que jamás habrá podido tener una esposa millonaria y aristocrática –Elisa- que nunca habrá pisado un balneario para ricos, y que jamás habrá tenido una amante rusa. Lo que siempre ha tenido, eso sí, es inteligencia e imaginación y un don especial para la ficción, el cuento y la mentira. A pesar de su historia de amor con Rusia sólo sabe dos palabras en ruso, “sobachka” (“perrito”) y “spasiva” (“gracias”), palabras que seguramente ha aprendido de alguna turista a la que haya atendido como camarero (posiblemente esa bella rusa que viaja en el vapor y con la que fantasea en el falso flashback que es toda la película).
Además de la revelación final que nos permite descubrir la verdad (es un camarero soñador) el propio Romano la expresa de un modo clarísimo: sí, él mismo reconoce que es un fabulador cuyas historias nadie cree, con excepción de la inocente Anna, esa tímida rusa acompañada de su “sobachka” con la que dice haber vivido una historia de amor. Y lo curioso es que con sus propias palabras afirma hablando de su vida “no me acuerdo de nada”. Sí, le dice a Pavel –el turista ruso al que le ha contado su historia de amor- que no se acuerda de “nada” ¡y lo dice después de haber estado narrándola con todo lujo de detalles! O sea ¡todo lo que ha estado confesando durante más de una hora es imaginativa ficción! También afirma “Yo he vivido cada día como si fuese una parodia, una mala imitación.” Por ello no consigo comprender como todo el mundo en sus críticas en ningún momento duda de la credibilidad de la historia de Romano y la considera un verdadero flashback de lo vivido. Puede que yo esté confundido al considerar rotundo que toda la historia de amor de Romano es fábula (y que así nos lo quiere mostrar el guión), pero aún me parecen más confundidos los que ni siquiera plantean en sus críticas esa posibilidad y la contemplan como una historia convencional sobre el amor, la memoria, la pérdida, la nostalgia…
Es verdad que Romano también se sincera diciendo que de esa vida en blanco (atención: ¡"en blanco"! O sea, que la historia que ha contado es pura invención), sólo recuerda tres cosas: la nana que le cantaba su madre, el rostro de Elisa en la primera noche y las brumas de Rusia (es decir ¡que no recuerda a su amada Anna! ¡que todo lo que ha contado es mentira!). Podríamos creer que ha tenido una esposa llamada Elisa y que por alguna razón viajó a Rusia. Esto me obligaría a admitir que la interpretación dominante en las críticas (la que da por hecho que la historia de Romano es verdadera) también podría tener algo de cierto. Pero, insisto, no comprendo que nadie haya comentado que hay esas dos posibles visiones del filme: Una, que Romano fue realmente un vividor que se enamoró de una joven rusa en un balneario y tuvo su pintoresca odisea en Rusia; y dos -y más evidente- que Romano es un pobre fracasado que lo ha inventado todo.
Las capacidades inventivas de Romano quedan de manifiesto también cuando su jefe le ordena que deje de perder el tiempo con sus historias y que prepare las mesas del restaurante, e inmediatamente él se justifica improvisando otra mentira: que el turista con el que habla es un viejo conocido de “la guerra” (¿?)
La única prueba favor de la interpretación convencional y mayoritaria es que el ruso Pavel (que descubrimos justo al final que se ha casado con la rusa Anna) afirma que su mujer antes de aceptarlo lo estuvo rechazando durante años porque esperaba a un amor (que no llegó). Y no tengo ningún argumento sólido para contradecir ese hecho. A no ser que la gran guionista italiana Suso Cecchi d’Amico lo haya incluido para dejar abierta la posibilidad de que la narración de Romano fuese verdad, sí, para contrarrestar un poco la evidencia final de que todo es una fábula, para enredarnos a los espectadores en la duda y la ambigüedad.
Además de la revelación final que nos permite descubrir la verdad (es un camarero soñador) el propio Romano la expresa de un modo clarísimo: sí, él mismo reconoce que es un fabulador cuyas historias nadie cree, con excepción de la inocente Anna, esa tímida rusa acompañada de su “sobachka” con la que dice haber vivido una historia de amor. Y lo curioso es que con sus propias palabras afirma hablando de su vida “no me acuerdo de nada”. Sí, le dice a Pavel –el turista ruso al que le ha contado su historia de amor- que no se acuerda de “nada” ¡y lo dice después de haber estado narrándola con todo lujo de detalles! O sea ¡todo lo que ha estado confesando durante más de una hora es imaginativa ficción! También afirma “Yo he vivido cada día como si fuese una parodia, una mala imitación.” Por ello no consigo comprender como todo el mundo en sus críticas en ningún momento duda de la credibilidad de la historia de Romano y la considera un verdadero flashback de lo vivido. Puede que yo esté confundido al considerar rotundo que toda la historia de amor de Romano es fábula (y que así nos lo quiere mostrar el guión), pero aún me parecen más confundidos los que ni siquiera plantean en sus críticas esa posibilidad y la contemplan como una historia convencional sobre el amor, la memoria, la pérdida, la nostalgia…
Es verdad que Romano también se sincera diciendo que de esa vida en blanco (atención: ¡"en blanco"! O sea, que la historia que ha contado es pura invención), sólo recuerda tres cosas: la nana que le cantaba su madre, el rostro de Elisa en la primera noche y las brumas de Rusia (es decir ¡que no recuerda a su amada Anna! ¡que todo lo que ha contado es mentira!). Podríamos creer que ha tenido una esposa llamada Elisa y que por alguna razón viajó a Rusia. Esto me obligaría a admitir que la interpretación dominante en las críticas (la que da por hecho que la historia de Romano es verdadera) también podría tener algo de cierto. Pero, insisto, no comprendo que nadie haya comentado que hay esas dos posibles visiones del filme: Una, que Romano fue realmente un vividor que se enamoró de una joven rusa en un balneario y tuvo su pintoresca odisea en Rusia; y dos -y más evidente- que Romano es un pobre fracasado que lo ha inventado todo.
Las capacidades inventivas de Romano quedan de manifiesto también cuando su jefe le ordena que deje de perder el tiempo con sus historias y que prepare las mesas del restaurante, e inmediatamente él se justifica improvisando otra mentira: que el turista con el que habla es un viejo conocido de “la guerra” (¿?)
La única prueba favor de la interpretación convencional y mayoritaria es que el ruso Pavel (que descubrimos justo al final que se ha casado con la rusa Anna) afirma que su mujer antes de aceptarlo lo estuvo rechazando durante años porque esperaba a un amor (que no llegó). Y no tengo ningún argumento sólido para contradecir ese hecho. A no ser que la gran guionista italiana Suso Cecchi d’Amico lo haya incluido para dejar abierta la posibilidad de que la narración de Romano fuese verdad, sí, para contrarrestar un poco la evidencia final de que todo es una fábula, para enredarnos a los espectadores en la duda y la ambigüedad.