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Uruguay Uruguay · Montevideo
Voto de Atilio:
8
Drama Noviembre de 1919. Dos supervivientes de las trincheras, uno un magnífico ilustrador y el otro, un modesto contable, montan una estafa sobre los monumentos a los muertos de la guerra. En la Francia de los años veinte, el proyecto se convierte en algo tan peligroso como espectacular. (FILMAFFINITY)
18 de abril de 2018
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí hay una obra rodada a puro talento, desborde creativo, elenco excepcional y unos movimientos de cámara deslumbrantes.

El director —quien también la protagoniza y escribe el guión adaptando una novela— Albert Dupontel tiene la virtud de contarnos en un tono de comedia (a veces usando el humor negro) el drama de los postergados de la guerra, de la "carne de cañón" de los ejércitos que son olvidados y desamparados por los oficiales, el sistema sanitario, los gobiernos y toda una red de bribones que lucran con la posguerra. Por suerte tanto la sinopsis como el trailer no dicen ni sugieren nada del argumento, que es muy, pero muy original. Yo creo que esta película debe ir a verse contando con la menor información argumental posible, porque en el guión la novela de Pierre Lemaitre ha sido trasladada con mucho ingenio y cualquier desarrollo de la trama en una reseña haría perder la magia que el relato posee. Digamos que, a grandes rasgos, hay todo un hilo secuencial de personajes que no aparecen en vano desde el inicio y que, luego van encajando en un círculo virtuoso haciendo que el desenlace sea un resorte brillantemente resuelto para que el filme cierre como se inicia. Tal vez pueda achacársele al libreto que las definiciones psicológicas son cortadas a hachazos (los malos son malísimos, los buenos son víctimas) y que las casualidades resultan algo inverosímiles, pero si uno entra en el juego de espejos que te propone el director seguramente podrás pasar por alto este maniqueísmo y quedarás fascinado con la propuesta.

Como coprotagonista el argentino Nahuel Pérez Bizcayart, hace un trabajo deslumbrante de interpretación exclusivamente con los ojos y las manos porque casi siempre está debajo de alguna máscara. Los efectos especiales son francamente magníficos y están al servicio de una cámara en permanente travelling que se eleva y desciende vertiginosamente con la grúa para mostrarnos escenas de masas (los 3 planos secuencia del principio son antológicos) permitiendo una reconstrucción de época que sería imposible lograr sin usar sobreimpresiones.

La fotografía y la música te subyugan y, como si fuera poco, tiene uno de los finales más emotivos que recordaré para siempre. Una verdadera fiesta para los sentidos, obra que te conmoverá el espíritu y los sentimientos y que recomiendo calurosamente.
Atilio
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