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Voto de Quatermain80:
6
Drama. Thriller Favraux, un banquero sin escrúpulos, recibe una nota amenazadora, firmada por un tal Judex, que le pide que devuelva todo el dinero que ha robado. Favraux se niega y aparentemente muere después de un baile de disfraces. Sin embargo, sólo ha sido drogado por Judex y encerrado... (FILMAFFINITY)
29 de junio de 2014
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Evidente y rendido homenaje al cineasta Louis Feuillade, esta película, remake de la que dirigiera el mencionado realizador en 1916 (y que no he tenido la oportunidad de ver), desprende, como muy bien ha escrito mi predecesor, el inconfundible aroma del folletín; en efecto, desde el siglo XIX y hasta bien entrado el XX, la proliferación de periódicos y revistas literarias propiciaron la aparición de las novelas por entregas, que cautivaron al gran público, y que tuvieron gran desarrollo en Francia. Con la llegada del nuevo siglo, y de la mano de los nuevos medios como la radio o el cine, este formato originalmente literario se adaptó, dando lugar a los seriales, que gozaron de enorme popularidad. Precisamente Louis Feuillade fue uno de los primeros cineastas en cultivar este género, obteniendo grandes éxitos como “Fantomas”, “Los Vampiros” o la primera versión de esta historia.

Argumentalmente los folletines siempre se han caracterizado por la primacía de la peripecia, por el gusto por lo extraño, lo sorprendente, exótico y misterioso; igualmente predominan en ellos los personajes llamativos, excéntricos, poco desarrollados, del mismo modo que las tramas, frecuentemente apresuradas, con notable querencia por el “pastiche” y por la acumulación rápida de acontecimientos, que no siempre respetan la lógica del argumento. Todo esto se aplica como un guante a nuestra película, que sólo puede analizarse desde estos parámetros, pues de no tenerlos en cuenta sería fácil pensar que director y guionistas eran unos chapuceros.

Con un planteamiento de inicio bastante prometedor –un malísimo banquero amenazado por un misterioso personaje justiciero que se hace llamar Judex-, la película acaba convirtiéndose en una sucesión más o menos acelerada de acciones y acontecimientos que, aunque en sí mismos puedan ser atractivos e ingeniosos, en conjunto presentan problemas evidentes de discontinuidad narrativa, cuando no caen en la más abierta inverosimilitud (hay fragmentos que no tienen ningún sentido, si nos atenemos a la lógica convencional). El personaje central, Judex, aunque sea fácilmente identificable con Fantomas, yo lo encuentro más parecido a Arsenio Lupin, el “caballero ladrón”, la gran creación de Maurice Leblanc; es más, el torpe detective Cocontin viene a ser una parodia de Sherlock Holmes, recurso que también empleó Leblanc en muchas de sus novelas, llamándolo Herlock Sholmes. Con todo, el personaje mejor desarrollado de la película no es Judex, ni su protegida Jacqueline, sino la malvada Marie Verdier, cuya ambición, falta de escrúpulos y enorme atractivo la señalan como el mayor acierto argumental de la cinta.

Otro de los aspectos que hacen interesante el filme es la labor de su director, un George Franju que ya había demostrado su talento en la imprescindible “Ojos sin rostro”. Y es que, pese a las deficiencias de guión, las imágenes de la película son frecuentemente brillantes y casi siempre sugerentes, bien apoyadas desde una acertada dirección artística y un notable vestuario. Visualmente encontramos una fotografía con querencias nocturnas, así como algunos planos en los que se fuerza el punto de vista (grandes picados o contrapicados); son apreciables, además, recursos del cine mudo, como los intertítulos (que refuerzan el carácter episódico de los acontecimientos) o las transiciones entre los fundidos de cierre y de apertura. Son secuencias destacadas por su calidad y originalidad el baile de máscaras, la escalada de un muro por parte de los hombres de Judex (vestidos de negro, sus cuerpos contrastan contra la pared, semejando grandes arañas), y la insólita lucha que se libra en la azotea entre dos personajes femeninos. La dirección artística trabaja bien, creando ambientes muy contrastados, desde lo lujoso hasta lo cutre, pasando por el misterio ingenioso que define a la guarida secreta de Judex. El vestuario encuentra su mejor momento en el baile de máscaras y en el espectacular vestido ajustado que luce la villana de la película, modernísimo, si tenemos en cuenta que la acción está ambientada a principios del siglo XX.

Las interpretaciones son discretas, con unas muy limitadas prestaciones por parte de Channing Pollock (mago profesional, como es fácil de apreciar en varias innecesarias secuencias con palomas) y de Edith Scob (muy sosa, la pobre); algo más simpático resulta el atolondrado detective que interpreta Jacques Jouanneau, mientras que el cameo de Sylvia Koscina haciendo de inverosímil y oportunísima acróbata circense es para pegar a los guionistas. La mejor interpretación es la de Francine Bergé, pues su papel de malvada es el mejor y más interesante.

En conjunto es una película irregular, que alterna buenos momentos con otros que es mejor obviar o bien tomarlos con la ligereza, espíritu abierto y lúdico que son santo y seña de los añorados folletines y seriales.
Quatermain80
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