Ver en la película a Isiah Whitlock Jr. reivindicando a “The Wire” y haciendo un homenaje a Omar Little puede ser un punto atrayente pero Miguel Arteta no pretende hacer un homenaje ni cruzar los personajes cándidos que protagonizaban “Bienvenido Mr. Chance” y “Forrest Gump” con una cinta indie. “Convención en Cedar Rapids” es la personificación de lo simple y la sencillez pero sin que conlleve perder inteligencia. Su protagonista escala a la cumbre ante el miedo generalizado y que le impostan por principios y fidelidad en tiempos donde todo se mide en la venta y en el beneficio. Es momento de iniciación y aprendizaje: primer viaje, primera convención… donde nada es lo que parece.

Arteta ha hecho una pequeña y gran película que será ninguneada o ignorada por su pretendido aire de inocencia. Es interesante que en tiempos en los que la comedia ha sido delimitada por la grosería quede un reducto humano mediante el personaje en un cuasi-soliloquio. Lo hace en una película tan conocida y previsible, por su aparente simpleza, como inefectiva, por no salirse del cuaderno de ruta, pero su personaje honesto nos recuerda a un pez ignorante (que no tonto) nadando en una enorme pecera de tiburones. Tal vez sea la metáfora del ciudadano que anda sumido en una crisis financiera ante tanto depredador sin escrúpulos. Nos equivocamos porque nos equivocan. Nos venden mentiras para conducirnos a una mentira universal: en el fondo todos somos prostitutas, unas fuera del hotel y otras dentro… pero todas en venta al final y al cabo. Falta poner precio pero lo que sigue siendo humano es precisamente la moral. Aquello que todavía no han arrebatado al protagonista de la cinta.

Posiblemente si Capra levantase la cabeza aplaudiría una propuesta tan simplista, marginalmente encantadora y necesitada como “Convención en Cedar Rapids”.