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Voto de Maldito Bastardo:
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Comedia
Cuando Candy, un poli chapuza y Levy, un inepto abogado, pierden sus trabajos, se juntan en la Compañía de Seguridad “Perro guardián”. Después de un ridículo entrenamiento están listos para salir. Pero no pueden parar los robos que se siguen produciendo delante de sus narices. Pronto se percatan de que éstos no son accidentales, y que su empresa está aliada con el presidente de la unión de seguridad de gángsters... (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2010
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las buddy movies de los 80 salpicaban a diestro y siniestro: cabe reconocer que varios gags funcionan y tiene sus momentos; sobre todo cuando ese camionero loco comienza lo que debería ser la solución a los atascos de la M30 y se escucha ‘Born to be wild’.
Esta vez la plantilla, molde o paradigma del cine destinado al vídeo-comunitario o una caja mugrienta de videoclub en los ochenta sigue igual. No faltan persecuciones, tiros, perros, personajes freaks, saltos de autos locos y un plano de grúa final que se eleva en el escenario del desenlace antes de los ‘end credits’.
“Armados y peligrosos” forma parte de otra época, eso está claro. Como el peinado de la Ryan, vamos. Nada nuevo bajo ese cine de los ochenta que ha pasado a ser reliquia. Ya no hay vídeo-comunitario ni cadenas que programen películas donde no salgan Chuck Norris o Steven Seagal. Mucho menos videoclubes ochenteros. Nada sigue igual, ni siquiera esa forma de hacer cine comercial, tan superficial, tan de videoclub, tan condenado al olvido.
Esta vez la plantilla, molde o paradigma del cine destinado al vídeo-comunitario o una caja mugrienta de videoclub en los ochenta sigue igual. No faltan persecuciones, tiros, perros, personajes freaks, saltos de autos locos y un plano de grúa final que se eleva en el escenario del desenlace antes de los ‘end credits’.
“Armados y peligrosos” forma parte de otra época, eso está claro. Como el peinado de la Ryan, vamos. Nada nuevo bajo ese cine de los ochenta que ha pasado a ser reliquia. Ya no hay vídeo-comunitario ni cadenas que programen películas donde no salgan Chuck Norris o Steven Seagal. Mucho menos videoclubes ochenteros. Nada sigue igual, ni siquiera esa forma de hacer cine comercial, tan superficial, tan de videoclub, tan condenado al olvido.