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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
8
Drama París, 1899. L'Apollonide es un elegante prostíbulo en el que la madame es dueña absoluta de las meretrices, pues los gastos de éstas exceden a sus ingresos, y están en deuda con el local que las explota. Las prostitutas además se enfrentan a numerosos problemas: embarazos, opio y clientes violentos. En uno de los casos más trágicos, un hombre desfigura el rostro de una de las prostitutas. La cicatriz resultante dibuja en su cara una ... [+]
26 de agosto de 2012
44 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Olvídese de los grandes burdeles que hemos visto en las series de la HBO, “L'apollonide” de Bertrand Bonello quiere escrutar en otro tipo de placeres dentro de esa ‘casa de la tolerancia’ de un París que recorre el final del siglo XIX y principios del XX. Sus imágenes se convierten en goce para los espectadores, que nos transfiguramos en clientes voyeurs y, al mismo tiempo, nos sentimos atraídos, conmovidos y enamorados por la vida (y muerte) de sus atrapadas protagonistas.

“L'apollonide” habla de mujeres inmovilizadas y condenadas a un martirio en vida y marca infinita, mientras el mundo exterior de cambios queda fuera de campo produciendo un efecto claustrofóbico. Tal vez ese cliente sádico que desfigura a una de ellas la exime, en cierta medida, de continuar con esa vida… pero al mismo tiempo establece esa metáfora de deformación de la prostituta y la incapacidad de ser readmitida en la sociedad: será siempre divisada por un monstruo risueño si no acaba muerta y repudiada víctima de la sífilis. Los anacronismos en la banda sonora añaden una dimensión más amplia a sus resortes emocionales; como si al final, el castigo se perpetuará en la distancia y años hasta el infinito. Ese futuro es ocultado hábilmente por Bonello en una secuencia donde una de las prostitutas echa las cartas al resto y deja claro que si alguien las ‘elije’, se ‘convierten’ en más que objetos. Se trata del destino, del pasado… el presente… pero el futuro evita mostrarlo; simplemente nos muestra los rostros de las prostitutas y una pregunta con respuesta: ¿cuál es la peor? Simplemente, no hay salida… ni futuro.

Tal y como indican a modo de presentación: las cosas cambian en ese burdel, pero lentamente; porque el tiempo se detiene y la propia película se convierte en un decorado y tapiz. Esa representación teatral y reiterada en un salón principal que se transforma en ejemplo de farsa e impostura; un teatro de pose y placer que define (y minimiza a la simpleza) el concepto del sexo y la prostitución. La alternancia del punto de vista parece no modificar la solución final, como representación de la tristeza y decadencia implícita en la obra. A Bonello le interesa mostrar lo que hay detrás del falso espejo que aquello libidinoso que se refleja en el mismo, que nuestro disfrute sea más sensorial que erótico, más inquietante y atmosférico que efectista y vacuo. Aunque Narcís Bosch y sus “Lágrimas de esperma” deberían salir en los agradecimientos finales de los créditos, en “L'apollonide” habita un magnifico y absorto cine condenado también a estar atrapado en la inmortalidad.
Maldito Bastardo
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