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Voto de Archilupo:
7
Drama En un poblado costeño, el joven Oliverio debe interrumpir su viaje de bodas porque su madre, doña Ester, está moribunda. La madre pide a Oliverio que vaya a Petatlán a buscar al licenciado Figueroa, para que redacte su testamento. Oliverio emprende el viaje en un destartalado autobús, conducido por el chófer Silvestre. En el trayecto, el joven tendrá que sortear toda suerte de imprevistos y el asedio de Raquel, una sensual y coqueta ... [+]
18 de mayo de 2008
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Buñuel es buena gente se ve en cómo trata a los pasajeros del autobús en que Oliverio, el protagonista, realiza un prolongado viaje; en la humana claridad con que los pinta.

Entre los encargos comerciales mexicanos, rodados con oficio (¡3 largometrajes en 1951!), esta película se distingue por lo alegre de su tono popular, vivo e ingenuo; a mayor abundamiento, incluye en una escena un enérgico alegato a favor de la democracia y las urnas.

Rodado en zonas rurales del estado de Guerrero, la narración adopta aires de cuento sencillo. Lo escribió a partir de experiencias propias el poeta Altolaguirre, que también financió la producción. A él se debe el brillo de los diálogos, su riqueza coloquial, repleta de gracia. Pone especial esmero en que la diversidad de los tipos se refleje en las formas de hablar, y en esto el film sobresale.

En el día de su boda, el bueno de Oliverio debe aplazar la noche nupcial porque su madre moribunda le encomienda una misión urgente: traer de la ciudad a un licenciado a quien dictar testamento justo, e impedir así que sus otros hijos amañen el reparto de la herencia.
Oliverio ha de cruzar la Sierra Madre por el puerto de Subida al Cielo, una ruta más que escarpada, en autobús repleto de viajeros y animales (cabras y ovejas se mueven con libertad entre los asientos).
El viaje se convierte en un relato-río donde todo cabe. Cualquier cosa puede suceder: nacimiento y muerte, confidencias, niebla y tormentas, pinchazos y averías, atascos, fiestas, conciertos y recitales, borracheras, manifestaciones políticas…
La galería de caracteres es también bastante completa: un diputado de oratoria inflada, un rentista de expresión afectada y remilgosa, una recia campesina india, un comerciante español que silabea con deje de Lavapiés, la sensual Raquel (Lilian Prado), que siempre habla con intención erótica…

Según esquema muy buñuelesco, Oliverio está tensionado por las exigencias simultáneas de tres mujeres, o tres formas de lo femenino: la madre, la esposa y la libertina, con arreglo a un patrón que, conectado a la culpa y el castigo (ver spoiler)*, está presente en muchas películas de don Luis.

No falta algún detalle surrealista y onírico (la famosa secuencia de la peladura de manzana), aunque bastante aislado. Pasando por alto chapuceras maquetas y transparencias, y saltos bruscos en el ritmo (culpa de recortes sindicales, en parte), la película posee la fuerza de lo elemental y muestra el hondo fluir de la vida, en cuya corriente viajan con sus vicisitudes hombres y mujeres, coincidiendo pasajeramente en el espacio y en el tiempo, como en un trayecto en autobús (de los de entonces).

(7,5)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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