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Voto de Ferdydurke:
5
6,1
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Aventuras. Drama
Groenlandia, año 1908. Josephine Peary (Juliette Binoche), una mujer rica y culta, inicia una expedición al Polo Norte para reunirse con su marido, el explorador Robert Peary. Durante el viaje se encuentra con una humilde mujer esquimal, Allaka (Rinko Kikuchi). Pese a sus numerosas diferencias culturales y personales, ambas tendrán que unirse para poder sobrevivir a las duras condiciones climáticas de la tundra en el Ártico. (FILMAFFINITY) [+]
30 de noviembre de 2015
38 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Norteamericana necia y majadera como invierno sin sol se lía la manta a la cabeza y se va al Polo Norte nada menos que a buscar a su marido querido; caiga quien caiga (triste y literalmente), arrasando con todo y con todos; valerosa, ciega y terca como una cabra montesa, ella.
O mejor mirado, con ojos de lechón enamorado, amantísima esposa con la generosidad como bandera quiere recuperar a su hombre antes del fin.
O tal vez no sea más que una fábula sobre cómo el Occidente rico, arrogante y clasificador aplasta/conoce otras culturas en su afán por lograr nuevos hitos, en la prometeica lucha por el progreso obsesivo hasta las trancas de fanática vanidad.
La película te embelesa con su fotografía y sus hermosos fotogramas llenos de blancura inmaculada; paisaje desolado decorado con el garbo y las telas de la buena de Binoche; pistonuda, heroica e insufrible señora Peary.
También te entretiene durante un buen rato: a ver qué pasa, te preguntas curiosón.
Pero el invierno polar se nos echa encima, el hambre y la miseria invaden la película y el espectador, sin él quererlo, el pobre se ve contagiado, identificado con esa deriva absurda y torpe hacia la nada; un martirio alcornoque, un calvario horrísono, digno de mejor causa.
Bella, meritoria, bastante confusa e indecisa finalmente. Amaga y no da. O cree que sí, pero no sabe bien a qué.
O mejor mirado, con ojos de lechón enamorado, amantísima esposa con la generosidad como bandera quiere recuperar a su hombre antes del fin.
O tal vez no sea más que una fábula sobre cómo el Occidente rico, arrogante y clasificador aplasta/conoce otras culturas en su afán por lograr nuevos hitos, en la prometeica lucha por el progreso obsesivo hasta las trancas de fanática vanidad.
La película te embelesa con su fotografía y sus hermosos fotogramas llenos de blancura inmaculada; paisaje desolado decorado con el garbo y las telas de la buena de Binoche; pistonuda, heroica e insufrible señora Peary.
También te entretiene durante un buen rato: a ver qué pasa, te preguntas curiosón.
Pero el invierno polar se nos echa encima, el hambre y la miseria invaden la película y el espectador, sin él quererlo, el pobre se ve contagiado, identificado con esa deriva absurda y torpe hacia la nada; un martirio alcornoque, un calvario horrísono, digno de mejor causa.
Bella, meritoria, bastante confusa e indecisa finalmente. Amaga y no da. O cree que sí, pero no sabe bien a qué.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En los momentos finales, cuando las dos mujeres se ven obligadas a separarse, Coixet sube la música a todo volumen con la evidente e invasiva intención de golpear la sensibilidad adormecida del aturdido espectador; con el afán de dejarle claro que lo que está viendo es muy grande y triste y maravilloso y terrible, que se quieren mucho pero deben dividirse, que aprendieron y entendieron y que, sobre todo, Josephine conoció a una gran mujer, la "inuit", la esquimal (la versión femenina del "Dersu Uzala" siberiano).
Vale. Pero al instante se me atropellan las preguntas, las objeciones y los carraspeos. Por ejemplo:
- Si se quiere dar entender que Josephine ha aprendido por el camino ciertos valores que anteriormente despreciaba, que se ha vuelto de repente, en ese proceso, humilde y verdadera, que ha eliminado de un plumazo los melindres xenófobos, las frivolidades banales y las ridiculeces tan de niña rica y antipática, ¿cómo es posible, entonces, que diga que volvió con su amado marido y que no le pudo contar nada?, ¿cómo se puede casar esa hipocresía tan inmensa como la nieve polar con lo recién, se supone, adquirido y vivido, entre la vida y la muerte?, ¿cómo puede sacrificar la memoria de su amiga muerta en el altar de la comedia matrimonial y el corrupto pacto de silencio?
- Después de pasar cuatro meses atroces y moribundos, después de enterarse de que su esposo "la engañó" con la esquimal, todavía "pierde el culo" (o pregunta ansiosa) por el destino de la expedición. ¿No se ha dado cuenta de que justo esa misión iluminada es la que se llevó a varias personas por delante, la que mató a su amiga y al hijo de esta de la forma más terrible e injusta, abandonada a su suerte en medio del horror?
Conclusión: se nos quiere vender al final como una historia de superación y aprendizaje del otro, como un cambio de valores, y nos encontramos que vuelve a casa con el marido y el triunfo como si aquí no hubiera pasado nada, aquí paz y después gloria. Cuando además, como dijo Byrne al principio, se demuestra claramente que no todas las vidas valen lo mismo y que, por lo tanto, siempre pagan el precio más alto los más débiles.
Contradicciones un tanto hipócritas o un intento forzado de aunar el romanticismo con el buenismo que se queda solo a medias. Lo mismo que no encaja ese amor marital e inmortal, abismal, con lo visto, tan lleno de ausencias, penalidades e infidelidades.
Amenaza, emerge constantemente, da continuas y feroces dentelladas a la historia una sordidez determinista y clasista que se intenta empaquetar, domesticar con un celofán formal y discursivo que no logra ocultar hechos y comportamientos no precisamente tan admirables, un enfático romanticismo cuestionado por la fría y cruda realidad.
No parece suficiente que ella al final se lamente y exprese su pena por todo lo padecido. Suena a dolor aguado y facilón. A palabras huecas, pura fachada, de cara a la galería.
Vale. Pero al instante se me atropellan las preguntas, las objeciones y los carraspeos. Por ejemplo:
- Si se quiere dar entender que Josephine ha aprendido por el camino ciertos valores que anteriormente despreciaba, que se ha vuelto de repente, en ese proceso, humilde y verdadera, que ha eliminado de un plumazo los melindres xenófobos, las frivolidades banales y las ridiculeces tan de niña rica y antipática, ¿cómo es posible, entonces, que diga que volvió con su amado marido y que no le pudo contar nada?, ¿cómo se puede casar esa hipocresía tan inmensa como la nieve polar con lo recién, se supone, adquirido y vivido, entre la vida y la muerte?, ¿cómo puede sacrificar la memoria de su amiga muerta en el altar de la comedia matrimonial y el corrupto pacto de silencio?
- Después de pasar cuatro meses atroces y moribundos, después de enterarse de que su esposo "la engañó" con la esquimal, todavía "pierde el culo" (o pregunta ansiosa) por el destino de la expedición. ¿No se ha dado cuenta de que justo esa misión iluminada es la que se llevó a varias personas por delante, la que mató a su amiga y al hijo de esta de la forma más terrible e injusta, abandonada a su suerte en medio del horror?
Conclusión: se nos quiere vender al final como una historia de superación y aprendizaje del otro, como un cambio de valores, y nos encontramos que vuelve a casa con el marido y el triunfo como si aquí no hubiera pasado nada, aquí paz y después gloria. Cuando además, como dijo Byrne al principio, se demuestra claramente que no todas las vidas valen lo mismo y que, por lo tanto, siempre pagan el precio más alto los más débiles.
Contradicciones un tanto hipócritas o un intento forzado de aunar el romanticismo con el buenismo que se queda solo a medias. Lo mismo que no encaja ese amor marital e inmortal, abismal, con lo visto, tan lleno de ausencias, penalidades e infidelidades.
Amenaza, emerge constantemente, da continuas y feroces dentelladas a la historia una sordidez determinista y clasista que se intenta empaquetar, domesticar con un celofán formal y discursivo que no logra ocultar hechos y comportamientos no precisamente tan admirables, un enfático romanticismo cuestionado por la fría y cruda realidad.
No parece suficiente que ella al final se lamente y exprese su pena por todo lo padecido. Suena a dolor aguado y facilón. A palabras huecas, pura fachada, de cara a la galería.