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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
5
Cine negro. Intriga. Thriller Dave Robincheus (Alec Baldwin) es un antiguo detective de homicidios que vive con su mujer (Kelly Lynch) en un tranquilo pueblo de Louisiana, tras haber superado su adicción al alcohol. Un día, ambos presencian el accidente de un avión cuya única superviviente es una niña, de la que la pareja se hace cargo. Pero Dave asegura haber visto el cadáver de alguien que la policía no reconoce haber encontrado y comienza a investigar por su cuenta. (FILMAFFINITY) [+]
8 de enero de 2015
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thriller a fuego lento, solemne y desmadrado. Una ralentización, una morosidad un tanto plúmbea pero entretenida (levemente, confortablemente) para contar las hazañas de un Alec Baldwin todavía en plenitud física (antes de su redondez cansada de tanto papel de galancete de medio pelo en historias de cartón piedra, en productos hechos para su, supuesto, lucimiento; turbias y negras películas -con las que intentó triunfar-, modestas y un poco cutres, pensadas para esta estrella de segunda fila que pudo haber sido y no fue, con su guapura perezosa, blanda y roma); ex policía, ex alcohólico, esposo entregado, trabajador honorable y muerto de aburrimiento entre gente tan buena y que le quiere tanto, añorando con desesperación los tiempos en los que se mataba a copazos, perseguía malotes y reinaba entre las putas y los parias más perdularios del estupendo (y mítico) sur americano; aquellos maravillosos días de madrugadas feroces y noches sin fin, cuando la vida todavía se parecía algo a lo que un día le prometieron, cuando no tenía que aguantar el férreo control de la muy atractiva, pero pelma, Kelly Lynch.
La intención es repetir la fórmula segura y rentable, ya se sabe, intriga criminal, niña santa en peligro, amor de mi vida, tugurios infectos, mafiosos al por mayor, femmes fatales con mucha ira acumulada y pasados horribles, sexo robado y latente, sangre, generosas palizas, carreras sin falta y mucha perdición y maldad; un popurrí recargado, un acertijo sin solución, un encaje de bolillos que nuestro héroe deberá manejar con finura para cumplir, por fin, con la tarea para la que fue puesto ente nosotros, salvarnos y, de paso, entretenernos. Hay que montar una trama resultona que sirva para crear cierta tensión, algún morbo, algún susto; todo bañado por un clima moral digno de un meapilas con el alma atormentada y muchas ganas de flagelarse. Pero pronto se cansan, se dan cuenta de que no hay guion, que lo que cuentan da igual, que qué más da todo, y se nota, y los encuentros son cada vez más inútiles y absurdos, y los personajes, más grotescos y ridículos, y los diálogos, más risibles y... , pues eso; todo muy flojo y cayendo sin parar en la molicie fofa que adormece con la ilusión (vana) de que importa algo de todo ese mejunje forzado e indigesto.
¿Y que nos queda entre tanto escombro, baratillo y estilazo con apariencia de empaque y triste realidad de material tímida, pobremente reciclado? Los actores, el putón verbenero que clava la Hatcher (a pesar de la injusta nominación a los Razzie -no saben lo que hacen), la santa "puta" que borda la Masterson, el héroe patán que solventa con corrección el Baldwin, el trillonésimo malvado que ejecuta, con gracia, el Roberts bueno... y, ah, sí, los pantanos de Louisiana y la maravillosa Nueva Orleans (nos la enseñan poco).
Entre el bodrio vergonzoso y el festín suavemente cínico y acogedor. Ahí, ahí, no sabría yo decirte...
Ferdydurke
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