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Voto de Ferdydurke:
6
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Drama
Álvaro (Javier Gutiérrez) se separa de su mujer, Amanda (María León), una exultante escritora de best‐sellers, y decide afrontar su sueño: escribir una gran novela. Pero es incapaz; no tiene talento ni imaginación... Guiado por su profesor de escritura (Antonio de la Torre), indaga en los pilares de la novela, hasta que un día descubre que la ficción se escribe con la realidad. Álvaro comienza a manipular a sus vecinos y amistades para ... [+]
2 de diciembre de 2017
42 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los admirados y odiados USA (y aquí, por mera, triste y cobarde imitación, también) piensan que todo se puede aprender/hacer, que la vida entera es como una inmensa ferretería, tienda de golosinas, en la que entrar a comprar las herramientas adecuadas, las chucherías, para arreglar y construir, chupar, con ellas todo lo necesario o más guapo. Y el arte no es una excepción, faltaría más. Y la literatura, tampoco, ni mucho menos.
De ahí, o allí, los famosos talleres literarios.
Como hacer tornillos o chorizos, churros. Como fabricar neveras o ensaladeras, sartenes, brevas. Manufactura. Industria. Artesanía. Mano de obra. Racionalismo. Positivismo. Empirismo. Es hora de madrugar y trabajar, antes, y después, de rezar. Cacahuetes.
Solo se trata de tener fe, confianza en uno mismo y voluntad de poder, de mejorar, de ser (cada día) más. Tú puedes, ya verás. Ni un paso atrás.
Lo malo es si te lo crees. Y lo peor, si vas y pagas. Y ya, si te tiras tres años allí como este pobre desgraciado, además de no haber aprendido ni papa de cómo hacer un buen libro (al contrario, justo, si llegaste con, por casualidad, algo bueno, algún talento o fuerza, allí habrá sido destruido por la fuerza aplanadora norma, la mediocridad, el método, la rutina y la empresa), acabarás sonado, pidiendo la hora, por fa, devastado, alelado, aherrojado, transformado en un verdadero pringado, probablemente ya lo eras antes, venía de serie o fábrica, de casa, material dañado, y la diferencia no notaste, no pasa nada, de campeonato y cum laude.
Ya solo te faltará dar el siguiente paso para convertirte en un escritor de verdad (no uno de esos cutres, oportunistas y simpáticos que venden libros como rosquillas -pocos-, dando el pienso masticado/vomitado que demanda con desgana domada mansa el público mayoritario), ser un hijo de la grandísima puta (en ciernes, en potencia, luego hay que confirmarlo o demostrarlo) amasado.
Loco y Miserable. Esa es la ecuación. El único modo de abrirte camino y poder dejar huella.
Espiar, hurgar, observar, escuchar, cotillear, trapichear, basurear, esperar, mentir, traicionar, degradar, estropear y, también, a ser posible, volverte muy tonto de tan soberbio y embebido de ti mismo, tan vuelto hacia tu ombligo que te creas único, elegido, especial, distinto.
Un completo perfecto imbécil.
Loco, miserable e idiota. Esa es la idea (fuerte, madre). Las características indispensables para ser un gran escritor, de los pocos que crean obras inmortales. Vampiro sedientos de sangre, curvos de carroña, moscas y mierda.
¿Pero si por lo que sea no lo consigues porque algo te falla o te falta finalmente, esa pizca de suerte, talento o intangible aspecto?
¿Qué haces? ¿Qué hacer?
Nada, cero patatero, por lo menos habrás vivido por un instante, o más de uno si has sido constante, una experiencia auténtica, poderosa, arrolladora, orgullosa, orgásmica, habrás hecho algo por una vez en tu acojonada vida sin esperar el aplauso respaldo, la aquiescencia del grupo, sin pasar por el fichero, huyendo de la absurda triste manada, siendo un maravilloso majadero, lobo cordero.
De ahí, o allí, los famosos talleres literarios.
Como hacer tornillos o chorizos, churros. Como fabricar neveras o ensaladeras, sartenes, brevas. Manufactura. Industria. Artesanía. Mano de obra. Racionalismo. Positivismo. Empirismo. Es hora de madrugar y trabajar, antes, y después, de rezar. Cacahuetes.
Solo se trata de tener fe, confianza en uno mismo y voluntad de poder, de mejorar, de ser (cada día) más. Tú puedes, ya verás. Ni un paso atrás.
Lo malo es si te lo crees. Y lo peor, si vas y pagas. Y ya, si te tiras tres años allí como este pobre desgraciado, además de no haber aprendido ni papa de cómo hacer un buen libro (al contrario, justo, si llegaste con, por casualidad, algo bueno, algún talento o fuerza, allí habrá sido destruido por la fuerza aplanadora norma, la mediocridad, el método, la rutina y la empresa), acabarás sonado, pidiendo la hora, por fa, devastado, alelado, aherrojado, transformado en un verdadero pringado, probablemente ya lo eras antes, venía de serie o fábrica, de casa, material dañado, y la diferencia no notaste, no pasa nada, de campeonato y cum laude.
Ya solo te faltará dar el siguiente paso para convertirte en un escritor de verdad (no uno de esos cutres, oportunistas y simpáticos que venden libros como rosquillas -pocos-, dando el pienso masticado/vomitado que demanda con desgana domada mansa el público mayoritario), ser un hijo de la grandísima puta (en ciernes, en potencia, luego hay que confirmarlo o demostrarlo) amasado.
Loco y Miserable. Esa es la ecuación. El único modo de abrirte camino y poder dejar huella.
Espiar, hurgar, observar, escuchar, cotillear, trapichear, basurear, esperar, mentir, traicionar, degradar, estropear y, también, a ser posible, volverte muy tonto de tan soberbio y embebido de ti mismo, tan vuelto hacia tu ombligo que te creas único, elegido, especial, distinto.
Un completo perfecto imbécil.
Loco, miserable e idiota. Esa es la idea (fuerte, madre). Las características indispensables para ser un gran escritor, de los pocos que crean obras inmortales. Vampiro sedientos de sangre, curvos de carroña, moscas y mierda.
¿Pero si por lo que sea no lo consigues porque algo te falla o te falta finalmente, esa pizca de suerte, talento o intangible aspecto?
¿Qué haces? ¿Qué hacer?
Nada, cero patatero, por lo menos habrás vivido por un instante, o más de uno si has sido constante, una experiencia auténtica, poderosa, arrolladora, orgullosa, orgásmica, habrás hecho algo por una vez en tu acojonada vida sin esperar el aplauso respaldo, la aquiescencia del grupo, sin pasar por el fichero, huyendo de la absurda triste manada, siendo un maravilloso majadero, lobo cordero.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La película de Martín Cuenca parece, también, desgraciadamente, acabada/limada/pulida, dar cera, en un taller de cine; se va escurriendo por el sumidero con el paso de los minutos (sobran unos cuantos además, especialmente todo lo muy alargado y referido a la trama mexicana) y cierra en falso, empequeñeciendo(se), diluyendo(se), sin verdadero riesgo o empeño; con gracia, cachondeo y buenas ideas, pero sin dejarse el pellejo, manteniendo en (casi) todo momento un buen comportamiento, que, como ya decíamos, es total y completa radicalmente incompatible con dejar, para los restos, obras que sean grandes, maestras, duraderas.
El director y todos sus camaradas no abandonan nunca del todo la comodidad de las buenas personas. Por eso les queremos. Pero no es suficiente. No nos pongas el caramelo en la boca si luego nos lo quitas.
Javier Gutiérrez y Adelfa Calvo (sin olvidar al estupendo pero aquí más escueto de la Torre) se acercan más a la verdad de la propuesta. Ellos regalan jirones de su alma y vergüenza. Bien.
Nosotros, los críticos de esta magna, sagrada, santa página no necesitamos vampirizar/saquear nada (ni a nadie, limpios de polvo y paja, angelitos, querubines sonrosaditos, mofletitos, bebés) para poder hacer grandes escritos. Nos vale (y sobra) con el cine. Que para eso está. Si no de qué.
El director y todos sus camaradas no abandonan nunca del todo la comodidad de las buenas personas. Por eso les queremos. Pero no es suficiente. No nos pongas el caramelo en la boca si luego nos lo quitas.
Javier Gutiérrez y Adelfa Calvo (sin olvidar al estupendo pero aquí más escueto de la Torre) se acercan más a la verdad de la propuesta. Ellos regalan jirones de su alma y vergüenza. Bien.
Nosotros, los críticos de esta magna, sagrada, santa página no necesitamos vampirizar/saquear nada (ni a nadie, limpios de polvo y paja, angelitos, querubines sonrosaditos, mofletitos, bebés) para poder hacer grandes escritos. Nos vale (y sobra) con el cine. Que para eso está. Si no de qué.