La película trata sobre una familia que debe trasladarse de ciudad en ciudad porque la madre presencia accidentalmente el asesinato de un fiscal del estado, es por ello que cual Homer Simpson y su familia pasan al programa de protección de testigos de Estados Unidos y es enviada a una y otra ciudad por casualidades del destino.

La verdad que es una de las películas con la que mejor me lo he pasado desde hace tiempo porque tiene muchos toques de comedia y el drama viene de la situación de los miembros de la familia en aceptar lo que les está pasando y no en las situaciones, es decir, que no es «una de llorar» y como se entiende el mensaje que quiere mandar la película pues me permití reírme de las más tontas cosas.

No tengo mucho más que decir porque todo en la película me gustó, me cayeron muy bien los personajes y actores y además la acción está muy bien llevada y no se hace aburrida en ningún momento, vamos, que es bastante entretenidilla. Lástima que no haya una segunda parte, pero quién sabe.

La reflexión a la que hago referencia es si el programa de testigos es realmente efectivo en cuanto a lo de proteger a los, valga la redundancia, testigos. Y una frase lo deja claro: «ningún testigo que haya seguido las reglas ha sufrido ningún percance» —frase aproximada—. Además, también tenemos el final en el que informan de que el ochenta y nueve por ciento de los casos en los que se ha usado el programa ha terminado en condena.

Por último decir que las situaciones que ocurren, llamadas y periódicos, son solo una representación de lo que ha podido pasar y no es que pase siempre pero es que si no no habría película.