El cine de la Unión Soviética, pese al fin de la Guerra Fría, pese a la desaparición de la URSS, pese al auge del vídeo, y del dvd, y de Internet, sigue conociéndose muy poco, y muy mal, salvo en el caso de las filmografías de maestros como Eisenstein, o Tarkovski. Por eso, hace unos días, me acerqué a la Filmoteca Española para ver la película que ahora me ocupa, difícil de ver, como toda la filmografía de Khutsiev. "Primavera en la calle Zarechnoy", según Filmaffinity "Primavera en la calle Zarechnaya" es el primer largometraje de Khutsiev, codirigido por Feliks Mironer, y me ha gustado mucho, aunque no sé si se le puede ponderar tanto como hace Miguel Marías, tan entusiasta de este director. Al menos, en lo que respecta a las relaciones de este film con la posterior "Nouvelle Vague" francesa.

"Primavera...", largometraje interpretado por Nina Ivanova -una actriz no profesional, según explicó el propio Khutsiev en la presentación de la película- destaca en primer lugar por la solidez de su guión, de su realización, de su montaje, de su fotografía en blanco y negro, y, sin duda, por la calidad de las interpretaciones. Cuenta la historia de una joven profesora de literatura rusa (Nina Ivanova) que llega a una ciudad de provincias para impartir clases nocturnas a los trabajadores de unos altos hornos de la ciudad. La joven profesora -un poco como la joven profesora de "Up the Down Staircase" (1967), de Robert Mulligan, un film que me gusta mucho- se encuentra un ambiente claramente hostil a su alrededor, lo que motivó que su antecesor en el cargo dejara el trabajo con rapidez. Sin embargo, ella persistirá, no huirá, tratará de entender a sus alumnos. Al mismo tiempo, un alumno (Nikolai Rybnikov) se enamora de su profesora; ella le rechaza, y él abandona la clase. Sin embargo, persistirá en rondar a la profesora. El final es tremendamente ambiguo, tanto, que...
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"Primavera..." es más que una historia de amor; es una obra sobre la persistencia y la insistencia, en el amor y en el trabajo; sobre el amor entendido como un trabajo en el que no hay que desistir, y sobre el trabajo, entendido como un amor en el que tampoco hay que desistir. La clave del éxito no es sólo la persistencia sino la implicación, la empatía, ponerse en el lugar del otro. Así, la intelectual (Ivanova) se va un día a visitar los altos hornos; el obrero (Rybnikov) se revela como un joven estudioso. Todo el planteamiento se presenta con una cierta ingenuidad, con un cierto didactismo, con un cierto idealismo propio del realismo soviético, pero, con todo, el conjunto es muy sólido. Y hay momentos de verdadero lirismo, de verdadera poesía cinematográfica, como el desenlace final, ya comentado.

Me parece una película muy recomendable para todos los públicos. Si es que esos públicos pueden llegar a verla...( a mí también me gustan los puntos suspensivos).