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Voto de Talibán:
6
6,6
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Romance. Drama
Laura Reynolds es una pintora inconformista y de gran talento: no ha querido casarse con el padre de su hijo y no desea someterse a las reglas morales imperantes en la sociedad. Vive en la costa de California con su hijo de nueve años. El niño es detenido por matar a un animal y, como ya había cometido otros pequeños delitos, el juez exige que sea internado en un colegio. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2011
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una generación de directores surgidos en el Hollywood clásico y que forman parte de la gran edad de oro del cine americano que por pura cuestión de edad acabó su carrera en plena era de decadencia televisiva. Muchos de ellos adaptaron sus formas a los nuevos tiempos; otros lo hicieron, pero terminaron volviendo sobre sus pasos, y murieron haciendo el cine tal como lo habían aprendido. Es el caso de Kazan o Cukor. Pero hubo algunos que, para bien o para mal, se mantuvieron fieles a sí mismos hasta el final. Por ejemplo, Vincente Minnelli.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Quizás Minnelli pensó que en 1965 tener a Burton y Taylor era bastante para vender una película. Lo primero que llama la atención de “Castillos en la arena” es que como “película de Richard Burton y Elizabeth Taylor” es un fracaso. El personaje de ella tiene la edad de la actriz, pero nunca acaba de ajustarse a él, entre otras cosas porque con Liz Taylor debe ser el personaje el que se adapte a la estrella y no al revés. No escandaliza nada en 1965 un adulterio de un pastor protestante con una madre soltera, contado en clave de clásico conflicto moral, y menos si está protagonizado por Richard Burton y Liz Taylor. Y desde luego sandeces de la magnitud de “¿No hay entre los amantes la misma intimidad que entre un pecador y su confesor?” merecen una Junta censora con poco sentido del humor. Acabáramos. “Castillos en la arena” debe verse por otras cuestiones.
Si bien es un film fallido, contiene bellezas que están completamente fuera del alcance de la mayoría de los directores de la época, y –añado de mi cosecha- la práctica totalidad de los directores de hoy en día.
Sin extenderme mucho, para no ser pesado, es literalmente delicioso el manejo de Minnelli con los colores en los escenarios, tanto naturales como de estudio. Como siempre en este director la delicada disposición del color en un plano expresa estados de ánimo, conflictos o caracteres con total naturalidad. El interior de la casa de Liz Taylor dice mucho más sobre el personaje que los esfuerzos dramáticos de la propia actriz. Digo lo mismo que dije acerca de Douglas Sirk: no pierdan el tiempo con los que lo copian –aquí mejor no dar nombres- vean el original. La diferencia es la que hay entre Monet y Benetton.
Una escena destaca por su maestría, aquella en la que los dos amantes conversan en la playa. Se puede comparar con el trillón de escenas de amantes en la playa que hemos visto en nuestra vida. Minnelli utiliza una solución muy sencilla, alternando los planos estáticos de ambos en función de las líneas de diálogo, como manda el manual. La fuerza de la escena radica en el fondo de los planos: la imagen del mar embravecido colándose por una grieta natural tallada en los riscos (Liz Taylor) frente a la impasibilidad del acantilado que desciende hasta la arena (Richard Burton). Una idea simple ejecutada con genio.
Si bien es un film fallido, contiene bellezas que están completamente fuera del alcance de la mayoría de los directores de la época, y –añado de mi cosecha- la práctica totalidad de los directores de hoy en día.
Sin extenderme mucho, para no ser pesado, es literalmente delicioso el manejo de Minnelli con los colores en los escenarios, tanto naturales como de estudio. Como siempre en este director la delicada disposición del color en un plano expresa estados de ánimo, conflictos o caracteres con total naturalidad. El interior de la casa de Liz Taylor dice mucho más sobre el personaje que los esfuerzos dramáticos de la propia actriz. Digo lo mismo que dije acerca de Douglas Sirk: no pierdan el tiempo con los que lo copian –aquí mejor no dar nombres- vean el original. La diferencia es la que hay entre Monet y Benetton.
Una escena destaca por su maestría, aquella en la que los dos amantes conversan en la playa. Se puede comparar con el trillón de escenas de amantes en la playa que hemos visto en nuestra vida. Minnelli utiliza una solución muy sencilla, alternando los planos estáticos de ambos en función de las líneas de diálogo, como manda el manual. La fuerza de la escena radica en el fondo de los planos: la imagen del mar embravecido colándose por una grieta natural tallada en los riscos (Liz Taylor) frente a la impasibilidad del acantilado que desciende hasta la arena (Richard Burton). Una idea simple ejecutada con genio.