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8
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Western
Personajes muy variopintos emprenden un largo, duro y peligroso viaje en diligencia. Entre ellos, un fuera de la ley en busca de venganza, una prostituta a la que han echado del pueblo, un jugador, un médico, la mujer embarazada de un militar, un sheriff. Las relaciones entre ellos serán difíciles y tensas. Además, durante el viaje, tendrán que afrontar el ataque de una partida de indios apaches. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2009
55 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando los indios se lanzan a perseguir a la diligencia, el contraplano los capta en dirección contraria a ésta. Qué forma más rara de perseguir a nadie, quizás era una costumbre apache, maestros del despiste como táctica guerrera.
Luego, el primero que cae no lo hace por disparo de los viajeros, sino porque una pata de su caballo ha sido atada a un evidentísimo cable que se tensa y disloca al pobre animal. Lo que no obsta para que el indígena en cuestión se lleve las manos al pecho.
El indio que se sube a los caballos de la diligencia se dedica a saltar como un trapecista sin motivo alguno, a menos que sea un masoca que le guste servir de tiro al blanco. Naturalmente se cae, pero tiene bien estudiada la caída, como si la hubiera ensayado mil veces, se aparta mientras la diligencia pasa y luego se levanta sin más. Un contraplano de los viajeros aplaudiendo hubiera sido oportunísimo.
Otro apache cae de su caballo alzando las manos como si estuviera cantando una zarzuela; lo hace a velocidad inusualmente lenta y por un instante parece que vamos a ver la escena marcha atrás, y luego adelante más lento aún, repitiendo la acción punible para sacarnos de dudas.
¿De verdad esto lo ha filmado el mejor director de la Historia? ¿Esta chapucera colección de cantadas de raccord que no cometería ni Mariano Ozores?
Luego, el primero que cae no lo hace por disparo de los viajeros, sino porque una pata de su caballo ha sido atada a un evidentísimo cable que se tensa y disloca al pobre animal. Lo que no obsta para que el indígena en cuestión se lleve las manos al pecho.
El indio que se sube a los caballos de la diligencia se dedica a saltar como un trapecista sin motivo alguno, a menos que sea un masoca que le guste servir de tiro al blanco. Naturalmente se cae, pero tiene bien estudiada la caída, como si la hubiera ensayado mil veces, se aparta mientras la diligencia pasa y luego se levanta sin más. Un contraplano de los viajeros aplaudiendo hubiera sido oportunísimo.
Otro apache cae de su caballo alzando las manos como si estuviera cantando una zarzuela; lo hace a velocidad inusualmente lenta y por un instante parece que vamos a ver la escena marcha atrás, y luego adelante más lento aún, repitiendo la acción punible para sacarnos de dudas.
¿De verdad esto lo ha filmado el mejor director de la Historia? ¿Esta chapucera colección de cantadas de raccord que no cometería ni Mariano Ozores?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
John Ford decía que el fallo de raccord de los indios corriendo en dirección contraria era sencillamente porque había que filmar el plano con la luz que tenían en ese momento y no había otra opción. Como respuesta es irrebatible.
Por supuesto que las caídas preparadas por el especialista Yakima Kanutt hoy nos parecen ingenuas, pero en su día fueron innovadoras y abrieron puertas decisivas al cine de acción.
Qué importará que se caiga mal el indio, que un par de planos estén descolocados, que un bigote sea claramente postizo, qué más da si “La diligencia” es una obra maestra colosal. Si las miradas cruzadas dentro de esa caldera en movimiento restallan como látigos. Si el genio irlandés construye la narración como una sinfonía perfecta.
Y sí, este tipo es el mejor de la Historia. Por “La diligencia” y por tantas otras. Dios bendiga a su madre por haberlo traído al mundo.
Por supuesto que las caídas preparadas por el especialista Yakima Kanutt hoy nos parecen ingenuas, pero en su día fueron innovadoras y abrieron puertas decisivas al cine de acción.
Qué importará que se caiga mal el indio, que un par de planos estén descolocados, que un bigote sea claramente postizo, qué más da si “La diligencia” es una obra maestra colosal. Si las miradas cruzadas dentro de esa caldera en movimiento restallan como látigos. Si el genio irlandés construye la narración como una sinfonía perfecta.
Y sí, este tipo es el mejor de la Historia. Por “La diligencia” y por tantas otras. Dios bendiga a su madre por haberlo traído al mundo.