Que la carrera de Robert De Niro ya no es lo que era, no es ningún secreto. Es por ello que ya no sorprende verle en productos de todo tipo, como el que nos ocupa, siendo en este caso la típica comedia bobalicona que no ofrece nada nuevo, siendo una producción familiar perfecta para los menos exigentes. Y ojo al resto del reparto, con profesionales como Uma Thurman (que también vivió tiempos mejores… Tarantino, dónde estás cuando te necesitan…), Christopher Walken (recordar que ya coincidió con De Niro en el clásico El Cazador…) o Jane Seymour, estando su talento muy por encima de un film que no merecía semejante elenco de actores. Pero así son las cosas.

La película debería haberse estrenado a principios de 2018 (aunque se podría haber estrenado hace treinta años que nadie notaría la diferencia…), llegando este año por fin a los cines, en plena pandemia. Pues vaya ojo. Los críticos la han machacado sin piedad, siendo una cinta inofensiva, que se consume tan rápido como se ve y que sólo destaca por su llamativo reparto. Eso es todo.

La dirección deja bastante que desear, con una labor tras las cámaras bastante endeble y digna de una tv-movie, o de la nueva bobada navideña de Netflix. Me extraña que algo así haya llegado a las salas de cine, cuando hubiese sido una opción perfecta para la plataforma. Ahí han estado lentos.

El guion no es mucho mejor, con una trama muy trillada y que ya hemos visto todos con anterioridad, en un conjunto donde la originalidad brilla por su ausencia. No hay nada especialmente relevante o digno de mención en la película, faltándole mala baba a la supuesta guerra entre abuelo y nieto, aunque no negaré que hay algún momento simpático, pero poco más.

Por otro lado, no entiendo el hecho de que haya tantos personajes (los amigos del nieto o el supuesto interés romántico de De Niro), ya que se quieren abordar tantos temas que al final hay subtramas que no se cierran una vez aparecen los títulos de crédito. Quizás deberían haber revisado mejor ese punto, aunque tampoco nos podemos poner exigentes con un producto de estas características.

Y llegamos a lo realmente importante, una vez se ha dejado claro que estamos ante una tontería de esas que ni ofenden ni entusiasman, que no es otra cosa que el reparto. Me encanta ver a De Niro en su faceta cómica, pero en productos como las geniales dos entregas de Los padres de ella (la tercera mejor la obviamos…) o Una terapia peligrosa (ídem con su horrenda secuela), y no en producciones como la que nos ocupa, que lo único que hacen es que no se le tome en serio, cuando es uno de los mejores actores de la historia. Pero la culpa no es sólo suya, ya que Hollywood no sabe qué hacer con él, relegándole a bobadas que se olvidan enseguida. No obstante, ofrece una interpretación simpática y cumplidora, por lo que poco se le puede reprochar al cobro del cheque.

No es mucho mejor ver a los mencionados Thurman, Walken o Seymour, aunque parece que se lo pasan en grande, en especial los dos primeros (o eso nos quieren hacer creer las tomas falsas de los créditos finales). Los que también parecen que están en su salsa son Rob Riggle (aunque menos desmelenado de lo habitual) o Cheech Marin, siendo agradecidas sus aportaciones. Por último, destacar al niño protagonista, un convincente Oakes Fegley, aunque a años luz de su papel en Peter y el dragón.

En conclusión, estamos ante una comedia que todos habremos olvidado en breves, que tampoco es una absoluta pérdida de tiempo, pero que sólo sirve para pasar el rato y recordarnos que la carrera de algunos actores y actrices necesita ser rescatada con urgencia. Eso sí, la presencia de los mismos salva al film de la quema. El poder de los actores, y por eso debemos cuidarlos. Maldito Hollywood…

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