Con un guion plagado de lugares comunes (el padre ausente, absorbido por su apasionada dedicación laboral, aunque imbuido de un amor sin fisuras por su abnegada familia, las entrañables hijas, guapas y cariñosas, siempre dispuestas a aceptar los pecados de su progenitor con un leve toque de amargura oculto tras sus carantoñas, la madre como pilar fundamental sobre el que se sustenta el equilibrio de la estructura familiar, la superación del duelo mediante la continuación de la obra inacabada del ausente, el descubrimiento tardío de parcelas de intimidad hasta ahora desconocidas en el ser amado,...) destaca sin embargo el tratamiento sanamente distanciado, aunque nunca aséptico, del discurrir de la trama así como la sensualidad con que la cámara se apropia de las abundantes y nada impostadas muestras de cariño entre todos los componentes de la familia.