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Voto de TOM REGAN:
8
18 de agosto de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
14(24/01/13) Wes Anderson nos obsequia en su séptimo largo con su mejor obra hasta la fecha, potenciando todas sus virtudes y minimizando sus defectos. Una oda al primer amor enmarcado en un mágico cuento, embellecido por una preciosa puesta en escena.
El escenario es una isla ficticia de la costa de Nueva Inglaterra, New Penzance, durante 3 días del verano de 1965, las 72 horas previas a una tormenta histórica (metáfora de la tormentoso romance juvenil), viviremos el despertar al amor de una pareja de 12 años, Sam (buen Jared Gilman), un boy scout que está en la isla en un campamento, ‘Ivanhoe’, es huérfano inadaptado y desarraigado, su familia de acogida lo ha rechazado, y Suzy (buena Kara Hayward), vive con sus padres y 3 hermanos pequeños en una casa-faro, es un espíritu libre, se siente reprimida en su disfuncional hogar, el verano anterior se conocieron, y han mantenido correspondencia que les ha llevado a planear su huida juntos, aprovechando la pericia de Sam piensan instalarse en los bosques de la isla, cuando se fugan ponen a los padres de ella, Laura Bishop (buena Frances McDormand) y Walt (buen Bill Murray), a los boys scouts, comandados por el despistado Jefe Ward (divertido Edward Norton), y al único policía de la isla, el capitán Sharp (buen Bruce Willis), que tiene un affaire con Laura Bishop, en su búsqueda para dar con ellos antes del diluvio.
Wes Anderson y Roman Coppola (el hijo de Francis) escriben este dinámico cuento de hadas con reminiscencias shakesperianas en las semejanzas a ‘Romeo Y Julieta’, historia sobre el despertar del amor adolescente entre dos inadaptados, se sienten que solo encajan estando juntos. Es un canto a la alegría de vivir, a la infancia, a la rebeldía, al amor puro, ello en un marco mágico, cuasi-surrealista, con enternecedoras dosis de melancolía, de nostalgia, evocan un mundo idealizado donde los mayores se comportan como niños y los niños como adultos, de cómo a los adultos les cuesta expresar sus sentimientos, contrastando con la inocencia de los jóvenes que se expresan de forma libre, engrandecido por la impactante ambientación que la convierte en una fábula deliciosa con dos héroes que te empatizan desde el inicio. Muy mordaz la utilización del Diluvio como metáfora bíblica al de Noé, símbolo de un nuevo amanecer donde se sugiere un nuevo comienzo donde las aguas hayan ahogado todo lo malo.
Wes Anderson es un realizador con universo particular muy acentuado, una escenografía muy meticulosa, con personajes estrafalarios, extravagantes y excéntricos en sus comportamientos, unos perdedores patéticos, sumado a un humor muy singular, cercano a lo absurdo, todo esto queda muy enfatizado en su obra, lo que provoca no dejar indiferencia, o te gusta o lo rechazas, y a mí siempre me ha despertado interés, pero nunca como en esta obra me ha fascinado. Desde su potente inicio marca una pauta hipnótica que te hace engancharte a los acontecimientos que van a suceder en la isla. Muy ingenioso lo de que un narrador (buen Bob Balaban) nos relate a modo de documental las características geográficas de la isla y como la tormenta se acerca, esto se produce salpicado durante todo el metraje a modo de paralelismo con lo que acontece en la ínsula, y haciéndola un protagonista más.
Uno de los puntos que sobresale es su hermosa ambientación, ya remarcada por su bucólico inicio, un travelling circular hacia la derecha en que recorremos las habitaciones de una vivienda cual casa de muñecas, en tonos amarillos, empezando sin sonido por un cuadro de un faro, vemos un tocadiscos en una estantería, la imagen se detiene en una escaleras, un niño sube con un plato, desaparece por la izquierda, la cámara sigue moviéndose, se detiene en un habitáculo, aparece el niño con el tocadiscos, lo pone en el suelo, abre una puerta y saca un disco, oímos como una voz del disco nos presenta un tema de Benjamin Britt tocado por una orquesta sinfónica, la cámara sigue girando a mayor ritmo, vemos en un pasillo a otro niño brazos en jarra, otro niño se asoma por una puerta, seguimos girando y una muchacha con un gatito baja por unas escaleras se acerca a una mesa y se cuelga unos prismáticos, termina el travelling, la muchacha va a la habitación del tocadiscos, mientras se sigue oyendo la larga presentación del tema, la muchacha se sienta junto a la ventana, en la habitación ya están los tres niños alrededor del tocadiscos escuchando atentamente, se empieza a escuchar la preciosa música y hay un primer plano en perfil de la muchacha leyendo un comic, lo deja y abre la cortina, la cámara salta afuera de la vivienda, vemos la ventana por la que la muchacha observa con los prismáticos, la cámara se alejan en un rápido zoom, vemos la casa, es una casa-faro en la costa, la misma del cuadro del inicio, y sobreimpresionado vemos el título, ‘Moorise Kingdom’, y durante los títulos de crédito se suceden en el interior de la casa impresionantes travellings y zooms, a esto le sigue Bob Balaban con la descripción documental de cómo es la isla. Y después de esta bella y cuidada presentación nos llega un aluvión de escenas preciosas con un excelente diseño de producción de Adam Stockhausen (‘Viaje a Darjeeling’ o ‘Synecdoche, New York’), con escenarios bucólicos, enaltecidos por la paleta de colores del director de fotografía Robert D. Yeoman (habitual de Anderson), que emite un patinado cromático sepia-apagado donde resalta el amarillo y el verde para trasladarnos una sensación vintage, además de adornar la acción con sugerentes movimientos de objetivo, travellings laterales que parecen indicarnos la teatralidad de lo que vemos, zooms, primeros emocionantes primeros planos, recurriendo a divertidas divisiones de pantalla durante una conversación telefónica, o los ingeniosos planos-secuencia en que mediante lindas coreografías desfilan por la pantalla los personajes, esto maximizado por composiciones de planos encuadrados de modo milimétrico. (Continua en spoiler sin)…
El escenario es una isla ficticia de la costa de Nueva Inglaterra, New Penzance, durante 3 días del verano de 1965, las 72 horas previas a una tormenta histórica (metáfora de la tormentoso romance juvenil), viviremos el despertar al amor de una pareja de 12 años, Sam (buen Jared Gilman), un boy scout que está en la isla en un campamento, ‘Ivanhoe’, es huérfano inadaptado y desarraigado, su familia de acogida lo ha rechazado, y Suzy (buena Kara Hayward), vive con sus padres y 3 hermanos pequeños en una casa-faro, es un espíritu libre, se siente reprimida en su disfuncional hogar, el verano anterior se conocieron, y han mantenido correspondencia que les ha llevado a planear su huida juntos, aprovechando la pericia de Sam piensan instalarse en los bosques de la isla, cuando se fugan ponen a los padres de ella, Laura Bishop (buena Frances McDormand) y Walt (buen Bill Murray), a los boys scouts, comandados por el despistado Jefe Ward (divertido Edward Norton), y al único policía de la isla, el capitán Sharp (buen Bruce Willis), que tiene un affaire con Laura Bishop, en su búsqueda para dar con ellos antes del diluvio.
Wes Anderson y Roman Coppola (el hijo de Francis) escriben este dinámico cuento de hadas con reminiscencias shakesperianas en las semejanzas a ‘Romeo Y Julieta’, historia sobre el despertar del amor adolescente entre dos inadaptados, se sienten que solo encajan estando juntos. Es un canto a la alegría de vivir, a la infancia, a la rebeldía, al amor puro, ello en un marco mágico, cuasi-surrealista, con enternecedoras dosis de melancolía, de nostalgia, evocan un mundo idealizado donde los mayores se comportan como niños y los niños como adultos, de cómo a los adultos les cuesta expresar sus sentimientos, contrastando con la inocencia de los jóvenes que se expresan de forma libre, engrandecido por la impactante ambientación que la convierte en una fábula deliciosa con dos héroes que te empatizan desde el inicio. Muy mordaz la utilización del Diluvio como metáfora bíblica al de Noé, símbolo de un nuevo amanecer donde se sugiere un nuevo comienzo donde las aguas hayan ahogado todo lo malo.
Wes Anderson es un realizador con universo particular muy acentuado, una escenografía muy meticulosa, con personajes estrafalarios, extravagantes y excéntricos en sus comportamientos, unos perdedores patéticos, sumado a un humor muy singular, cercano a lo absurdo, todo esto queda muy enfatizado en su obra, lo que provoca no dejar indiferencia, o te gusta o lo rechazas, y a mí siempre me ha despertado interés, pero nunca como en esta obra me ha fascinado. Desde su potente inicio marca una pauta hipnótica que te hace engancharte a los acontecimientos que van a suceder en la isla. Muy ingenioso lo de que un narrador (buen Bob Balaban) nos relate a modo de documental las características geográficas de la isla y como la tormenta se acerca, esto se produce salpicado durante todo el metraje a modo de paralelismo con lo que acontece en la ínsula, y haciéndola un protagonista más.
Uno de los puntos que sobresale es su hermosa ambientación, ya remarcada por su bucólico inicio, un travelling circular hacia la derecha en que recorremos las habitaciones de una vivienda cual casa de muñecas, en tonos amarillos, empezando sin sonido por un cuadro de un faro, vemos un tocadiscos en una estantería, la imagen se detiene en una escaleras, un niño sube con un plato, desaparece por la izquierda, la cámara sigue moviéndose, se detiene en un habitáculo, aparece el niño con el tocadiscos, lo pone en el suelo, abre una puerta y saca un disco, oímos como una voz del disco nos presenta un tema de Benjamin Britt tocado por una orquesta sinfónica, la cámara sigue girando a mayor ritmo, vemos en un pasillo a otro niño brazos en jarra, otro niño se asoma por una puerta, seguimos girando y una muchacha con un gatito baja por unas escaleras se acerca a una mesa y se cuelga unos prismáticos, termina el travelling, la muchacha va a la habitación del tocadiscos, mientras se sigue oyendo la larga presentación del tema, la muchacha se sienta junto a la ventana, en la habitación ya están los tres niños alrededor del tocadiscos escuchando atentamente, se empieza a escuchar la preciosa música y hay un primer plano en perfil de la muchacha leyendo un comic, lo deja y abre la cortina, la cámara salta afuera de la vivienda, vemos la ventana por la que la muchacha observa con los prismáticos, la cámara se alejan en un rápido zoom, vemos la casa, es una casa-faro en la costa, la misma del cuadro del inicio, y sobreimpresionado vemos el título, ‘Moorise Kingdom’, y durante los títulos de crédito se suceden en el interior de la casa impresionantes travellings y zooms, a esto le sigue Bob Balaban con la descripción documental de cómo es la isla. Y después de esta bella y cuidada presentación nos llega un aluvión de escenas preciosas con un excelente diseño de producción de Adam Stockhausen (‘Viaje a Darjeeling’ o ‘Synecdoche, New York’), con escenarios bucólicos, enaltecidos por la paleta de colores del director de fotografía Robert D. Yeoman (habitual de Anderson), que emite un patinado cromático sepia-apagado donde resalta el amarillo y el verde para trasladarnos una sensación vintage, además de adornar la acción con sugerentes movimientos de objetivo, travellings laterales que parecen indicarnos la teatralidad de lo que vemos, zooms, primeros emocionantes primeros planos, recurriendo a divertidas divisiones de pantalla durante una conversación telefónica, o los ingeniosos planos-secuencia en que mediante lindas coreografías desfilan por la pantalla los personajes, esto maximizado por composiciones de planos encuadrados de modo milimétrico. (Continua en spoiler sin)…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
… Todo esto ataviado por la magnífica banda sonora, la mayor parte de galo Alexandre Desplat (‘El Escritor’, ‘El Discurso Del rey’ o ‘Argo’) de una delicadeza que parece acunar las imágenes, con estremecedores coros de niños, y está la otra música, la diegética, temas de Britten como ‘Fludde Noye (El diluvio De Noé) acompañando el Diluvio, de Hank Williams, o Françoise Hardy con su ‘Le Temps de L’Amour’ sonando mientras los dos amantes bailan en la cala, además de oírse a otros clásicos como Mozart o Schubert. También resulta llamativo por lo extravagante el vestuario de Kasia Walicka- Maimone (‘Truman Capote’ o ‘Moneyball’).
Otro de sus atractivos es su estupendo elenco actoral, en el que paradójicamente sobresalen los primerizos Jared Gilman y Kara Haywar. El primero despliega una enternecedora personalidad, mezcla de desencanto, candidez e ilusión, a él se suma una Kara Hayward hechizante, de un encanto natural magnético, entre los dos se establece una química que da sentido a todo el desarrollo, son la trémula imagen del primer amor, del despertar sexual de la adolescencia, sus escenas solos son de una dulzura sublime, , sus miradas transmiten cariño y amor mutuo, maravillosos. Luego están los más vetranos que son un tremendo pilar de apoyo que deja en muy mal lugar al mundo de los adultos, un Bill Murray divertidísimo, delirante cuando en pijama y sin la parte de arriba va a buscar un árbol que talar, Frances McDormand despliega un gran hacer como la madre ultraprotectora, hilarante su modo de comunicarse con un megáfono, metáfora de la difícil comunicación padres-hijos, y entre los dos también rezuma una gran compenetración. Edward Norton sabe reírse de sí mismo con una parodia de guía scout, que quiere ser duro y no puede. Bruce Willis encarna con sutilidad a un melómano agente policial. También aparecen actores de enjundia pero con pocos minutos, un habitual del cine de Anderson, Jason Schwartzman haciendo gala de su gran vis cómica como Ben otro jefe de Boy Scouts, un Harvey Keitel carismático bufoneando su rol de Comandante Pierce de Boy Scouts, y una Tilda Swinton en plan villana que mantiene una conversación telefónica muy cómica, donde asusta con un tratamiento de choque eléctrico contra el huérfano, como he leído muy dickensiano este toque.
La cinta está plagada de escenas de gran belleza, algunas ya las he comentado, destacaré el tramo en que la parejita está en la aislada cala renombrada por ellos Moonrise Kingdom, de una extrema sensibilidad, que no sensiblería, los dos dejan patentes sus personalidades, Sam lleva consigo todos los útiles de supervivencia (toque muy boy scout) para subsistir, símbolo de que él es el hombre y proporcionará lo necesario para vivir, y Suzy lleva consigo el tocadiscos, su gatito y comida para el minino, , una colección de libros con heroínas mágicas, símbolo de su soñadora personalidad, terminando los bailando agarrados en ropa interior a orilla del mar, trasluciendo en su diálogo un conmovedora ingenuidad, turbadora el mimo con que Anderson rueda este hermosos momentos.
En conjunto una notable obra que te atrapará desde su arranque, y te sentirás flotando por su sibarita puesta en escena, una expedición hacia la aventura del primer amor. Fuerza y honor!!!
Otro de sus atractivos es su estupendo elenco actoral, en el que paradójicamente sobresalen los primerizos Jared Gilman y Kara Haywar. El primero despliega una enternecedora personalidad, mezcla de desencanto, candidez e ilusión, a él se suma una Kara Hayward hechizante, de un encanto natural magnético, entre los dos se establece una química que da sentido a todo el desarrollo, son la trémula imagen del primer amor, del despertar sexual de la adolescencia, sus escenas solos son de una dulzura sublime, , sus miradas transmiten cariño y amor mutuo, maravillosos. Luego están los más vetranos que son un tremendo pilar de apoyo que deja en muy mal lugar al mundo de los adultos, un Bill Murray divertidísimo, delirante cuando en pijama y sin la parte de arriba va a buscar un árbol que talar, Frances McDormand despliega un gran hacer como la madre ultraprotectora, hilarante su modo de comunicarse con un megáfono, metáfora de la difícil comunicación padres-hijos, y entre los dos también rezuma una gran compenetración. Edward Norton sabe reírse de sí mismo con una parodia de guía scout, que quiere ser duro y no puede. Bruce Willis encarna con sutilidad a un melómano agente policial. También aparecen actores de enjundia pero con pocos minutos, un habitual del cine de Anderson, Jason Schwartzman haciendo gala de su gran vis cómica como Ben otro jefe de Boy Scouts, un Harvey Keitel carismático bufoneando su rol de Comandante Pierce de Boy Scouts, y una Tilda Swinton en plan villana que mantiene una conversación telefónica muy cómica, donde asusta con un tratamiento de choque eléctrico contra el huérfano, como he leído muy dickensiano este toque.
La cinta está plagada de escenas de gran belleza, algunas ya las he comentado, destacaré el tramo en que la parejita está en la aislada cala renombrada por ellos Moonrise Kingdom, de una extrema sensibilidad, que no sensiblería, los dos dejan patentes sus personalidades, Sam lleva consigo todos los útiles de supervivencia (toque muy boy scout) para subsistir, símbolo de que él es el hombre y proporcionará lo necesario para vivir, y Suzy lleva consigo el tocadiscos, su gatito y comida para el minino, , una colección de libros con heroínas mágicas, símbolo de su soñadora personalidad, terminando los bailando agarrados en ropa interior a orilla del mar, trasluciendo en su diálogo un conmovedora ingenuidad, turbadora el mimo con que Anderson rueda este hermosos momentos.
En conjunto una notable obra que te atrapará desde su arranque, y te sentirás flotando por su sibarita puesta en escena, una expedición hacia la aventura del primer amor. Fuerza y honor!!!