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Voto de TOM REGAN:
6
7,2
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Drama
Durante la Segunda Guerra Mundial, en una tumultuosa Roma, infestada de nazis, una joven italiana hospeda a tres soldados aliados de tres nacionalidades diferentes: un inglés, un americano y un ruso. Le son confiados por una familia de campesinos, a cuya casa había ido a buscar provisiones. Los tres se ocultan en una buhardilla, y el novio de la muchacha hace amistad con ellos y se arriesga muchas veces para llevarles alimentos. Pero el ... [+]
22 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
318/29(21/09/20) Interesante drama bélico de Roberto Rossellini que va de más a menos, estirándose su rush final cual visita de los suegros. Otra vez el director romano hace una incursión en la capital italiana de su exitosa ópera prima “Roma, ciudad abierta”, vuelve a tocar el neorrealismo quince años después volvemos al escenario de una urbe por los nazis en los estertores de su ocupación, donde conviven el espíritu de supervivencia (esto atomizado en tiempos de ocupación militar) representado aquí por Hesperia (Giovanna Ralli), la resistencia ejemplificada en Renato (George Tetrarca), los ocupantes nazis, reflejados en el Baron Von Kleist (Hannes Messemer, proveniente de hacer otro film con Rossellini, “El coronel de La Rovere, donde hacía un rol similar), el colaboracionismo, expuesto por Tarcisio (George Tetrarca), y por supuesto los combatientes, epítome los tres refugiados (el americano, el inglés y el ruso), esta cinta se originó en una producción internacional por ello de los protagonistas de varias naciones, donde se loa a la resistencia contra el opresor alemán, se loa a la Iglesia (algo polémico en su momento), se loa la camaradería, la solidaridad entre diferentes pueblos (mostrado en la torre de Babel de idiomas), se loa el humanismo apoyándose en la ayuda a los oprimidos, en contraste con el ataque a la tibieza con que muchos se comportaron con los nazis.
Noviembre de 1943, Italia estaba medio ocupada por los aliados. El mayor británico Mike Pemberton (Leo Genn), Fyodor Nazukov (Sergei Bondarchuk, dirigió la versión cinematográfica soviética de "Guerra y paz"), el piloto estadounidense, teniente Peter Bradley (Peter Baldwin) y el sargento Fyodor Nazukov (Sergei Bondarchuk), son tres prisioneros de guerra de un campo de concentración alemán en Italia que escapan y terminan en Roma, donde se refugian a regañadientes en una buhardilla de una estraperlista, Esperia (Giovanna Ralli), temerosa del peligro que corre. Hesperia tiene un novio, Renato (Renato Salvatori), es un comunista que ayuda a los refugiados
Tiene un comienzo estimulante, actuaciones buenísimas (como las de Giovanna Ralli, Leo Genn o Sergei Bondarchuk), tiene una hábil puesta en escena haciendo de la frugalidad virtud, tiene momentos conmovedores (el ruso Fyodor cantando con vistas a la cúpula de San Pedro), tiene aspectos de alegorías muy bien manejadas (la de como Hesperia esconde a los refugiados en una buhardilla donde hay figuras eclesiásticas, donde abren la ventana y se ve la cúpula del Vaticano), tiene un espíritu de amistad que trasciende el lenguaje, queda como un canto a la esperanza en los humanos, en su capacidad de ayudarse unos a otros, tiene un estilo visual muy marcado en el objetivo fotográfico de longitud focal variable pancinor, precursor del zoom , que permite a Rossellini poder realizar tomas de larga duración sin interrupciones, alargando el tiempo de actuación y minimizando el montaje.
Pero la cinta va perdiendo fuelle a medida que avanza en su desproporcionado metraje de más de 2 horas y media, no hay historia para tanto, alargando las situaciones en reiteraciones y subrayados que hacen estancar el ritmo, hasta llegar falto de aire el minutaje final, destensada la emoción entre tanto ir y venir, la capacidad de síntesis de Rossellini ha sido nula en esta película; Tampoco roza la espontaneidad y naturalidad cruenta de “Roma, ciudad abierta”, tienes sensación de un artificio humanista manufacturado en la relación de las cuatro nacionalidades (rusa, inglés, estadounidense e italiano), donde los personajes resultan un tanto clichés predeterminado por el tópico (ejemplo clara es la personalidad de los tres refugiados).
Rodada con claros referentes en el cine neorrealista del que Rossellini fue impulsor con “Roma, ciudad abierta”, ello expresado en los escenarios naturales, rodada con estilo cuasi-documental, aunque en contra de esta corriente está que eran historias que iban con el tiempo que se filmaban, esta tiene un desfase de 17 años, asimismo la música del hermano del director, Renzo Rossellini suma demasiado, ominosa, descolocante y colocada a destiempo en algunos momentos. Ello para un relato sin mucha originalidad, que tiene su aliciente en mostrar el costumbrismo de cómo se vivía durante la ocupación nazi de la Ciudad Eterna, el temor latente a ser detenidos, la resistencia intentando sabotear a los teutones, el mercado negro, los tejemanejes de la aristocracia, el altruismo de la Iglesia, las traiciones de los colaboracionistas, las consecuencias de los atentados en las represalias. Deja de soslayo preguntas con respuesta sobre como en los albores de la llegada de los americanos ya no quedan fascista en Italia, y parece nunca los hubo, dando como contestación un nada complaciente argumento de que los italianos son como veletas que van con el viento que me mejor les viene.
Tiene momentos que desprenden empatía con el espectador, como la alegría de los refugiados en la buhardilla la mañana en que se levantan y observan por la ventana los techos de Roma con la ‘corona’ de la cúpula de San Pedro cual elemento deidífico; El sentido discurso de Fyodor a sus amigos, en ruso, no le entienden, pero escuchan con devoción las sentidas palabras que irradian sentimientos exacerbados; O el clímax protagonizado por una enternecedora Giovanna Ravalli.
Noviembre de 1943, Italia estaba medio ocupada por los aliados. El mayor británico Mike Pemberton (Leo Genn), Fyodor Nazukov (Sergei Bondarchuk, dirigió la versión cinematográfica soviética de "Guerra y paz"), el piloto estadounidense, teniente Peter Bradley (Peter Baldwin) y el sargento Fyodor Nazukov (Sergei Bondarchuk), son tres prisioneros de guerra de un campo de concentración alemán en Italia que escapan y terminan en Roma, donde se refugian a regañadientes en una buhardilla de una estraperlista, Esperia (Giovanna Ralli), temerosa del peligro que corre. Hesperia tiene un novio, Renato (Renato Salvatori), es un comunista que ayuda a los refugiados
Tiene un comienzo estimulante, actuaciones buenísimas (como las de Giovanna Ralli, Leo Genn o Sergei Bondarchuk), tiene una hábil puesta en escena haciendo de la frugalidad virtud, tiene momentos conmovedores (el ruso Fyodor cantando con vistas a la cúpula de San Pedro), tiene aspectos de alegorías muy bien manejadas (la de como Hesperia esconde a los refugiados en una buhardilla donde hay figuras eclesiásticas, donde abren la ventana y se ve la cúpula del Vaticano), tiene un espíritu de amistad que trasciende el lenguaje, queda como un canto a la esperanza en los humanos, en su capacidad de ayudarse unos a otros, tiene un estilo visual muy marcado en el objetivo fotográfico de longitud focal variable pancinor, precursor del zoom , que permite a Rossellini poder realizar tomas de larga duración sin interrupciones, alargando el tiempo de actuación y minimizando el montaje.
Pero la cinta va perdiendo fuelle a medida que avanza en su desproporcionado metraje de más de 2 horas y media, no hay historia para tanto, alargando las situaciones en reiteraciones y subrayados que hacen estancar el ritmo, hasta llegar falto de aire el minutaje final, destensada la emoción entre tanto ir y venir, la capacidad de síntesis de Rossellini ha sido nula en esta película; Tampoco roza la espontaneidad y naturalidad cruenta de “Roma, ciudad abierta”, tienes sensación de un artificio humanista manufacturado en la relación de las cuatro nacionalidades (rusa, inglés, estadounidense e italiano), donde los personajes resultan un tanto clichés predeterminado por el tópico (ejemplo clara es la personalidad de los tres refugiados).
Rodada con claros referentes en el cine neorrealista del que Rossellini fue impulsor con “Roma, ciudad abierta”, ello expresado en los escenarios naturales, rodada con estilo cuasi-documental, aunque en contra de esta corriente está que eran historias que iban con el tiempo que se filmaban, esta tiene un desfase de 17 años, asimismo la música del hermano del director, Renzo Rossellini suma demasiado, ominosa, descolocante y colocada a destiempo en algunos momentos. Ello para un relato sin mucha originalidad, que tiene su aliciente en mostrar el costumbrismo de cómo se vivía durante la ocupación nazi de la Ciudad Eterna, el temor latente a ser detenidos, la resistencia intentando sabotear a los teutones, el mercado negro, los tejemanejes de la aristocracia, el altruismo de la Iglesia, las traiciones de los colaboracionistas, las consecuencias de los atentados en las represalias. Deja de soslayo preguntas con respuesta sobre como en los albores de la llegada de los americanos ya no quedan fascista en Italia, y parece nunca los hubo, dando como contestación un nada complaciente argumento de que los italianos son como veletas que van con el viento que me mejor les viene.
Tiene momentos que desprenden empatía con el espectador, como la alegría de los refugiados en la buhardilla la mañana en que se levantan y observan por la ventana los techos de Roma con la ‘corona’ de la cúpula de San Pedro cual elemento deidífico; El sentido discurso de Fyodor a sus amigos, en ruso, no le entienden, pero escuchan con devoción las sentidas palabras que irradian sentimientos exacerbados; O el clímax protagonizado por una enternecedora Giovanna Ravalli.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Apreciable cierta alegoría en como Rossellini maneja el escenario principal de la vivienda de Hesperia. La planta baja es lo mundano de las debilidades humanas, donde se da la mentira de que Hesperia es monja, se da el mercado negro, Hesperia hace el amor (la debilidad de la carne fuera del matrimonio) con su novio, donde Hesperia cree la van a violar, donde hay un asesinato. Mientras la buhardilla representa especie de cielo en su bondad, máxime cuando está ‘adornado’ por figuras de ángeles. Donde se esconden el trio de ser detenidos, curan a un herido, ven la cúpula de la Basílica de San Pedro, suenan las campanas, celebran la Navidad. El bajo y el ático comunicados por una escalera escondida, referencia a la bíblica Escalera de Jacob (por la que los ángeles ascendían al cielo y descendían a la tierra). Pero la película cuando pierde de vista esta residencia se pierde en subtramas se estiran más que el video de las vacaciones de unos amigos.
La bella Giovanna Ralli encarna a Hesperia, centro moral de la película, la que sufre una evolución gradual creíble desde su apolitismo individualista, con su aparición como una monja falsa intentando comprar alimentos de primera necesidad a los campesinos para un supuesto orfanato, cuando son para venderlos ella en el mercado negro, para ir poco a poco dándose cuenta del mundo en que se mueve, ello en el trato con los tres fugitivos, y también con su pareja relacionado con la resistencia. Ello en una actuación sobresaliente, demostrando toda una gama de emociones que nos llegan, desde el temor, la alegría, la incertidumbre, la rabia, la angustia, has ese clímax donde abre su corazón dejando entrever sus fragilidades. Lástima que en el tramo final desaparezca demasiado rato.
Spoiler:
El final con Hesperia llorando desconsolada frente al mayor Mike Pemberton y el sacerdote, tildándose de espía por haber delatado a los tres fugitivos cuando estaban torturando a Renato, resulta desconsolador ver el dolor de la mujer. En lo que es el epítome de un país (Italia) que hizo lo que hizo sometiéndose por las consecuencias de si no lo hacía.
“Si unos quince años -y tantas películas realizadas durante este intervalo- separan “Era la notte a Roma” (1960) y “Roma, ciudad abierta” (1945), las conexiones que mantienen estas dos obras de Roberto Rossellini son numerosas. Ambas con guión de Sergio Amidei, “Roma, ciudad abierta” y “Era la notte a Roma” tratan un material narrativo similar, formando especie de díptico. Estas películas sitúan su historia en el mismo marco cronológico, el período de la Segunda Guerra Mundial tras el derrocamiento de Mussolini. Y es en el mismo espacio -el de la capital italiana- donde escenifican personajes vinculados, para algunos de ellos, por un evidente parentesco. La heroína de “Era la notte a Roma”, Hesperia (Giovanna Ralli) - es una joven voluntaria de la población romana y en quien pudimos ver como una hermana pequeña de Pina, la madre-coraje interpretada por Anna Magnani en “Roma, ciudad abierta”. En cuanto al compañero de Hesperia, Renato (Renato Salvatori), mecánico comunista comprometido con la Resistencia, tiene como referente al de Manfredi (Marcello Pagliero), partisano que sucumbe a la tortura en “Roma, ciudad abierta”, como a Francesco (Francesco Grandjacquet), prometido de Pina, simple tipógrafo que también pasó a la clandestinidad. En torno a la pareja de “Era la notte a Roma” gira un proletariado romano que vive en el mercado negro y evoca, aquí de nuevo, la sociedad urbana puesta en escena en “Roma, ciudad abierta”. Junto a Hesperia y Renato se encuentran ejemplos eclesiásticos, dispuestos a llegar al sacrificio supremo en defensa de los valores evangélicos pisoteados por el fascismo. Como ya hacía Don Pietro (Aldo Fabrizi) en “Roma, ciudad abierta”, encarnación de un compromiso moral tan honesto como el del comunista laico Manfredi.”
Me queda una película que podría haber dado más de sí, puliendo sus aristas. Fuerza y honor!!!
La bella Giovanna Ralli encarna a Hesperia, centro moral de la película, la que sufre una evolución gradual creíble desde su apolitismo individualista, con su aparición como una monja falsa intentando comprar alimentos de primera necesidad a los campesinos para un supuesto orfanato, cuando son para venderlos ella en el mercado negro, para ir poco a poco dándose cuenta del mundo en que se mueve, ello en el trato con los tres fugitivos, y también con su pareja relacionado con la resistencia. Ello en una actuación sobresaliente, demostrando toda una gama de emociones que nos llegan, desde el temor, la alegría, la incertidumbre, la rabia, la angustia, has ese clímax donde abre su corazón dejando entrever sus fragilidades. Lástima que en el tramo final desaparezca demasiado rato.
Spoiler:
El final con Hesperia llorando desconsolada frente al mayor Mike Pemberton y el sacerdote, tildándose de espía por haber delatado a los tres fugitivos cuando estaban torturando a Renato, resulta desconsolador ver el dolor de la mujer. En lo que es el epítome de un país (Italia) que hizo lo que hizo sometiéndose por las consecuencias de si no lo hacía.
“Si unos quince años -y tantas películas realizadas durante este intervalo- separan “Era la notte a Roma” (1960) y “Roma, ciudad abierta” (1945), las conexiones que mantienen estas dos obras de Roberto Rossellini son numerosas. Ambas con guión de Sergio Amidei, “Roma, ciudad abierta” y “Era la notte a Roma” tratan un material narrativo similar, formando especie de díptico. Estas películas sitúan su historia en el mismo marco cronológico, el período de la Segunda Guerra Mundial tras el derrocamiento de Mussolini. Y es en el mismo espacio -el de la capital italiana- donde escenifican personajes vinculados, para algunos de ellos, por un evidente parentesco. La heroína de “Era la notte a Roma”, Hesperia (Giovanna Ralli) - es una joven voluntaria de la población romana y en quien pudimos ver como una hermana pequeña de Pina, la madre-coraje interpretada por Anna Magnani en “Roma, ciudad abierta”. En cuanto al compañero de Hesperia, Renato (Renato Salvatori), mecánico comunista comprometido con la Resistencia, tiene como referente al de Manfredi (Marcello Pagliero), partisano que sucumbe a la tortura en “Roma, ciudad abierta”, como a Francesco (Francesco Grandjacquet), prometido de Pina, simple tipógrafo que también pasó a la clandestinidad. En torno a la pareja de “Era la notte a Roma” gira un proletariado romano que vive en el mercado negro y evoca, aquí de nuevo, la sociedad urbana puesta en escena en “Roma, ciudad abierta”. Junto a Hesperia y Renato se encuentran ejemplos eclesiásticos, dispuestos a llegar al sacrificio supremo en defensa de los valores evangélicos pisoteados por el fascismo. Como ya hacía Don Pietro (Aldo Fabrizi) en “Roma, ciudad abierta”, encarnación de un compromiso moral tan honesto como el del comunista laico Manfredi.”
Me queda una película que podría haber dado más de sí, puliendo sus aristas. Fuerza y honor!!!