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Voto de Talamasca:
7
Drama. Comedia En un país europeo en crisis, Portugal, un director se propone construir ficciones a partir de la miserable realidad que le rodea. Pero incapaz de encontrar sentido a su trabajo, huye de manera cobarde, dejando su lugar a la bella Sherezade. Ella necesitará ánimo y coraje para no aburrir al Rey con las tristes historias de ese país. Con el transcurrir de las noches, la inquietud deja paso a la desolación, y la desolación al ... [+]
10 de junio de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comencemos este texto lamentándonos por los cuñados de toda procedencia o condición. Si han tenido alguno cerca, o son usuarios de Facebook u otra red social, quizás le hayan oído decir, intenso el gesto y remarcadas las palabras, que en chino la palabra “crisis” equivale a la palabra “oportunidad”. Por supuesto nada de esto es cierto. Nuestros cuñados, aceptémoslo, no tienen tampoco el mínimo conocimiento de mandarín, pero toda esta confusión terminológica, de conceptos y de cómo los hechos van mutando en función de cómo son contados, nos viene estupendamente para hablar del cine de Miguel Gomes porque es en estos conflictos donde encontramos su esencia.

Centrémonos en primer lugar en el último de estos puntos y preguntémonos si es casual que Gomes use el clásico medieval árabe de Las mil y una noches para dotar de estructura a su(s) película(s). Parece claro que la respuesta debe ser no. En primer lugar porque, obviamente, no creemos en algo tan inadmisible como el azar, en segundo porque ya en la filmografía del director portugués aparecían previamente señales nítidas de su obsesión por cómo la transmisión oral de las historias iba modificando el núcleo original y los detalles de las mismas. A Gomes le gusta jugar al viejo juego de formar un círculo y contar al oído unos hechos a nuestro compañero de al lado y que éste los cuente, a su vez, a quien tiene más cerca, hasta que la historia, tras haber recorrido todo el contorno de la circunferencia, vuelve a nosotros completamente modificada. Ya lo hacía, por ejemplo, en Aquel querido mes de agosto (Aquele Querido Mês de Agosto – Miguel Gomes, 2008) donde la historia de Moledor y el puente era contada en una docena de ocasiones, cada una de ella diferente de las demás, en función de cómo su propio círculo narrativo la había transformado. Aquí los elementos modificados aparecen integrados en el propio relato, ya forman parte de él porque la película es, en sí, una narración oral (“Escuta, ó Rei venturoso”). Pensemos por ejemplo en el primer cuento, el de Simao “Sin Tripas”, en esos drones buscadores o en las tres jóvenes que, salidas de la nada, le proporcionan un placer erótico a nuestro protagonista. Elementos mutados amalgamados con la historia real. Lo que importa es que como el Sultán nos sintamos atrapados en el relato, que le demos a Sheherezade Gomes una noche más para seguir contándonos su historia.

También la confusión de términos a la que hacíamos referencia en el primer párrafo nos parece muy apropiada para definir estas mil y una noches. Nos lo parece porque, establecida ya la fijación de Gomes con la transmisión oral de las historias, una crisis económica como la que ha sacudido Europa durante el último lustro y medio es un gran marco para la creación de leyendas. Se puede hablar de hombres que se enfrentaron al sistema, de cómo éste aplastó a una familia, de héroes y de villanos. Todos con un pie en lo real, todos con el otro en la recreación fantasiosa. Así pues, para Gomes, para todos los narradores en la acepción más estricta del término, la crisis es una oportunidad y el adagio cuñadesco, por una vez en la vida, se cumple a la perfección. Quizá no del todo en el sentido que ellos le habían otorgado pero eso son minucias y más para ellos.

Tal vez, de todo lo dicho anteriormente, alguien podría llevarse la falsa impresión de que Gomes utiliza la crisis tan sólo como un elemento casual, un vehículo de transporte sobre el que descargar sus elementos teóricos sobre la narración y que, cumplida su función, deja aparcado a un lado. Bien, nada más lejos de la realidad, el estudio de la crisis en sí misma se conjuga con la forma de contarla. La situación económica y social del país vecino también toma así ribetes de ficción cuando en el segundo cuento de este volumen, Las lágrimas de la jueza, la culpa, como un elemento abstracto, va pasando de mano en mano. En un tribunal situado en un anfiteatro (¿una referencia a la justicia como espectáculo?) cada historia está integrada en la anterior. La crisis, sus perpetradores y sus víctimas, son parte de un conjunto de matrioskas en lo que es una referencia tanto política (en cuanto a la imposibilidad de señalar a un solo culpable), como literario/fílmica, de nuevo apelando directamente a la estructura de Las mil y una noches y de otros antecedentes claros de la obra de Gomes, por ejemplo El manuscrito encontrado en Zaragoza (Rekopis znaleziony w Saragossie – Wojciech Has, 1965). Así la dimensión política de la obra se integra grácil y justificadamente en la obsesión de Gomes por el poder de la narrativa, la crisis es una ficción más pero, como todas las ficciones, tiene unas consecuencias trágicas en lo que llamamos realidad.

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Talamasca
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