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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
7
Comedia En el Hollywood de los años 50, uno de los grandes estudios está rodando su película más importante: una gran superproducción de romanos protagonizada por una gran estrella (George Clooney), pero el actor es secuestrado durante el rodaje. Uno de los productores, el resolutivo Eddie Manix (Josh Brolin), tratará de averiguar dónde está y arreglar el asunto antes de que se entere la prensa. (FILMAFFINITY)
23 de febrero de 2016
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ave César

Este par de avispados tunantes capaces de reírse hasta de su propia sombra, Joel y Ethan Coen, convertidos ya en referentes del cine independiente de EE.UU., han pergeñado, en esta su última película "Ave César", una de las gamberradas más hilarantes de su carrera cinematográfica.
A pesar de haber hecho siempre lo que les ha venido en gana y trabajado al margen del sistema, han conseguido urdir estupendas historias, contar con espléndidos actores, atraer al gran público y, como consecuencia, hacer muy rentables sus películas que es, finalmente, lo que mantiene permanentemente engrasada y en funcionamiento la maquinaria de esta industria que llamamos cine.
Un soberbio Josh Brolin en el papel de Eddie Mannix, es el alma y el hilo que une el tejido de este colosal disparate. Parodia -pues toda esta urdimbre desternillante de los Coen no es más que un colosal disparate y una desenfrenada parodia- al competente director de unos estudios de cine en el Hollywood de los años 50. Este esforzado fontanero lo mismo apacigua las irritantes veleidades de sus estrellas que se las arregla para ocultar a la prensa los escándalos que rodean sus vidas privadas; recicla a un pésimo actor para cumplir la arbitraria orden de su superior o lidia hábilmente con directores convencidos de su condición divina. Todo con el fin de que no detener el frenético tren de producción del estudio y evitar así indeseables desviaciones presupuestarias que perjudiquen los intereses de sus exigentes accionistas.
Eddie Mannix, exacerbado católico y anticomunista acérrimo, carga su propia cruz para redimir los pecados de su equipo. No tiene horarios, trabaja a destajo, no es consciente de la perversidad de los actos a los que le somete su profesión, mientras que, por otra parte, se arrastra cada 24 horas hacia el confesionario hasta casi exasperar a su paciente confesor con ridículos pecadillos que no harían sonrojar ni a un niño de siete años.
En el fondo se trata de una sucesión de divertidísimos gags que a ratos remiten a los esperpénticos y delirantes diálogos de los Monty Python pero, bajo el desenfado y la aparente superficialidad de la cinta, subyace una buena cantidad de ácido que los Coen esparcen sin escatimar la dosis. Verán números musicales que les recordarán a Gene Kelly, cabriolas que evocan a Esther Williams en piscinas de rabioso azul, circenses cabalgadas emulando la candidez de los primeros westerns o precisas referencias a las millonarias producciones de Cecil B. DeMille, parodiados siempre con infinito buen gusto y sin caer en el exceso.
Y aunque los Coen nos descubran la amarga realidad que esconde el trampantojo, nos enseñen las tripas agridulces del engaño o nos muestren la nada edificante naturaleza que se oculta bajo la fina piel de la farsa, los hombres seguiremos buscando la seducción del cine porque necesitamos evadirnos y porque en esta prodigiosa fabrica de sueños encontramos el bálsamo que suaviza nuestra azarosa existencia.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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