Película entretenida pero más bien insustancial sobre las aspiraciones de Carnelle, un "patito feo" que siempre ha vivido a la sombra de su prima, más bella, inteligente y segura de sí misma, y que sueña con mejorar su situación y su consideración social venciendo en el mismo concurso de belleza que esta última ganó en su día. Aparte de momentos de inspiración y de un humor en general desenfadado, el desarrollo de la historia es bastante convencional, y el desenlace, aunque bienintencionado, no termina de convencer.
De las actuaciones, hay que destacar la de Alfre Woodard como Popeye, personaje no necesariamente creíble, pero que proporciona algunos de los momentos más divertidos de la película. Holly Hunter, en cambio, ha tenido trabajos mejores (no queda claro si su Carnelle es tonta, ignorante, humilde, viciosa o todo a la vez), y Tim Robbins y Mary Steenburgen se limitan a hacer sus papeles correctamente.
Hay que valorar el esfuerzo de la guionista, autora de la propia obra de teatro en que se basa, por eliminar la mayor parte de los rasgos escenográficos (el gran defecto de muchas películas basadas en obras de teatro es, precisamente, que no se adaptan a las diferentes convenciones del cine). Con todo, en ningún momento desaparece cierta sensación de "representación", quizá incluso de falsedad narrativa; no llegamos a creernos del todo lo que estamos viendo.