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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Aventuras Clásico del género de piratas. A un corsario inglés (Errol Flynn) la reina Isabel I Tudor (1558-1603) le concede patente de corso para abordar la flota española y atacar y saquear sus ciudades en el Nuevo Mundo. Las autoridades españolas elaboran un plan para acabar con el temido pirata. El maestro Curtiz deja su sello con una perfecta narración y espectaculares batallas navales. (FILMAFFINITY)
2 de noviembre de 2010
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si les diera uno mucho crédito a ésta y al resto de pelis de piratas que se rodaron en su época, acabaría tomando por inverosímiles cuentos de viejas a los libros de historia y sería incapaz de comprender cómo pudieron los españoles conquistar y mantener bajo su control, durante más de 300 años, un territorio que, trasladado al Viejo Continente, sería el comprendido entre Estocolmo y el Cabo de Buena Esperanza. Ineptos, crueles y traidores, son un compendio de las bajezas más innobles del ser humano, empezando por su rey Felipe II, a quien sólo le falta, en el breve y sombrío retrato que aquí se ofrece de él, un melindroso minino blanco arrellanado en su regazo a quien ir acariciando voluptuosamente entre perfidia y perfidia: España, la Spectra del siglo XVI. Frente a ellos, Thorpe, Geoffrey Thorpe, esa prefiguración de 007, con licencia para saquear y al servicio de Su Majestad, que aquí no actúa solo, sino en compañía de sus fieles y dicharacheros camaradas, la perfecta encarnación de los más altos ideales, infatigables servidores de una reina que es un prodigio de ingenio y socarronería y que pretende convertir a Inglaterra (¡precisamente a Inglaterra!) en la guía insomne de los pueblos de la Tierra hacia la paz. la concordia y la libertad. Qué bonito. Le entran a uno ganas de pedir asilo político en Gibraltar.

Menos mal que esto sólo es cine y que es posible informarse acerca de aquella época y de las salvajadas de los auténticos corsarios en miles de fuentes a cual más fiable y rigurosa, porque la verdad es que como instrumentos pedagógicos dejan mucho que desear. Lo que sí educaron, y con creces, ésta y muchas otras pelis como ella, fue la pasión por el cine de muchos de nosotros. Y lo más curioso del caso es que cuando uno la revisa con ojos de adulto y no de niño, no le resulta nada extraño que así fuera: es un derroche, con sus 70 años a cuestas, de vivacidad, frescura y agilidad narrativa, uno de los espectáculos más completos y disfrutables del memorable cine de aventuras parido por la factoria Warner por aquellos años.

“El halcón del mar” no es, de hecho y pese a sus distintas líneas argumentales, sino una versión perfeccionada de “Capitán Blood”, la peli que 5 años atrás había lanzado a Errol Flynn al estrellato. Basadas ambas en sendas obras de Rafael Sabatini, las dos comparten la vigorosa dirección de Curtiz, el protagonismo de Flynn y la vibrante música de Korngold. No está Olivia de Havilland, sustituida por la sosainas de Brenda Marshall, pero sí los figurantes habituales en las pelis de Flynn, como el gigantón Alan Hale o la entrañable Una O’Connor en su eterno rol de iracunda dama de compañía. Y quién mejor para tomar el relevo de Basil Rathbone que su compañero de fechorías en “Robín de los Bosques”, un Claude Rains en su salsa como ese melifluo y maquinador embajador español que oculta sus pérfidas intrigas bajo el imponente tupé que corona su cabeza, fuente de inspiración, sospecho, del mismísimo Gene Vincent.
Normelvis Bates
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